Capitulo LIII

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La Arpía Contraataca.

Existen momentos en la vida para los que nunca vamos a estar listos. A veces pueden ser agradables, como muchos de los que viví con mi familia en estos meses de cuarentena; pero otras veces parecen pesadillas. 

Y sí, sé que nada podría prepararnos para este momento, si alguien nos hubiera dicho que Sana venía a casa acompañada de la abuela, igual hubiera sido un momento incómodo; sin embargo, hubiera agradecido algún previo aviso, al menos para que tengamos tiempo de vestirnos. 

Sin duda esto es parte del plan de Sana. Ella sabía que si caía sin previo aviso nos encontraría a todas como vinimos al mundo. 

Las miradas de pánico se hicieron latentes en el living, nos quedamos paralizadas. No sabíamos qué hacer. La primera que recobró la compostura fue Mina.

―Rose, tienes que entretenerlas todo lo que puedas. 

―Pero… ¿Qué les digo? La abuela va a querer entrar ya…

―Hablales del covid ―sugirió Jennie―. Recuerdales que acá estamos haciendo un aislamiento muy estricto, porque mamá odia los gérmenes… 

―Está bien… está bien. Pero no demoren mucho, no sé cuánto lograré mantenerlas afuera con esa excusa. 

Rosé volvió al porche de entrada y a lo lejos escuchamos que ya estaba hablando con las recién llegadas.

―Vamos, rápido… todas a cambiarse ―dijo Mina―. Y tú, T/N… avisale a Jisoo y a Momo. Van a tener que salir de esa pieza quieran o no.

Asentí con la cabeza y actué al instante, no necesitaba que me repitiera la orden. Entré al cuarto de Jisoo sin golpear y me encontré una escena que en otro momento me hubiera parado la pija al instante. Momo estaba acostada con las piernas bien abiertas y un dildo de buen tamaño entraba y salía de su culo. La que se encargaba de moverlo era Jisoo, que al mismo tiempo le chupaba el clítoris. Momo parecía estar sufriendo un poco con el tamaño del consolador; pero creo que esa era la intención de Jisoo.

―Tienen que vestirse ya mismo ―les dije―. No hay tiempo de explicar mucho. Sana volvió… y trajo a la abuela.

―¿Qué? ¡No puede ser!

―Es verdad. Esa pendeja hija de puta, con el perdón de la tía, solo quiere cagarnos la vida.

Pensé que Momo se pondría de pie hecha una furia y saldría para agarrar de los pelos a Sana, pero en lugar de eso se quedó inmóvil y dijo:

―¿Y ahora qué vamos a hacer? 

Parecía realmente asustada. Como si a su puerta hubiera llegado un problema que no era capaz de manejar… y técnicamente así fue.

―Tranquila, mamá ―dijo Jisoo―. Nos vestimos, hablamos con la abuela un ratito, ella se va a su casa y ya está. No nos vamos a morir por hacer vida normal por unas horas.

Estuve de acuerdo con Jisoo, hasta que unos minutos más tarde, ya con toda la familia reunida en el living (vestidas, como gente civilizada), escuché a mi abuela diciendo:

―Vine a pasar unos días con ustedes.

―¿Qué? ¿Te volviste loca, mamá? ―Dijo Mina.

Rose no fue capaz de distraer mucho tiempo a la abuela y estuvo cerca de verme regresar desnuda a mi cuarto para vestirme. De milagro no me vio. Ahora la abuela estaba allí, tan pulcra y maquillada como siempre, con una sonrisa de labios rojos carmesí y pelo platinado que en lugar de hacerla parecer vieja, le restaba años. No sé qué pensarán los demás, pero en mi opinión mi abuela no aparenta la edad que tiene, parece una hermana mayor de Mina y Momo, con un cuerpo tan voluptuoso como el de ellas. Creo que es la primera vez que le miro el escote a mi abuela y tengo pensamientos perversos. Dios, las tetazas que tiene esa mujer. Ya sé de dónde las heredaron Jisoo y Lisa.  

Diario de cuarentena (reedition)Where stories live. Discover now