XIII

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Cuando Jennie vio a Nayeon, con unas profundas ojeras y una forzada mueca que simulaba una sonrisa, intuyó que no traía buenas noticias. Se sentó frente a ella, separadas por aquel plástico transparente y con su mano ya sin el molesto yeso, tomó el teléfono que les permitía comunicarse.

—Hola, Jennie. —Saludó Nayeon con un dejo de agotamiento en su voz.

Jennie quiso preguntar por el motivo de su expresión fatigada y melancólica, sin embargo, no lo hizo. Estaba segura de que forzar a Nayeon a hablar no era el camino para ayudar a su amiga.

—Hola, Nayeonnie... no te he visto en un buen tiempo. —Sonrió. —¿Todo bien? ¿cómo está mi mamá?

Nayeon asintió y permaneció unos cuantos segundos en silencio, agachó la mirada y rehuyó de las preguntas de Jennie cuanto pudo. La pediatra quería decirle que no se preocupara, que todo tenía solución. Pero no lo hizo, no podía ser una hipócrita, había cosas que no tenían solución.

—He tenido algunos problemas y yo, solo... uhm, lo siento, Jennie. —Nayeon rascó su nuca y con un encogimiento de hombros, soltó un suspiro. —Negaron la apelación.

—¿Qué?

—Negaron la apelación a tu sentencia, hice todo lo que estuvo en mis manos, lo juro; no tengo cara para verte.

—Hey, Nayeonnie, tranquila, está bien. —Jennie tragó sus lágrimas.

Si Nayeon no había conseguido la apelación, solamente le quedaba esperar a cumplir 1 año de sentencia y solicitar la libertad condicional por buena conducta.

—Tu madre reaccionó tan mal, la hubieras visto... Dios, no tienes idea, Jennie, ella estaba segura de que aceptarían la apelación y saldrías de aquí.

—Nayeonnie, sé que no es tu culpa y que has hecho todo para sacarme de aquí, no quiero que te martiries.

—¿Cómo me pides eso? eres como mi hermana y estás aquí... — Nayeon soltó el teléfono y llevó ambas manos a su rostro, restregando las yemas de sus dedos sobre sus ojos que ya la traicionaban, húmedos.

Jennie mordió su mejilla interna, la culpa estaba provocando calambres en su vientre. ¿Entonces era su culpa? el lamentable estado de Nayeon era su maldita culpa y quiso llorar, al parecer no era más que una carga para su mejor amiga y su madre. Pasaron más de 2 minutos antes de que Nayeon se recompusiera y tomara nuevamente el intercomunicador. Jennie respiró hondo, llenándose el pecho de aire en un intento por tomar valor, no quería confesarle a Nayeon lo que ocurría con ella al interior de la penitenciaría, pero debía hacerlo. Prefería dejar su orgullo a un lado si eso significaba darle un poco de tranquilidad a la única amiga que había velado por ella.

—Estoy bien, Nayeon.

—No me mientas

—No lo hago, muchas cosas han ocurrido en estos 6 meses, no tienes idea, pero te diré algo, nadie me ha violado... y estoy mejor de lo que imaginas.

—¿Qué? —Arqueó una ceja, reacia a las palabras de Jennie.

—Tengo algo así como... —La palabra "Dueña" fue lo primero que vino a su cabeza. —Una novia, es una chica ruda y mala, pero me cuida.

Seguramente Lisa se burlaría de ella si hubiera escuchado eso.

—Jennie, ya perdiste la razón, se te fundió el coco; ¿cómo vas a tener una novia en esta mierda de lugar? es una prisión, por amor a Dios, está lleno de convictas criminales, no me digas que tú...

—La tengo y estoy bien, no te lo digo para que me juzgues, lo hago porque quiero que dejes de atormentarte... no estoy siendo abusada o golpeada, e incluso me alimento bien. 

Prisionera | JenlisaWhere stories live. Discover now