Capítulo Ocho

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Avery


Adaptarme a la idea de que estoy embarazada, que en unos meses mi vientre empezará a mostrar la evidencia, además de lo desequilibrante del motivo, ha resultado ser un proceso con varios altibajos, no sé bien si por las hormonas en función o por lo surrealista que aún me parece la situación. Sigo esperando que sea un sueño, pero desafortunadamente todavía no consigo despertar.

Por otro lado, tratar de descifrar a Meghan Langley se ha convertido en otro pensamiento recurrente en mi cabeza, ella despierta mi profunda curiosidad, aparte de que la encuentro extremadamente ardiente y es extremadamente mi tipo. ¿Se me puede culpar? Sin embargo, sé bien que lo más inteligente sería mantener nuestra relación meramente profesional... Fácil decirlo.

―¿Te sientes bien? ―Su penetrante mirada me atraviesa hasta el alma y debo luchar contra un sonrojo porque, Dios, esta mujer es intimidantemente atractiva.

―Sí. Solo... un poco nerviosa.

No es mentira. Esta es la primera consulta con la obstetra que estará al pendiente de mi embarazo, lo que tiene mis nervios alterados y mi estómago hecho un preocupante revoltijo. Si vomito, ¿puedo culpar al embarazo? No, mejor ni considerarlo.

―Todo va a estar bien ―dice sin vacilación, y la seguridad que proyecta de alguna manera se siente como un toque consolador.

La habitación donde nos encontramos con la Dr. Lee es pulcra y de colores claros, con un fuerte olor a antiséptico que me tiene reprimiendo una arcada, por lo que me esfuerzo por respirar por la boca para trata de disminuir el malestar. Últimamente las náuseas se han intensificado, solo espero pasar esa fase pronto.

Las presentaciones transcurren sin problema. Meghan me aclaró que la doctora tiene el conocimiento de la descabellada confusión en la otra clínica, asegurándome que no habrá problema en una posible divulgación debido a la confidencialidad doctor-paciente. Confío en su juicio.

―De acuerdo. Debido a que el embarazo se encuentra en la sexta semana, la manera de asegurarnos que el bebé esté bien es mediante a una ecografía transvaginal.

Genial. Es decir, no es como que no hubiera investigado del tema, de hecho, Meredith me dijo que debía parar o me volvería loca con tanta información, pues algunas no eran para nada tranquilizadoras; mas recordar lo que pasó la última vez que estuve de piernas abiertas en una situación similar... Sí, no es el mejor de los recuerdos.

―Tranquila. Es un procedimiento indoloro ―añade, supongo que asumiendo que mi silencio es debido a la incomodidad de la idea―. Primero voy a necesitar que te pongas una bata para mayor facilidad. El cambiador está allí.

Mis piernas se sienten como espaguetis y mis manos tiemblan como gelatina mientras me cambio de vestimenta, incluso cuando me dirijo a recostarme en la camilla que me indica la doctora no paro de ser un temblor andante. Doy una serie de respiraciones mientras espero las siguientes instrucciones.

―Si necesitas un momento, solo dilo ―expresa la empresaria posicionándose de pie al lado de la camilla, sus ojos demostrando tintes de preocupación.

―Estoy bien... Tanto como la situación lo permite ―soy sincera.

Lo siguiente que sucede no me lo espero. Como si fuera un acto común, toma una de mis manos que tenía reposada sobre mi estómago en un agarre firme pero delicado, incluso confortante, diría yo.

―Será un proceso rápido, solamente vamos a asegurarnos que todo esté bien allá dentro. ¿Bien?

―Sí ―asiento levemente tras un suave suspiro.

Fuera Del PlanWhere stories live. Discover now