XVII

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Las corrientes de agua fluían en abundancia, se debe al cambio de clima que trajo consigo el invierno, lo más importante es que algunos animales podían sacar provecho de la temporada.

Tal es el caso del castor que es una de las pocas especies que queda, al ser un animal semiacuático tuvo mucha resistencia en la deformación de su hábitat natural, eran inteligentes, se conforman por manadas en las zonas húmedas y temperaturas bajas. Tenían la posibilidad de construír represas creando diques para elevar el nivel del agua en ciertas zonas, de esta manera inundar dicha zona para proteger sus madrigueras de los depredadores. Claro que al tratarse de un herbívoro, su dieta no había sufrido muchos cambios, al menos no directamente.

Sin embargo, en la cadena alimenticia y la ley de la naturaleza, se encontraban en la parte inferior de la pirámide. Es por eso que cuando el castor macho se dirige al agua para llegar a su hogar, no se percata de que está siendo acechado por una especie mucho más inteligente y hambrienta.

Jimin sale de su escondite en una fracción de segundos sin darle tiempo al roedor de escaparse, clavándole la navaja con todas sus fuerzas en la gruesa cola que es la parte más pesada.

Le provoca un chillido de dolor inmenso cuando lo sujeta de la piel del cuello para levantar al indefenso. Sus amarillentos ojos observan la vida desapareciendo al volver a incrustar la misma navaja en su garganta, la sangre no tarda en filtrarse y huele bien. Continúa abriendo, es un corte lento pero limpio que baja hasta la panza, sonríe haciendo notar sus colmillos al observar que su carne es roja.

No espera a que se encuentre totalmente muerto, es consiente de la agonía que le provoca pero es más consiente de que ha conseguido carne fresca para alimentar a su manada, su familia.

Tiene que ser rápido y debe estar atento a su entorno, la sangre puede atraer a los infectados en una distancia de metros a la redonda. Abre la mochila que lleva en su espalda para guardar la comida, ha conseguido agua limpia también y está muy satisfecho con su trabajo.

Realmente su apetito es inmenso, podría comerse la carne solo si lo deseara, su cuerpo lo necesita, sus entrañas se retuercen con apenas olfatearlo pero su mente dispersa aquél instinto primitivo para reemplazarlo con la imagen de sus pequeños que lo esperan con ansías.

No sólo tiene que ser rápido sino cuidadoso, no lleva zapatos pero si gruesos pares de calcetines que facilitan sus pasos en el suelo donde las hojas, las ramas y las piedras crujen con el mínimo movimiento.

Ha estado bastante perdido en su cabeza al punto de que no se reconoce, pero eso no quita que se haya olvidado de sus responsabilidades. Se adentra a los bosques fríos y contaminados esperando no cruzarse con ningún infectado en el trayecto que le queda, es corto.

En poco tiempo distingue a la lejanía el árbol donde se encuentran, su tamaño es resistente y su altura ideal para que ningún peligro se asome, es por eso que se tarda lo suficiente para escalar con precaución. Quizás era un lugar frío, casi helado pero era seguro. Eso es suficiente para él.

Jyo está sentado, al parecer descansando sus ojos cuando lo siente llegar, de inmediato las mantas con las que está cubierto son retiradas para dejar ver a dos pequeños con ojos adormilados, están apunto de soltar alguna palabra pero es más rápido al colocar el dedo sobre sus labios, recordándoles que deben hacer silencio.

Los tres pares de ojos miran con detenimiento cuando Jimin saca de la mochila el animal muerto. La boca se les hace agua viendo la manera en la que Jimin desprende la capa de piel gruesa, les servirá posteriormente para cubrirse del frío, separándola de la carne. Con ayuda del cuchillo comienza a cortar las extremidades inferiores, las patas traseras son arrancadas para quedarse con un trozo y darle el otro a Jyo, quien lo comparte con Jennie.

I N S I D EWhere stories live. Discover now