Parte 4

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Jacaerys leyó la última carta de su hermano. Usando tanta decoración risueña, Lucerys le contaba en pocas palabras había conseguido cierta "tregua" con Aemond trás llevar a Criston hacía Dragonstone, y presumía ahora logró enseñarle a Aemond a nadar. En varios párrafos se desviaba dedicando varias palabras mencionando Aemond se volvía un omega hermoso.

Dobló la carta, y la guardó en el cajón lleno de otras más, rebosando de ellas luego de tres años viviendo en la fortaleza roja, ya no como el príncipe Jacaerys, ahora era considerado otro omega, con el desafortunado destino de estar prometido a Aegon Targaryen.

Sin embargo, no fue tan malo. Luego de volverse casi su familia, Alicent dejó de verlo igual a un pecado andante, y lo instruyó con Baela ella misma, especialmente ansiosa temiendo Aegon intentara tocarlo inapropiadamente sin estar aún casados.

Pero a Jacaerys ya no le preocupaba eso. Criston Cole ahora servía a Aemond, entonces Aegon pasó a ser su instructor. La mayoría de las lecciones se resumían en burlas amistosas mientras Aegon le explicaba todo, y si lo hacía lo bastante bien no sólo volaban juntos, también comían juntos en el patio burlándose de los sirvientes igual que antes de ser el omega de alguien.

En contra de los miedos, Aegon no intentó propasarse. No con él. Jacaerys sabía cuando su alfa desaparecía todo el día para recibir un regaño de Alicent en la noche por faltar a su omega, se debía a visitar algún burdel, aunque Jacaerys le restó importancia. En especial porque luego de esos reclamos Aegon iba a su habitación, besaba su frente, y le dejaba regalos.

Claro Alicent no podía estar vigilando todo el tiempo. Su nuevo lugar como reina regente le quitó mucho tiempo, entonces no podía estar al pendiente cumplieran bien las reglas. Pero quién más le preocupaba no era Aegon.

Recientemente Baela y Helaena habían sido vistas en una habitación por la noche, usando sólo camisolas, y se besaban apasionadamente. Algo curioso si consideraba Jacaerys recordaba su tía solía huir del contacto físico.

—Jace, ¿Vamos al orfanato ahora?– Baela interrumpió sus pensamientos, sentándose al frente suyo.

El castaño asintió. Era parte de los deberes reales ver por los orfanatos, de las primeras cosas que le fueron instruidas desde que pusieron un pie en la fortaleza roja exhibiendo una marca. Cerró su libro, y alzó la vista, curioso.

—¿Puedo pregustarte algo... Quizá vergonzoso?

—¿Qué?– Baela imitó el tono susurrante, inclinandose en su dirección.

—¿Cómo se siente un beso?

—Es...– Baela sonrió mordiendo su labio inferior– Se siente caliente.

—¿Caliente?

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La respuesta de su amiga no abandonó todo el día su cabeza, curioso sobre por qué algo así sería agradable. Una quemadura no era agradable, el calor tampoco. ¿Por qué sentir algo abrasador incluso convencería a Helaena olvidar cuánto le aborrecía el tacto?

Distraído, terminó despertando al percibir alguien acomodaba el cuello de su camisa. Levantó su cabeza, encontrando a la reina esmerada en hacer se vieran elegantes.

—¿No te pasó nada?– Preguntó ella.

—No...

La mujer suspiró aliviada, y siguió el mismo trabajo con Baela, antes de recibir a sus hijos en el vestíbulo.

—¡¿Qué te pasó?!– Jacaerys se apresuró al lado de Aegon.

El alfa encogió los pálidos hombros, respirando hondo con dificultad. Su frente se hallaba húmeda, y cada paso dado era inestable. Revolvió los cabellos castaños.

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