› uno

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— Um

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— Um... Mierda...

Sus propios dedos se movieron con agilidad dentro suyo, deseando que tuviesen quizá por lo menos la mitad de la agilidad que tenían los de Lisa en ese momento.

Seguían moviéndose mientras lograba ver con el ángulo como el dedo anular y medio de Lisa presionaban dos teclas constantemente con velocidad, y su centro palpitó, pues quería que en lugar de ser esas teclas tontas con lucesitas, lo que estuviese haciéndola mover sus dedos así fuese la follada de coño que le daría

Era divertido, masturbándose mientras pensaba en Lisa en la misma habitación donde ella jugaba y que aún así la pelinegra no se diera cuenta de nada por lo concentrada que estaba.

Aunque esa adrenalina de ser descubierta en cualquier momento la calentaba aún más. Aunque se tapaba con las sábanas para incubrirse un poco si la llegaba a ver.

Aún así gemía su nombre en un tono relativamente alto, que por el volumen que la menor tenía en aquellos cascos, obviamente no escuchaba.

Algo que Jennie odiaba era no poder hacer esa hazaña de mover su clítoris con su pulgar mientras se penetraba.

Pero estaba segura al cien por cien, que Jennie haría eso como si se tratara de respirar.

Lo cual la calentó aún más.

— ¡Joder! — Gruñó la pelinegra con frustración.

Jennie apretó y mordió su labio inferior por eso, su jodida voz era increíblemente atractiva en aquel tono ronco.

Estaba a punto de llegar, solo necesitaba un poco más de imaginación y la manera en la que empezó a amasar uno de sus pechos.

Imaginarse a Lisa encima de ella con sus manos en los lugares donde ella misma se tocaba, fue suficiente para sentir poco para entrar en su orgasmo.

— ¡Y una puta mierda! — molesta, Lisa se empujó de la mesa de su setup, la silla rodó para alejarse y, tras tirar los cascos hacia el teclado, se levantó y salió de la habitación a paso furioso.

A pesar de que aquel grito le pareció jodidamente atractivo. Jennie tuvo que librarse de toda calentura y acomodarse para salir de debajo de las sábanas.

Tras lavar sus manos y pasar agua fría por su rostro, salió de la habitación directo a la cocina, donde se escuchaban los gabinetes y puertas siendo lanzadas de mala gana.

Jennie se cruzó de brazos y le dió una mirada penetrante.

— ¿Quieres tirar abajo el edificio?

El semblante molesto de la pelinegra cambió al voltear hacia la mayor, se convirtió en un puchero con ojitos de cachorro triste.

— Unnie, ¡Ya es la tercera vez que me matan entre los últimos! — Se removió como niña malcriada, Lisa rió por esto. — ¡Odio que siempre el tercero este campeando en un puto edificio!

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