8. La liberación (Lena)

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Bergen-Belsen, Febrero de 1945/Febrero de 1946

Esa mañana el sol era visible. Despúes de días de bombardeos donde los soldados se los veía temerosos, muchos creyeron que se trataba de un buen presagio. Que sus días en aquel infierno iban a acabar. Lena no pudo más que darles la razón para sus adentros. En cualquier momento, los rusos o los aliados vendrían y los sacarían de aquí. Era algo que no paraba de repetirle Heinrich.

Después del brutal ataque a Rywka, Lena buscó a Heinrich dispuesta a asesinarlo ella misma con sus propias manos. Si tenía que morir, que fuese por defender a alguien a quien ya quería. Rywka intentó detenerla, pero Lena la empujó. Cuando halló a Heinrich recostado sobre su cama, posiblemente deleitándose, se dirigió con una ira ciega con la intención de clavarle un palo que había encontrado a medio camino. Heinrich se incorporó y logró sujetar el palo para posteriormente arrebatárselo. Una vez en sus manos, procedió a fustigar a una ya debilitada Lena.

—¿Creías que ibas a matarme con este palo de mierda? —se rio Heinrich. Siempre creí que eras una enclenque, pero es que ahora te veo y menuda persona tan patética te has convertido.

—Te mataré, bastardo —gritó Lena.

—Qué miedo me das. Tanto como tu hermanita. Fue más fácil aprovecharme de ella de lo que parecía. La muy zorra intentó resistirse. —Heinrich volvió a golpear a Lena cuando esta hizo amago de incorporarse y avalanzarse sobre él. Pero creía que no tenías hermanas, sino un hermano.

—Rywka no es mi hermana.

—Pues mejor me lo pones. Aunque bueno, el parentesco es algo que me es indiferente.

—Ni se te ocurra tocarla. A mi hazme lo que quieras, pero a ella déjala en paz.

Aquello pareció gustarle a Heinrich. Examinando a Lena, vio que estaba en infrapeso, como la mayoría de los prisioneros, pero comparado con otros, no alcanzaba ese estado cadavérico y que le repugnaba cuando los veía deambular por el campo como fantasmas. Supuso que debía haber ocupado un cargo en el campo de donde procedía y que le permitía comer mejor. Pero seguía estando de buen ver, a sus ojos. Notó como el deseo volvía a él y comenzó a desabrocharse el uniforme. Cuando Lena se dio cuenta de lo que pretendía hacer con ella, lo miró con horror y logró quitárselo de encima de una patada cuando este intentó echársele encima. Heinrich volvió a abofetarla y la hubiera matado allí mismo, pero al ver la determinación con la cual Lena lo miraba, decidió que podía sacar otro provecho de ella.

—Eres una puta aguafiestas, pero por una sola vez, no voy a hacer algo que una mujer no quiere. Pero te va a costar muy caro.

Heinrich le expuso lo que quería que Lena hiciera por él. Por suerte, no iba a tocarla, pero su tarea era tanto o más peligrosa que cuando desempeñaba sus funciones de kapo en Polonia. Si se atrevía a desobedecerlo, la que iba a sufrir las consecuencias no era Lena, sino Rywka.

Así fue como Lena se convirtió en la espía de Heinrich en Bergen-Belsen.

Resultaba que Heinrich contaba con pocos apoyos y sus superiores estaban hartos de su larga lista de abusos hacia las prisioneras, sobre todo en tiempos en los que la guerra podría estar a punto de acabar y no precisamente bien para ellos. Solo porque era el protegido de Kramer, el comandante del campo los otros guardias no se atrevían a tocarle. La tarea de Lena era saber cuáles de ellos estaban dispuestos a quitárselo de encima, lo cual resultó más fácil de averiguar porque debido al ambiente del campo, podía deambular a sus anchas y oía las conversaciones. Por las noches, iba a contarle a Heinrich sus averiguaciones. Para ello, debía quedarse por las noches en las que no solo le informaba, sino que Heinrich, que bebía, le contaba cosas de su vida. Solía mencionar a Mila, una joven con la que se había casado y que había escondido porque era judía en casa de unos amigos, no muy lejos de donde se hallaban.

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2023 ⏰

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