XLVIII- Templar la Calma

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Como tres días habían pasado desde que Kayn se situó en el interior del circulo creado con velas negras, o al menos eso creía al haber perdido un poco la noción del tiempo

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Como tres días habían pasado desde que Kayn se situó en el interior del circulo creado con velas negras, o al menos eso creía al haber perdido un poco la noción del tiempo. Aun recordaba su conversación con Zed antes de llegar al momento en el que se encontraba ahora:

—¡Maestro, al hablar de armas, domino cualquiera que tenga en mis manos como una extensión de mi cuerpo!

—Eso lo sé, Kayn. —Contestó el peliblanco mientras revisaba el estado de sus cuchillas, pero tras un segundo la dejó sobre un estante y se giró hacía su pupilo. —Pero imagino que no has venido a mi con el deseo de presumir en vano.

—¡No, siempre nos ha dicho que si deseamos mostrar algo, sea a través de las acciones y no de las palabras que solas no consiguen nada! —Respondió el joven de quince inviernos tajante.

—Bien, ahora te quiero oír yendo al punto. —Asintió el maestro satisfecho.

—¡Quiero entrenar mi voluntad! —Pero antes de que Zed pudiese decir algo, añadió un comentario rotundo. —¡Pero quiero algo desafiante, nada de meditaciones o paciencia, un método que ponga a prueba mi mente en supervivencia!

Zed lo miró con seriedad, sus ojos se clavaron en el rostro del antiguo noxiano que antaño intentó atacarlo con una guadaña oxidada y no vio duda en él. Kayn, conociendo esa forma de analizar de quien le dio un hogar, guardó silencio como no solía hacerlo. Para el líder de la Orden de las Sombras solo quedaba saber si el chico sería capaz de afrontar el reto.

—Sígueme.

Dos noches después, con el sol iluminando los árboles cercanos, Kayn divisaba muy bien a las tres figuras que se encontraban apoyadas en el tronco más grande. Las tres mujeres que destacaban por sus figuras esbeltas, curvilíneas y cubiertas con solo unas plantas, no dejaban nada a la imaginación.




Sus pieles que denotaban tintes de hojas, musgos y vides brillaban a la luz resaltando su naturaleza mágica, seres conectados al plano espiritual que no dejaban de juguetear entre ellas. Tocándose y susurrándose mientras veían en su dirección.

Para Kayn el tiempo era algo lento, el mejorar su entrenamiento en la Orden siempre fue una prioridad, pero el hecho de tener un deseo tan cerca a menos de cuarenta pies, donde las ninfas continuaban incitándolo a ir con ellas. Había despertado una curiosidad a la que pocas veces le prestaba atención. Sin embargo, las palabras de Zed las tenía grabadas a fuego:

"Ellas te llamarán, sus voces serán como miel, y lo que verás podrá ser un paraíso, seguro que lo es. Pero si vas con ellas, serás una marioneta del bosque. Abandonaras todo por algo que te será momentáneo, una derrota ante entidades que al final, no les importas pues solo serás uno más".

Gracias a ese recuerdo aun a pesar de lo mucho que había visto, y si que había visto cosas en todo ese tiempo, el joven se mantuvo en el interior del círculo, solo podría salir una vez que estuviesen apagadas.

La cuarta noche, con sus provisiones ya agotadas y la manta húmeda por la intemperie, Kayn se percató que una de las ninfas se acercaba a él. Una que al tenerla cerca podía ver en su cuerpo como unas venas amarillas la recorrían, su marcha continuó hasta quedar a tres pasos de las velas.

—Eres un chico interesante. —Le escuchó decir con una voz suave, lenta y seductora.

—¡Lárgate! —Se limitó a responder Kayn.

—Awww, ternura. —Contestó la ninfa agachándose con lentitud, dejando que sus rodillas se juntaran en su pecho, un dedo índice se apoyaba en su mentón mientras se mordía el labio. —Eres tú el que ha venido hasta aquí, el único que no pertenece a estas tierras.

Kayn podría haber apartado la vista, cerrar los ojos, pero sentía que si lo hacía, sería una derrota personal tan grave como dejarse llevar y abalanzarse sobre ella.

—¡Veo que solo vienes a decir lo que sé!

—¿Y te gusta lo que ves? —preguntó la ninfa dejándose caer con gracilidad en el suelo, para luego con un movimiento fluido elevar su cadera mientras su pecho se mantenía en la hierba.

—Sí. —Le escuchó al joven, y al oírlo una sonrisa afloró en ella. —¡Sería estúpido negarlo!

—El que no mientas te hace más atractivo, la mayoría trataría de hacerse el duro o negarlo. —Continuó la ninfa tras una pequeña y ligera risa. —Ni si quiera intentas ocultar el entusiasmo que provocamos en ti, dime, ¿por qué venir hasta aquí solo para ver y no hacer nada?

Kayn suspiró, el que ella se siguiese moviendo adoptando distintas posturas lo distraía, sentía el impulso de sus manos de querer estirarlas para alcanzarla y acariciar su piel con sus dedos. En su corazón lo deseaba, pero por detrás su mente tenía grabado en hierro un "no" que gritaba sin pausa. La ninfa se había acostado de lado, mostrándose apoyando su cabeza en su mano y la otra reposaba cerca a su intimidad, donde a cada segundo, la acercaba poco a poco.

—Para...

Cuando estaba respondiendo, la ninfa había terminado de alcanzar su objetivo y sus dedos se encontraban estimulando su cuerpo, pero solo en la superficie sin ir más allá, sin prisa, dejando escapar pequeños suspiros.

—¡Veo que... logré... distraerte! —Comentó la ninfa susurrando sin detenerse entre pequeñas pausas.

—¡Sí... pero no sucederá dos veces! —Replicó Kayn furioso consigo. —¡Estoy aquí para fortalecer mi voluntad!

Habiendo centrado su atención en la mujer que tenía al frente, sin desviar la vista de su rostro, el pupilo sombrío no se dio cuenta de que las otras dos ninfas ya estaban cerca.

—¡Que adorable! —Comentó la de pelo más corto. —Será un placer ayudar en tu entrenamiento. —Acto seguido después de pronunciar esas palabras, las dos recién llegadas se unieron a su compañera en el acto apasionado.

Las tres comenzaron a besarse, rozar sus labios entre ellas y acariciarse sin ningún pudor, acostumbradas a estimularse disfrutando el momento. Cada tanto le dedicaban miradas y hacían gestos en dirección al chico, esperando que se uniera a ellas.

Kayn ardía para sus adentros, se encontraba al borde, pero se decía a si mismo una y otra vez que si lograba superar esa prueba, en el futuro podría llegar a enfrentar cosas peores. Seres mucho más terribles y sanguinarios que unos espíritus del bosque. 

Las velas sugirieron ardiendo durante horas, hasta apagarse por completo dando por finalizado el entrenamiento. 

Fin.

Runaterra: Pluma y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora