Glenn

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 Todavía no era capaz de asimilar todo lo que había escuchado, mucho menos la última parte. ¿Mi padre estaba muerto? ¿Marko lo había matado y se había erigido como alfa de la familia? Era absurdo, no podía ser verdad. Era a mí a quien quería muerto y bajo tierra, no a mi padre.

Pero Louis Linheart te apoyó y aprobó que fueras su sucesor. Te escogió a ti y no a Marko validando los duelos con todos tus hermanos.

Desde que llegué a la residencia Linheart, mi padre había demostrado sin ambages que me prefería a mí ante sus otros hijos, porque era el fruto del amor que sentía por Sofía Olmedo. La que debería haber sido una aventura, había resultado ser algo más y la prueba tangible del amor que le tenía, y que le seguía teniendo incluso después de su muerte, era yo. Pero yo era un bastardo, un hijo fuera de las leyes y costumbres de los licántropos. Yo era un híbrido y a los híbridos se los mataba antes o al poco de nacer, no se los permitía vivir y mucho menos gobernar una familia. ¿Cuántas veces se lo habían recriminado? ¿Cuántas veces mi padre había debido encararse a quienes se oponían a mi existencia?

Pero su rebeldía había llegado a su fin. Él había dejado de existir.

Y todo por mi culpa.

—Glenn.

La voz de Misha parecía tan lejana a pesar de tenerlo a pocos pasos de mí. Tampoco se me hacía más real a pesar de tener la mirada fija en él. La aparté para observar a Konstatin Egorov.

—¿Por qué? —murmuré sin ser capaz de decir otra cosa. Mi mente era un torbellino de pensamientos y mi alma estaba atribulada por un torrente de emociones que amenazaban con engullirme.

—¿Habría cambiado algo si yo o Misha te lo hubiéramos contado?

Quise contestar que sí, que por supuesto que habría cambiado algo. ¡Todo! Había tenido a Marko tan cerca dos días atrás, lo suficiente como para haberlo matado. Y, de haberlo hecho, Louis Linheart estaría vivo. Y seguramente muchos más licántropos también lo estarían. Ya era suficientemente malo que ni mi padre, Noel u otro de sus betas no me dijeran nada de las intenciones de mi hermano, ¿pero Misha? ¿Por qué no me lo había contado? ¿No me había sincerado con él? ¿No le había abierto mi corazón? Le había hablado de mi madre, de mis problemas en la manada principal... De mis dudas, de mis temores... ¿Por qué? ¿Cuánto más debía perder hasta que fuera mi turno? ¿Cuántas veces iban a romperme antes de rematarme?

Incapaz de seguir allí, de mirarlos, di media vuelta y me marché a toda velocidad. Necesitaba salir de ahí. Me estaba ahogando. Necesitaba aire. ¡Quería desaparecer!

—¿Glenn? ¿Qué te pasa?

Liam, a pocos pasos de mí, me sujetó por los hombros para detenerme. Acababa de pasar frente a la habitación donde dormíamos y Liam, al advertir que había salido, me estaba esperando en la entrada. Miré por encima de su hombro. Josh y Lyonya seguían durmiendo. Zara también, aunque Dasha estaba despierta, mirándome, al igual que el resto de vampiros, Tara, Derek y Lehanna. Dimitri se levantó y dio un paso hacia nosotros.

—Quiero salir de aquí —musité. Me hormigueaba todo el cuerpo y reprimí las ganas de zafarme del agarre de mi beta.

—¿Salir? ¿Pero por qué? ¿Qué ha ocurrido?

Demasiadas preguntas y demasiado poco aire para respirar.

Me ahogo.

—¡Glenn!

La voz de Misha. Su olor. El latido de su corazón. Su mano intentando entrelazar nuestros dedos. Liam dando un paso atrás. Yo golpeando a Misha. La espalda de él golpeando la pared. Mi respiración agitada. Mi cuerpo temblando, desmoronándose. Y la culpa... la culpa haciéndome pedazos.

—¡No me toques! ¡Mi padre está muerto por tú culpa!

Todos contuvieron el aliento por mis palabras. Sentí a los míos tensarse y a los vampiros mirarse los unos a los otros.

—Glenn —de nuevo la mano de Liam en mi hombro en un vano intento por calmarme. Porque el corazón parecía estar al borde del colapso y mis pulmones parecían a punto de reventar—. Cálmate.

Esta vez lo aparté, golpeándole la mano con fuerza. Tanta que supe que le había partido la muñeca incluso antes de que él siseara de dolor. Antes de ver la confusión en sus ojos verdes.

—Cállate, traidor. —Mis feromonas de alfa hicieron efecto rápidamente y Liam cayó al suelo de rodillas, incapaz de levantarse si yo no lo deseaba—. ¿Tú también lo sabías, verdad? Sabías que mi hermano planeaba asesinar a mi padre. Pero, claro, cómo no ibas a saberlo siendo hijo de Noel.

Liam, desde su posición, me miró sin pestañear y sin decir palabra. Tampoco es que hiciera falta: su silencio era la mejor confirmación.

—No habría cambiado nada el que estuvieras al corriente, Glenn —intervino Misha. Se había acercado a mí un par de pasos por detrás, con los brazos en alto en señal de paz. Pero yo no quería ni paz ni tranquilidad, solamente quería salir de ahí y gritar hasta que todo lo que me estaba atormentando me dejara seco y vacío.

—¿Ahora además de vampiro eres adivino?

Di dos pasos hacia él y lo estampé contra la pared. Sentí la presencia de Dimitri, hostil, tras de mí, preparado para separarme de su amo.

—¡Quieto, Dima!

Él se detuvo y yo pegué mi rostro al de Misha.

—¡¿Tan poco confiáis en mí, tan débil soy como para que no me toméis en cuenta?!

—Eso no es cierto.

—¡Sí lo es!

Una oleada de energía, algo que no sabía ni que poseía, salió de mi cuerpo, golpeando a todos los que estaban a unos tres metros de mí, desestabilizándolos, dejándolos casi sin poder respirar.

—¡Sólo soy un cachorro para vosotros, poco más que un niño que sabe comprender lo justo y necesario! ¿Para qué, entonces, contarle lo que en verdad buscaba mi hermano? Solo os importa una cosa, una solamente: la maldita paz. Y no importan los medios y quienes deban caer para conseguirla, ¿verdad Misha?

Él negó con la cabeza.

—Podría haberlo evitado —proseguí, las lágrimas saliendo de mis ojos a borbotones —. Tuve a mi hermano tan cerca, a unos pocos metros. Podría haberlo matado en aquel preciso instante y todo habría acabado. Mi padre estaría vivo y los míos a salvo. Pero te escogí a ti y a los tuyos en vez de a mi familia, porque te quiero y lo eres todo para mí. Pero para ti no es suficiente. Yo nunca voy a ser suficiente.

—¡Pues claro que eres suficiente!

Entrecerré lo ojos.

—No te creo.

Lo solté y me aparté, alejándome. Pero me detuve una última vez.

—Al final será verdad que lo nuestro es imposible. Que vampiros y licántropos estamos condenados a matarnos mutuamente.

No me importó ver su rostro demudado, el sufrimiento en sus facciones, las ligeras lágrimas que abandonaron sus ojos. No me importó nada.

Salí al exterior y el viento helado me rodeó en un abrazo punzante, penetrando en mi piel y en mis huesos. Fue entonces cuando grité. Grité con todas mis fuerzas sin importar asustar a quienes estaban de guardia. Sin importarme si nuestros perseguidores nos hallaban. Todo estaba acabado. Terminado. Telón. Fin de la partida.

Nada tenía sentido, todo había sido en vano. Las vidas de Kenneth, Carter, Valerio y Maya se habían perdido para nada. No, me dijo una voz, todo no ha sido inútil. El rostro de Zara y su vientre abultado aparecieron en mi mente. Ella y su bebé nonato seguían respirando y estaban relativamente a salvo. Si me marchaba, si los dejaba a ellos y a los demás con los vampiros... Alcé la vista al cielo. Había gruesas nubes que tapaban partes del cielo estrellado y la luna creciente. Todavía tenía promesas y juramentos que cumplir.

Aunque hubiera llegado al fin de la partida, todavía me quedaba un último movimiento antes de que la pantalla se fundiera en negro y aparecieran las letras GAME OVER.

Alfa. Seducción peligrosaWhere stories live. Discover now