Ganas

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Salimos del restaurante y Leonardo detuvo a mis padres antes de que subieran al auto. Lo noté un poco nervioso, lo que lo hacía ver muy tierno.

—¿Qué pasa, Leo?

—Me gustaría contar con su permiso para salir con Juliana. Les prometo que no vamos a tardar en llegar a la casa. Solo le daré la sorpresa que le tengo preparada y ya.

Mis padres se miraron entre sí y quise reír, pero me mantuve seria.

—¿A dónde van a ir?

—Jorge, si Leo dice a dónde va a llevar a la niña, deja de ser sorpresa —mi mamá nos sonrió—. Diviértanse. No se preocupen por la hora de la llegada.

—¿Cómo que no se preocupen? Que Juliana sea mayor de edad ya, no quiere decir que deba llegar tarde a la casa. A las 12 los quiero de vuelta. ¿Entendido?

—Sí, cucho, a esa hora estaremos en casa.

«Bueno, tenemos varias horas para darle con toda a la sorpresa», pensé, dándole una mirada rápida al reloj en mi muñeca.

Leonardo le entregó las llaves de su auto a mi papá y ellos se fueron mientras nos quedamos ahí mirándolos alejarse. No podía soportar un segundo más, por lo que lo acerqué a mí y me adueñé de sus labios. Necesitaba de su boca y de esa suavidad única de sus adictivos besos.

—¿Y mi sorpresa?

—No querrás que te la dé en medio de la calle, ¿o sí?

—Claro que no, eso sería despertar el hambre y la envidia en más de una hembra.

Me tomó de la mano y caminamos por las calles, lo que me tenía ansiosa y curiosa por saber a dónde me llevaría.

Una parte muy retorcida y ansiosa de mí ya se lo imaginaba, aun así, mi corazón latió de prisa en cuanto llegamos a un Hotel, que nada más con ver la fachada te dabas cuenta lo costoso que parecía Y no me equivoqué. El solo salón era inmenso y elegante. Las personas que entraban y salían de allí se veían muy bien vestidas.

Leonardo se acercó a la recepción y una mujer de mediana edad le hizo entrega de una tarjeta. Por lo que entendí, ya había hecho la reservación con anticipación.

«Con que pensó en este momento con anticipación, ¿eh?».

«¿Cómo no emocionarme de esta manera si lo pensó y lo preparó con tiempo?».

Nos dirigimos a un ascensor diferente a los otros tomados de las manos y, tan pronto entramos y las puertas de metal se cerraron frente a nuestros ojos, me acribilló contra el espejo, robándome todo el aire en un ardiente y posesivo beso. Me fascina cada que saca su lado más dominante y me somete. Todas sus facetas me vuelven loca, desde la más tierna hasta esta, donde luce irreconocible, pero el doble de sensual ante mis ojos.

Mi mente se fue en blanco, no solo por la intromisión de su lengua en mi boca, sino por esa suavidad, pero rudeza en la que me levantó en sus brazos y me hizo rodear las piernas alrededor de su cuerpo. Me presionó contra su prominente erección por el trasero y gemí al percibirlo tan duro. Esos recuerdos de hace unos meses atrás llegaron a mi mente, lo que aumentó la sensibilidad en mis pezones y mi humedad en mis pantys. Lo deseo tanto, han sido meses largos de abstinencia. Sus dedos, aunque me llevan al cielo, no se pueden comparar ni un poco al sentirlo por completo.

—Dios, tu pierna —murmuré a centímetros de su boca. 

—No te preocupes por ella que está bien, preciosa —volvió a besarme, enredando una mano en mi pelo mientras me sostenía firmemente con la otra.

Sentía que flotaba y que en cualquier momento caería al suelo, pero su fuerza es incomparable. Temía por su pierna al hacer este esfuerzo y que volviera a suceder lo de aquella vez, no lo voy a negar. No obstante, hace unas semanas dejó de caminar con la ayuda del bastón.

Oímos en medio de ese candente beso que el ascensor se detuvo y salió de este conmigo en sus brazos. Su boca no quiere dejar ir la mía por nada del mundo.

No presté atención a nada a mi alrededor, ya que estaba totalmente entregada a sus ricos besos de lengua y descaradas caricias en mi trasero. De un momento para otro y excitándome más de lo que me encuentro, me tiró en medio de una suave cama.

Quería mirar a mi alrededor, pero no podía apartar mi mirada de él y de esa expresión tan sensual y atractiva que me estaba dando. Me enloquecen sus ojos oscuros, esa sonrisa retorcida que se plasmó en su rostro. La ternura y la timidez ya no hacen parte de él y eso me tiene con la cabeza volando.

«¿Qué estará pasando por esa cabecita?». Me encantaría saber lo que está pensando ahora mismo.

Sin decirme ni una sola palabra, se hizo espacio entre mis piernas y me besó mucho más pausado, recorriendo mi cintura con sus suaves y grandes manos. Descendió una mano hasta mi muslo y lo apretó, haciéndome sentir duro que está.

—Han sido largas noches las que te he tenido en el pensamiento, profanando cada centímetro de tu cuerpo de una manera muy sucia. Quiero hacerte de todo, mi gatita. Llenarte, besarte, acariciarte, comerte —succionó mi labio inferior, arrebatándome un suave gemido—. Pero estas ganas que te tengo no me permiten pensar con claridad por cuál parte de tu cuerpo comenzar.

Condena[✓]Where stories live. Discover now