Three

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Las últimas clases pasaron deprisa, como todos los viernes.

Este día indicaba el comienzo de las vacaciones de Pascua, y eso quería decir dos cosas, que no volverían a pisar aquel infierno en las dos próximas semanas y que Matty quedaría más con Adam y los chicos.

Matty miraba a Adam que estaba sentado tres filas por delante en el bus junto a John.

John puso su cabeza contra el hombro de Adam, y por un momento Matty creía que lo hacía a propósito, como si supiera que los estaba mirando.

-¿Qué pasa cariño?- le preguntó Jane, que estaba sentada a su lado.

-Eh, nada, tan solo estaba pensando.

La chica lo miró extrañada, como si no estuviera convencida de su respuesta.

Entre ellos dos no hubo más conversación, solo entre Ross y George.

-¿Quieres estarte quieto?- susurró Ross, apartando la mano de George de su pierna.

-Venga- suplicó- déjame darte un masaje antes de que bajemos, por favor.

Volvió a deslizar su mano por el muslo de su pareja.

-Hagamos una cosa, ahora tan solo esperamos a bajar pero, luego, quedamos en la casita de mi jardín- sonrío.

Y George lo imitó, le encantaban las ideas de Ross.

En la próxima parada ambos chicos se bajaron, aunque aún faltaban varias para llegar a sus respectivas casas.

Adam observó atento a sus amigos y pudo ver como se cogían de la mano y comenzaban a andar.

-Oye, ¿qué vamos a hacer?

-De momento, vamos a mi casa-dijo Ross.

George avanzó sonriente, pensando en los próximos acontecimientos.

No mucho más tarde llegaron a casa de Ross.

-Buenos días-saludó el chico de pelo negro, pero como siempre, le hablaba al aire, su casa estaba vacía- ¿comemos?

-Tengo ganas de otras cosas, ya sabes- le guiñó un ojo.

Ross se sonrojó y caminó hacia la cocina para preparar algo de comer.

-Eh, venga, no te enfades-gritó mientras corría detrás de él para abrazarlo.

-Que tengo hambre, déjame prepararme algo.

-Hazme un sándwich a mi también, cariño- dijo entre risas, haciendo reír a Ross también.

Abrió la nevera y sacó el fiambre y George sacó el pan del cajón y se sentó en el taburete, mirando a Ross mientras preparaba los sándwiches.

-Listo, aquí tienes el tuyo-dijo pasándole un sándwich.

George le dio un gran mordisco y se lamió los labios.

-Repíteme porque no vivimos juntos y tú preparas la comida.

-Porqué aún no vamos a la universidad y tus padres nos han prohibido vernos-rió socarronamente.

George sonrió amargamente. Hacia unos meses atrás su padre los había pillado en la habitación "ligeros" de ropa y demasiado juntos.

-Deberíamos ir a donde tengamos que ir-susurró George, cuando se acabó su sándwich, y Ross asintió.

Abrió la puerta trasera y salieron al jardín.

George abrazó a Ross en medio del jardín y le besó el cuello.

-Oye, que aún no hemos llegado, estate quietecito- dijo entre risas Ross.

George cogió su mano y corrió hacia la vieja casita de madera, arrastrándolo junto a él.

Apenas llegaron George estampó a Ross contra la pared y lo besó y él se dejó besar.

El de pelo más largo deslizó sus manos hasta los muslos del otro e hizo que enredara sus piernas en su cadera.

Ross por su parte enredó sus manos por la coleta que se había hecho George mientras comían.

A tientas, George encontró el pomo y abrió, para luego, cuando ya estaba dentro, apoyarse y cerrarla.

Se separaron por que se habían quedado sin aire y pegaron sus frentes, ambos con dos grandes sonrisas en sus caras.

Ross se dejó caer en el sofá y pronto George estaba encima suyo, besándolo nuevamente.

Poco a poco George le quitó la camiseta a el chico de pelo oscuro y lamió todo su abdomen y succionó cerca del ombligo, haciendo reír a Ross.

-Me haces cosquillas, estate quieto- rió ante la atenta y penetrante mirada de George.

George se quitó su camiseta y la tiró al suelo, para volver a acercarse a Ross.

El moreno descendió sus manos hasta las caderas del más rubio y bajo un poco sus pantalones, notando el "pequeño" bulto que se había formado en su entrepierna.

George soltó un gemido ante el roce, contra el cuello de Ross.

En un rápido movimiento le bajo los pantalones a Ross y también los calzoncillos.

Lamió dos de sus dedos y metió uno. Cosa que no pilló a Ross por sorpresa, pero aún así lo hizo gemir.

Pronto metió el segundo y los movió dentro, como si de unas tijeras se tratara, los movía hacia afuera y hacia adentro.

-Deja de hacer eso con los dedos, por favor- suplicó en un susurro- me pone nervioso.

Obedeció y retiró los dedos. Bajó sus pantalones negros hasta los tobillos, al igual que sus bóxers claros, y de una estocada se metió dentro de Ross, el cual soltó un enorme gemido.

-Oh. Joder. George. Eso se avisa- susurró.

-Lo siento... pensado y hecho-aseguró con una sonrisa en la cara.

Ross se agarró de sus hombros y él seguía moviéndose dentro de Ross, ahora más lento que antes.

-Ross. Deberíamos repetir esto- dijo después de absorver una gran bocanada de aire.

Ross movió sus manos temblorosas hasta la cara sudada de George y la acercó a la suya, para besarle.

George se movió una vez más y Ross gimió de una manera muy exagerada, había encontrado aquel punto.

-Vuelve a hacer eso- pidió y George le obedeció, otra fuerte estocada- Joder. George, te quiero.

-Te amo- aclaró George y volvieron a besarse.

No mucho más tarde, cuando ya habían cambiado de posición y Ross dormía sobre George, mientras este último le acariciaba la espalda; oyeron el ruido de la puerta del garaje.

-Pequeño dormilón-susurró cerca de su oreja- despierta, tus padres han llegado, no querrás que nos vean así, ¿verdad?

-Da igual- contestó con la voz pastosa, aún con los ojos cerrados.

Abrió los ojos de golpe y se levantó, vistiéndose.

-Ya puedes ir haciendo lo mismo que yo y salir de aquí disimuladamente.

-Adiós- se despidió antes de besarle.

Settle DownWhere stories live. Discover now