Bad joke.

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Aidan Gallagher. • One Shot.

Para Aidan, la enfermería era su vida. Desde pequeño había tomado la decisión de que quería ser un gran enfermero y una buena persona. En la muerte de sus padres, les prometió junto a sus ataúdes que él sería el chico perfecto y responsable, y ese pensamiento nunca se iría de su cabeza. Aunque, lo malo de él, es que estaba tan enfrascado en ser perfecto que, a sí mismo se prometió que cada vez que fallaba en algo, tendría que hacer un castigo nada bueno, tanto para él mismo como para los demás.

La muerte de sus padres le dolió, claro que lo hizo, pero no pudo hacer de otra que aceptarlo. Era probable que esa fue la manera más dolorosa de querer olvidarse de ellos, aunque era imposible no hacerlo.

Desde que Aidan tenía memoria, siempre trataba de trabajar para guardar dinero y poder pagar una excelente escuela de enfermería y así hizo desde los dieciséis. Aunque prácticamente no podía trabajar a tan corta edad, hizo lo que pudo para entrar de mesero a uno de los mejores restaurantes de la zona en la que vivía.

Su vida iba cobrando cada vez más sentido, aunque habían muchos obstáculos en el camino, él logró pasarlos con esfuerzo y dedicación. Aidan sabía que lo estaba haciendo muy bien y que incluso, presentía que podía inscribirse a la escuela de enfermería a los dieciocho años sin falta.

Hasta que, llegó el tan esperado día del ojiverde. Estar ahí, en la puerta de la escuela, con su mochila y un tanto nervioso, entró al paraíso para él. A decir verdad, era una escuela muy normal como otras, solo que en esta habían más aulas y una en especial le llamó la atención: anatomía.

Él no se iba a preocupar por ir a casa de sus tíos y volver, esta escuela tenía sus propias habitaciones para los estudiantes. Ya todo estaba controlado dentro del plantel, era algo que también lo beneficiaba.

Caminó a la dirección, intentando hacer los nervios a un lado y querer hablar con normalidad. Para Aidan, el término "socializar" no se le daba muy bien. En su vida había tenido un amigo, él era su oso de peluche. Ese fue algo como amigo más cercano que pudo tener Aidan en sus dieciocho años de vida. Y también era para los adultos, él era muy nervioso en estos casos, pero sabía controlar su ansiedad y timidez a toda costa para no arruinar el punto en el que llegó.

Tocó la puerta dos veces, esperando ser escuchado y un permiso del otro lado en la encerrada habitación, y así fue, al tenerlo, abrió la puerta encontrándose al director en su escritorio, este al verlo lo saludó amablemente.

---- Buenos días Aidan ---- mencionó con una sonrisa ----. ¿Cómo te sientes en esta nueva escuela?

Aidan exhaló profundo y sonrió.

---- Un poco nervioso sí, no le voy a mentir, pero haré lo que pueda para llegar a graduarme como enfermero. ---- sonrió igual de amable.

Tuvo una bienvenida agradable por parte del director. Después de unos minutos hablado sobre las reglas, este le dió las llaves de habitación y equipo con el que estaría. Aidan al pensar en ello, se hizo un desorden mental y comenzó transpirar un poco, dentro de él se había dicho una y mil veces que eso era de niño y que debería de relajarse.

Con una sonrisa se retiró de aquella fresca oficina. Según las palabras del director, las habitaciones desde la Y hasta la Z se encontraba en el último piso. Este ya cansado de subir tres pisos más, llegó al piso en el que se quedaría los días de semana. Con su respiración pesada, fue yendo de puerta en puerta mientras veía el número de su llavero.

𝐎𝐧𝐞 𝐬𝐡𝐨𝐭.Where stories live. Discover now