¿Qué duele más, culpa o recuerdo?

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—¿Por qué me trajiste al techo del teatro Juárez?

—Para que puedas ver a tus iguales.

—No te entiendo. ¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que tú eres como estas musas. Tu igual es la musa Melpómene.

Chema hizo que se acercara más al barandal y la situó a un lado de la estatua que representaba a la musa Melpómene la cual era enorme ya que media más de tres metros y era de bronce. Al voltear hacia arriba Jazz observó que la musa tenía la mano derecha estirada con algo en ella. Le pareció muy hermosa y alagada le preguntó a Chema.

—¿Por qué dices que soy igual a Melpómene?

—Porque ella es la musa de la tragedia.

Al pronunciar la última palabra empezó a empujar a Jazmín por el barandal de la azotea del teatro, ella intentó aferrarse a él, pero lo único que logró fue arrancar el colgante circular con el elefante grabado. Le pareció irónico que justo cuando caía pudo observar mejor la escultura negra. Distinguió que traía un puñal en una mano y una máscara en la otra, todo era como si el tiempo se hubiera detenido, de repente sintió un golpe seco en la nuca. Su cara se inclinó a la derecha y vio que estaba en las escaleras, sintió como yacía en un charco húmedo y cálido de sangre, lentamente la obscuridad la fue envolviendo de nuevo.

Los movimientos desesperados de Jazmín despertaron a Zenaida que prendió la lámpara de su buró y la tomó de los hombros agitándola vigorosamente para que se despertara. En cuanto abrió sus ojos Jazz vio por el rabillo de uno como una sombra blanquecina corría hacia el ventanal de su hermana que da al balcón. Reaccionó al instante y se dio cuenta que era igual a la que la tiró cuando estaba con Chema en el callejón, por lo que atemorizada abrazó a su hermana y empezó a llorar descontrolada. En cuanto pudo tranquilizarse Jazz, su hermana comenzó hablar.

—Creo que es momento de la charla.

—¿A qué te refieres?

—Tengo la ligera sospecha de qué es lo que te sucede.

—No quería hablar contigo hoy después de verte tan agotada, aún creo que no es buena hora ya que son las tres de la mañana, y tu sales mañana con tu novio y...

—No sé si quiera salir mañana con él.

—Yo creo que será lo mejor.

—¿En serio?

—Bien, creo que es mamá la que te está atormentando.

—¿Mamá? Pero si está muerta.

—Por eso creo que es ella.

—Pero soy su hija, que no se supone que ella querría lo mejor para mí, no desquiciarme con pesadillas nocturnas y últimamente con acoso espectral.

—Quizás te acuerdes de algunos detalles, ya que tenías seis años, o tal vez los reprimiste. ¿Te acuerdas cuando te enfermaste? Cuando te dio salmonelosis.

—Si, recuerdo que me enfermé mucho, me internaron en el hospital. Cuando salí, al día siguiente mi mamá nos abandonó, por mi culpa.

—¿No recuerdas nada más?

—No, creo que es lo único que recuerdo ahora, o al menos siento que solo me quedó el sentimiento de culpa y de abandono, cuando trato de recordar me embargan los sentimientos. Ya ni siquiera recuerdo su rostro. —Jazz hablaba con los sentimientos a flor de piel y los ojos razados por las lágrimas. —Lo siento, por mi culpa se fue mamá.

—Claro que no fue tu culpa. En realidad hay algo más.

—Pues déjate de misterios. Por favor cuéntamelo todo.

—Papá y mamá discutían mucho, aunque trataban de ocultarlo de nosotras yo me daba cuenta de todo, por lo que te distraía a ti para que no te afectara. Un día te enfermaste porque mamá hizo caldo de pollo, tu llegaste de la escuela, sin preguntar te serviste antes de que estuviera lista la comida, caíste muy enferma, casi mueres, en el hospital estuviste una semana, descubrieron que tenías salmonelosis y te trataron. Cuando saliste estuviste diciéndole a mamá que querías ir a pedir dulces el treinta y uno de octubre, Mamá era muy joven o sentía mucha culpa, no lo sé, pero la convenciste e hizo trajes para las dos, a ti te puso de bruja como querías y a mí de hada. Cerró la tienda y nos llevó a pedir dulces, me imagino que pensaba que regresaríamos antes de que papá llegara del trabajo, pero no fue así, en cuanto entramos empezaron a discutir. Te lleve a tu cuarto, te pedí que te escondieras bien porque si te encontraba yo ganaba todos tus dulces. Baje las escaleras y me oculte para que ellos no me vieran, escuche y vi todo. Papá le decía que por su culpa tu estabas enferma, que era una mala madre porque nos había llevado a pedir dulces con tu salud delicada, que él no debía de haberse casado con una niña de dieciséis años cuando él tenía treinta años, pero que se le había metido en la sangre desde que se había presentado a la tienda con esa cara de niña buena. Que era una bruja, que lo había hechizado, que había pasado diez años aguantándola y no podía más, que no podía creer que lo desobedeciera, al llevarnos a una celebración del diablo, porque eso era el día de Halloween. Mamá lloraba y se abrasaba como tratando de darse consuelo, pero el seguía diciéndole muchas cosas, reprochándole todo, pero cuando le dijo que ya no la amaba mi mamá dio un grito desgarrador, como si la hubieran matado. Se empezó a elevar del suelo y a gritar que él no podía decir que no la amaba, que ella sabía que estaba mintiendo. Papá estaba muy asustado, grito que era una bruja de verdad, que de otra forma como estaba volando, que ya no la amaba que se tenía que ir sin nosotras, porque era muy peligrosa. Ella volvió a gritar que no y todo lo de cristal exploto volando en diferentes direcciones. Un vidrio voló hacia mi escondite y me cortó el brazo.

Jazz volteó a ver la vieja cicatriz que tenía en el brazo izquierdo casi llegando al hombro y la tocó.

—Lo siento.

—Yo más, porque eso fue lo que causo que mamá se fuera. Al verme herida dejo de levitar y con cara de terror se fue, y nunca más supimos de ella. Bueno hasta que papá nos dijera dos años después de que se había marchado que le habían llamado informándole que estaba muerta.

—Si, recuerdo todavía como nos dijo cuando llegamos de la escuela que había muerto. Ese día también murió mi esperanza de volver a verla.

—A mí también me afecto, más porque siento que por mi culpa ella murió sola.

—No fue culpa de nadie, si ella nos hubiera querido, hubiera regresado, pero nunca lo hizo.

—Yo creo que es ella la que te produce las pesadillas y que te ha estado agrediendo físicamente. Bueno hoy en el callejón y cuando quebró la mercancía en la tienda.

—Pero dijiste que tu habías dejado en la orilla las cosas.

—Lo hice por Rodri y Chema, no quería que se asustaran o que pensaran que estoy loca.

—Tienes razón.

—Por eso pienso que es bueno que salgas mañana con Chema, necesitas relajarte y salir de la rutina.

—Gracias.

Las dos hermanas se abrazaron y durmieron con la lámpara del buró prendida toda la noche.

En tus sueños o los míosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora