Epílogo de la Primera Parte

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Hola a todos, aquí Coco, quien shora de felicidad al ver que por fin nuestra historia alcanzó el final de su primer arco TuT y complacida en anunciar que, aunque por ahora se va a descansar, cuando llegue el momento de su regreso veremos cosas maravillosas y fascinantes. Pero bueno, aquí falta un cierre bien hecho y derecho, fufufu ❤ Disfruten de este último capítulo de temporada antes de irnos, les mando mil besos y abrazos, y muchísimas gracias por haberme acompañado fielmente hasta aquí. Si las diosas lo quieren, ¡nos vemos en la temporada de otoño para más! ^0^

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Meliodas conducía con prisa por la avenida mientras las luces de la ciudad se reflejaban como destellos en sus ventanas y ropa

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Meliodas conducía con prisa por la avenida mientras las luces de la ciudad se reflejaban como destellos en sus ventanas y ropa. El ataque al médico en jefe del proyecto era lo suficientemente grave como para tenerlo en el límite de la velocidad permitida y, sin embargo, su corazón estaba en paz. Aún no podía creer lo ocurrido. Elizabeth era una persona irascible, impaciente, agresiva y algo prejuiciosa. Lo había odiado desde el momento en que lo vio, en el fondo le desagradaban los vampiros, y pensaba de él que era una persona arrogante y fría. Le había pegado una bofetada nomás reencontrarse. Y él se había enamorado de ella.

Ese era el sentimiento, tal vez, aunque no podía estar del todo seguro, pues llevaba tanto tiempo viviendo en la oscuridad que era difícil reconocer aquel luminoso y ardiente sentimiento. Había deseo, evidentemente. También, empatía. Pero, ¿podría haber algo más entre los dos? Más allá del sexo y sus papeles de colaborador y donante, ¿existiría alguna posibilidad? Tuvo que dejar a un lado esos pensamientos al escuchar que Elizabeth le indicaba el sitio. Ya tendría tiempo de resolver los asuntos del corazón. En cuanto sus pies tocaron el suelo, volvió a ser el frío líder de la comunidad vampírica, y decidió moverse lo más rápido que pudiera para auxiliar a King Fairy.

—Elizabeth, te ofrezco una disculpa, pero me temo que tendré que adelantarme. Si el señor Fairy en verdad fue atacado por un vampiro, tal vez aún pueda rastrearlo.

—¿Vas a atraparlo? —preguntó con unos ojos enormes llenos de preocupación.

«No», pensó él sombríamente. «Si está atacando personas, lo más probable es que tenga que matarlo». Esa era la ley, la triste realidad oculta que vivían los miembros de su comunidad. Al darse cuenta de que no quería que la albina conociera esa parte de él aún, respiró hondo y cambió su argumento y actitud.

—Así es. Toma las llaves de mi auto, en cuanto hayas tomado lo que necesites, nos alcanzaras en el hospital —Ella tenía cara de querer protestar, parecía a punto de echarle una buena bronca. Sin embargo, él no le dio tiempo de hacerlo. Cerró los ojos, volvió a abrirlos para mostrarle su radiante color verde, y sonrió mientras le sonreía de manera seductora—. Tranquila. No pienso volver a dejarte sola de la forma tan poco caballerosa que pasó la otra noche. Te esperaré. Veremos al doctor Fairy y a tu hermano. Y después, nos despediremos como se debe, ¿estás de acuerdo?

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