XI: Sentimientos descubiertos

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—Tanto te avergüenza haberte acostado con un hombre?— Pregunto Milo, cruzándose de brazos. No hacía falta decir que estaba molesto con Camus por impedir que le dijera la verdad a Hilda.

—Y todavía lo preguntas!?— Camus estaba igual o peor molesto que Milo, temblaba de rabia y de no poder hacer nada. Se sentía inútil al respecto.— Lo que hice no solo me avergüenza sino que también engañé a Hilda! Mi prometida!

—Tu prometida solo te está usando! Te desechara al igual que una basura una vez que le des un hijo, que no vez que trato de ayudarte!?— Milo cada vez se encontraba más molesto, sus intenciones no eran malas, pero Camus se enfocaba en que así era y no le parecía justo.

—Que manera de ayudar la tuya! Acostandote conmigo será la solución al problema!?—De la molestia Camus tomo una almohada que estaba junto a él y se la lanzó a Milo, al menos así podía desfogar su molestia.—Maldito perro, no sabes decir más que mentiras!

Aunque lo único que buscaba Camus era desfogar su molestia, había logrado nuevamente molestar a Milo, quien rápidamente lo empujó contra la cama y sostuvo sus manos con fuerza.

—Odiame todo lo que quieras... Pero eso no cambiará lo que quiero hacer por ti. Entiende que Hilda solo te va lástimar.— Era fácil controlar a Camus, solo basto tomar ambos brazos con una sola mano y empezar a besarlo en los labios, fue un beso tan profundo que Camus no pudo impedirlo, quería abrir la boca para hablar, pero al intentarlo solo le daba paso al beso de Milo.

—Hmm... Mi...— Camus apenas podía hablar entre ese beso, ahora solo se concentró en tratar de separarse de Milo, tomo fuerza en sus piernas y basto con darle una patada en la entrepierna para que Milo lo dejara tranquilo.—Ah... maldito! En qué quedamos!?

—Aqui el único maldito eres tú...— Dijo muy adolorido Milo, recostandose a un lado por el dolor que le había causado aquel golpe. Incluso el aliento se le fue, ni mil batallas le habían causado tanto dolor como el que Camus le había ocasionado.

—Lo siento...—Susurro Camus algo avergonzado de lo que hizo, y se acercó al caballero para ver que estuviera bien.

De pronto el dolor de Milo despareció, era la primera vez que escuchaba que Camus se disculpaba con él y de alguna manera eso le alegro. Se reincorporo con algo de esfuerzo y le sonrió de forma traviesa.

—Por fin te disculpaste! No es tan difícil verdad?— A pesar de todo lo malo que había ocurrido, la sonrisa de Milo y sus palabras hicieron que Camus sonriera un poco, ese era su Milo. Su amigo que encontraba lo divertido hasta en el momento más penoso. Sin quererlo también río y por el momento Milo lo abrazo.— Yo también lo siento... No sé cómo llegamos a esto.

Con mucho cariño Milo acarició la mejilla de Camus y aunque esté recordó porque estaba molesto no protesto.

—Milo, quiero que entiendas que yo te respeto como amigo, si te gustan los hombres no veo el problema... Pero solo te pido que olvides los sentimientos que tienes hacia mí y volvamos a ser amigos.—

La sonrisa de Milo despareció al escuchar aquello, pensó que por fin Camus había cambiado, pero no fue así. No había cambiado nada en absoluto. Si embargo, era la única oportunidad que tenía para estar con el, por fin estaban hablando y podía regresar a ser los mismos de antes.

—Esta bien... Lo olvidaré, solo si me prometes que no te casaras con Hilda.— Aceptaría olvidar su amor por Camus, solo si el también renunciaba al suyo, ya que no permitiría que sufriera por la dama.

—Milo, no puedo hacerlo... Sabes bien que yo amo a Hilda, no voy a cancelar esta boda.—

—Maldita sea! Date cuenta que esa mujer te dejará cuando le des un hijo! No te merece!— No pudo evitar levantar la voz, no podía creer que su amigo fuera tan necio.

—Porfavor deja de decir mentiras... El problema es entre tú y yo, no involucres el nombre de Hilda en esto...—

El caballero suspiro resignado, cambiar la opinión de Camus no era nada más fácil, pero no sé rendiría.

—Sino cancelas la boda, no pienso cambiar mis sentimientos por ti. Le diré a Hilda lo que hicimos y apuesto que te dejará en cuanto sepa este secreto nuestro.—

—No serías capaz...—Por un momento Camus tembló ante esa amenaza, Milo no se detendría a menos que hiciera lo que le pedía, pero tampoco podía cancelar su boda.—Milo porfavor! Te suplico que no le digas nada a Hilda!

—Prefiero cancelar la boda yo mismo si tú no lo harás, aunque sea me olvidare por siempre de volver a recuperarte, pero no dejaré que salgas lastimado por los intereses de esa mujer. Ahora descansa que te hace mucha falta.—

Milo no escucharía las suplicas del galo, prefería seguir con sus propios planes y arriesgar el último recurso que tenía para recuperar a Camus que verlo sufrir.

Así que salió de su habitación, no sin antes dejar la habitación con llave para que nadie entrara y tampoco para que Camus se pudiera salir.

Al darse cuenta de que están encerrado, Camus rápidamente tocó con fuerza la puerta, esperando que Milo no hablara encerio.

—Milo! Por favor no me haga esto!—

No importaba cuanto golpeará la puerta o gritará, al parecer no le quedaba de otra que solo esperar a Milo para que lo dejara salir.

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Ya cerca del templo de Leo, Shura se detuvo al ver que Aioria y Marín estaban demasiado cerca entre juegos de coqueteo y miradas de amor.

Suspiro con cierta frustración por tener que lidiar con ese romance o más bien tener que interrumpirlo.

—Aioria, necesito hablar contigo, es algo importante.— Habló Shura una vez cerca de la pareja. Como menciono que era algo importante la amazona dio un último beso en los labios de Aioria y se marchó inmediatamente.

Mientras Aioria estaba feliz de ver a Shura nuevamente, después de mucho tiempo por fin podía estar cerca de él y poder hablar.

—Shura! Me alegra de que por fin podamos hablar, dime qué te trae a mi templo?— Dijo con una amplia sonrisa, causando que la molestia de Shura disminuyera. No podía molestarse con Aioria, pero si debía advertirle lo que pasaría si no iba por su hijo.

—Es sobre Lyfia.— Fue directo con el asunto a tratar, pero talvez fue demasiado que noto que Aioria se quedó estupefacto en cuanto escucho ese nombre.

—Ella te dijo algo?— Pregunto con temor Aioria, su pasado con Lyfia no eran lindos recuerdos y sobre todo no quería que alguien más se enterara de la aventura que tuvo.

—Mira yo no quiero involucrarme contigo mucho menos con los problemas que tienes, pero lo que Lyfia te debe decir es algo importante. Pero al parecer como la evitas no te pudo decir la verdadera razón del porque esta aquí...— Esta vez Shura trataría de ser sutil en cuanto a la información, para no agobiar a Aioria.

—Bueno sobre eso, es solo que no quiero que Marín se entere de lo que hice con ella, se sentiría destrozada si le digo que me acosté con Lyfia.— No negaba que estaba apenado al decir aquello, sobre todo decirle a Shura, porque talvez podía lastimarlo con sus palabras.

—Creo que el problema que te espera es mucho más que eso... Lyfia me contó que tienes un hijo, y sino quieres que esa criatura muera en manos de las leyes de Asgard es mejor que vayas cuanto antes a esas tierras y lo traigas aquí, estando en Asgard tu hijo corre el riesgo de que lo maten.—

—No entiendo.— La información que procesaba era mucha, de pronto el problema con Lyfia era lo de menos, ya que ahora había uno más grande y no sabía que decir al respecto.

Dime que me quieres [MiloxCamus] Where stories live. Discover now