Parecía una criminal desesperada, condenada...

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La gente pudo ver las escrituras rituales en su rostro, parecía una criminal, condenada con el castigo de la tinta y lista para ser enviada al inframundo.

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–¿Arrestar a quién?

Xiao Zheng recibió la llamada de Luo Cui Cui y estuvo en silencio durante cinco segundos, luego no pudo soportarlo más y se enfureció.

Desde el momento en que dio la orden de matar al sospechoso a toda costa, "Bi Chunsheng" se había convertido casi en una fuente de traumas para él.

Luego la increíble llamada de Luo Cui Cui, diciendo que Xuan Ji sospechaba que Bi Chunsheng era el problema, había irritado precisamente los nervios del director Xiao, por lo que dejó salir su inmensa oleada de estrés: –Repite eso ¡primero arrestaré al temporal Xuan! No, Lao Luo, él acaba de llegar y no lo sabe, pero ¿tú también hablas de forma tan irresponsable? ¿Qué clase de currículum tiene Bi Chunsheng? Pasó la mayor parte de su vida en el campo, y después de recibir honores de tercera clase, se retiró a la segunda línea debido a una lesión... ¿Ya había nacido si quiera ese bastardo temporal cuando ella ya estaba siendo agente de campo?

–Sólo estoy retransmitiendo, no me pegues ah. –Luo Cui Cui se sintió tan agraviado que sus hojas se estaban marchitando, envuelto en una pequeña manta que le dio quién sabe quién, acurrucado en el maletero del vehículo de los agentes de campo, lloriqueando, Luo Cui Cui continuó con voz chillona: –Nuestro líder me dijo que dijera esto, así que eso hice. Director Xiao, no voy a mentirle a usted, ni siquiera sé dónde está el norte en este momento, después de tantos años de reparar los daños secundarios, nunca había visto algo así... Ay, ¿Puede pedir a la organización que me traslade a una posición más baja? ah, el examen médico del año pasado yo tuve arritmia, yo... ¿Hola? ¡¿Hola, Hola?! ¿Director Xiao? Ah...

Xiao Zheng no esperó a que terminara de despotricar, ya había colgado el teléfono.

Ya era la última parte de la noche, y el edificio del Despacho General de la Oficina de Control de Anomalías estaba iluminado con luces, y los agentes de campo tenían casi todo el equipo de descontaminación fuera, rociando una ráfaga de sangre en la pared, que fue barrida en un instante, pero la multitud ni siquiera había dado un suspiro de alivio cuando ya había sangre nueva corriendo por la pared.

Xiao Zheng tiró el móvil a un lado y apoyó las manos en la mesa de la sala de conferencias, inclinando profundamente la cabeza.

Sin motivo aparente, recordó de repente la última vez que había visto al antiguo director.

El antiguo director, que fue uno de los fundadores de la Oficina de Control de Anomalías, se había jubilado en la primera mitad de este año, a la edad de noventa años, después de haber dedicado toda su vida a su trabajo. Cuando dejó su puesto, de repente pareció que ya no le quedaba nada por lo que vivir, y su cuerpo, originalmente robusto, se desplomó de repente y a los pocos días cayó enfermo. Falleció un mes después.

Como acababa de dejar su puesto, el té aún no había tenido tiempo de enfriarse, y todos los jefes de los distintos departamentos de la oficina habían ido a visitarle, pero no habían visto a nadie. El viejo director finalmente sólo dejó entrar a Xiao Zheng.

Xiao Zheng aún recuerda aquel pabellón: el suelo, las cuatro paredes e incluso el techo estaban cubiertos de antiguas formaciones secretas de hechizos invisibles para la gente corriente, la energía era tan densa que casi le hizo caer de rodillas nada más entrar, sintiendo como si hubiera innumerables pares de ojos recorriendo su vida fotograma a fotograma, tratando de captar sus más sutiles malos pensamientos y arrancarlos para ser juzgados.

Ahogando penas en fuego ardienteWhere stories live. Discover now