CAPÍTULO 29 - VA TODO AL GANADOR

132 16 5
                                    

César llegó desesperado al departamento de Victoria, trató de hablar nuevamente con José Eduardo, pero no pudo, también trató de llamar a Gaby, pero ella no contestó. Por suerte, César logró llegar en la mitad del tiempo que tardaría, conocer al portero le facilitó subir el ascensor de inmediato. Cuando salió del ascensor, escuchó ruidos, que seguramente provenían del interior de su apartamento. César apretó insistentemente el timbre, pero nadie abría la puerta, lo cual lo estaba desesperando mucho más, los ruidos continuaban, César se dio cuenta que no le quedaría más remedio que derribar la puerta. Y justo cuando se disponía a hacerlo, la puerta se abrió y vio a Gabriela mirándolo con pánico.

— No sé qué hacer. — ella le dijo.

Y César entró, su mirada fue hacia el piso que tenía vidrios rotos por todos lados, los vidrios de las ventanas también estaban rotos, César miró a Gaby, como preguntando qué había pasado ahí y ella solo asintió con la mirada y él miró hacia donde ella le indicaba y allí ella estaba, apoyada contra la pared con un jarrón en la mano lista para tirar.

César tragó nerviosamente.

— Ella fingió durante mucho tiempo, en algún momento tendría que caer. — Gaby le susurró.

Pero Cesar no le prestó mucha atención, estaba demasiado concentrado mirando a Victoria, ella no se parecía en nada a la Victoria que él conocía, ni remotamente a su Victoria. Su mirada era tan diferente, había algo que nunca antes había visto, estaba toda despeinada, con la ropa rota, descalza y por la sangre en el piso, debió haberse cortado el pie y él mirando de cerca, vio que se había cortado su mano también.

Gaby los dejó solos.

César la miró en silencio, ella tenía la cabeza gacha, el cabello por todo el rostro, pero pudo ver que ella lo estaba mirando. Dio un paso adelante con cuidado y cuando iba a dar otro, Victoria le arrojó el jarrón que sostenía.

— No te acerques a mí. — ella gritó. — Esto es tu culpa. Toda mi desgracia es culpa tuya, te odio por ello. Ya ni siquiera sé quién soy, mira las cosas que hago.

Victoria se pasó las manos por la cabeza mirando esa habitación destruida, que era lo mismo que sentía.

— ¡Me destruiste!

César no dijo nada, seguía parado, asustado, sin saber qué hacer, ella seguía sangrando y eso lo preocupaba cada vez más.

— ¿Quieres saber qué está pasando aquí? — Ella levantó la barbilla, mirándolo. — ¿Quieres saber qué me pasó? ¿Quieres saber por qué estoy tan perdida? ¡Tú! Me atropellaste.

Su voz apenas salió, ahogada por las lágrimas.

— Victoria... — Habló un poco asustado por su reacción.

— ¡No! Por favor, por favor, no digas nada.

— Todo bien...

Victoria se recostó contra la pared y siguió llorando. — Estoy tan cansada...

— Yo se. — Se acercó lentamente a ella.

— No, no lo sabes. — Victoria comenzó a caminar de un lado a otro. — No sabes cuánto me está matando todo esto... Es el padre de mi hijo el que me sigue amenazando... Es este matrimonio, que todo el mundo sigue creando expectativas... Estoy tan cansada, cansada de fingir ser feliz, de fingir que estoy levantada, de fingir ser tu amiga y mas cansada de intentar odiarte, me esta matando. No quiero odiarte más.

Respiró hondo, tratando de controlar el llanto.

Cesar aprovechó que ella miraba hacia el suelo y la abrazaba, sin darle oportunidad de alejarse. Victoria terminó rindiéndose a sus brazos, a pesar de saber que ese era el último lugar donde debía estar, fue donde encontró la fuerza que necesitaba en ese momento.

LA TEKILA - HISTORIA DE VICTORIA Y CESARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora