Capítulo 13:

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Al otro día, había salido el sol y no había rastros de aquella fuerte y tenebrosa tormenta que había azotado los cielos londinenses la noche anterior. Esa mañana, solamente se podía llegar a oír el canto de los pájaros, y al salir, podías apreciar la fresca y suave brisa que regalaba la mañana primaveral. 

Serena, que aún se encontraba en cama, algo muy poco habitual en ella, ya que siempre fue de levantarse antes que saliera el sol, esa misma mañana, ella se había quedado dormida. Abrió los ojos con lentitud y se encontró con los rayos del sol, golpeando sobre el pequeño cristal de su ventana, aunque tenía cortina, de igual manera, se podía apreciar el sol brillar. Serena, aún somnolienta, parpadeó un par de veces, y luego, se había percatado que se había quedado profundamente dormida. Abrió sus ojos enormemente, y desesperada porque no sabía exactamente qué hora era, y qué tanto había dormido, dio un brinco para saltar fuera de la cama; se había despertado demasiado tarde para su parecer. Se preguntó cuál era la razón del porqué no había despertado en su usual horario de siempre, cuando de repente, sus mejillas se colorearon de un rojo intenso, al recordar lo que había acontecido la noche de ayer. Ella ya se había encontrado sola en la habitación, pero en su mente golpeó la imagen de lord McLaren abrazándola, para luego… ¡Besarla con tanta pasión y fervor! Se tomó de ambas mejillas rojas, las apretó con suavidad, y luego pensó:

¡Yo y lord McLaren nos hemos besado! 

Serena había salido de su cuarto vestida y arreglada como correspondía en el trabajo de una institutriz. Con la mirada baja, las mejillas rojas, y el corazón latiendo con fuerza al saber que quizás, se llegue a encontrar con Nathaniel, pensó entonces: ¿cómo llegaría a actuar sí ella ahora mismo, se lo cruzara por los pasillos? De nuevo se sonrojó con violencia, y siguió su recorrido hasta llegar al gran salón de la mansión. Visualizó primeramente a lady Lesley, que se encontraba de pie junto con su hermano. 

¡¡El conde!! 

Su corazón volvió a latir con fuerza, y su cuerpo se estremeció por completo. En realidad, ella no estaba preparada para volverse a encontrar con él. 

Tranquilízate, Serena, se alentó a sí misma. 

Levantó su mentón, puso su espalda rígida, las manos delante de su torso, y con pasos firmes, ingresó también al salón. Ella se encontraba avergonzada, una parte de esa vergüenza se debía a que se había quedado profundamente dormida, haciendo que se levantara demasiado tarde, al punto de que todos los McLaren, ya estuvieran despiertos, y el segundo punto, era porque el hombre de sus más hermosos y encantadores sueños y anhelos, estaba de pie, compartiendo el mismo salón que ella, pero aunque sintiera miles de emociones en ese preciso instante, Serena trató de guardar la calma y trató de actuar como siempre lo hacía. Esperaba que su cuerpo no le fallara, ni la delatara con cierta facilidad. 

Los dos hermanos en ese instante se encontraban observando una pintura que estaba colgada en la pared, al parecer, por lo poco que oyó al ingresar, lo había pintado Maggie. Se trataba de un campo de naranjas, un cuadro sinceramente encantador a la vista de cualquiera. Y cuando ambos se percataron de la presencia de Serena, los hermanos voltearon, para así, poder llegar a saludarla como correspondía.

Serena volvió a sentir que sus mejillas ardían con intensidad, al ver que los ojos castaños del conde estaban puestos en ella. Lesley le dedicó una sonrisa dulce y deslumbrante, mientras que Nathaniel, solo se limitó a hacer una genuflexión en dirección a ella. Serena de igual manera, los saludo a ambos, con educación y simpatía. 

—Me alegra tanto que hayas podido descansar bien, Serena, al parecer, estabas más cansada de lo que aparentabas —dijo Lesley, con inocencia y afecto. 

El amor de una institutriz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora