5

2 1 0
                                    

Habían pasado unas semanas desde que fuimos a comer Izan y yo. Después de ese día nos hemos distanciado un poco. Salíamos a los entrenamientos, cogíamos la moto y después si uno estaba en casa el otro estaba fuera. Y así sucesivamente durante semanas.

Hoy decidí salir a divertirme yo sola, sin preocupaciones ni distracciones. Tiempo para mi.

Decidí ir a un bar cerca de la academia para así no tener que conducir.

—Un ron cola, por favor—Pedí al camarero que había en la barra. Mientras me lo preparaban decidí ir a la pista de baile, donde hoy nadie me molestaría.

*Dos horas después*

—Perdona, vas muy borracha. He acabado mi turno si quieres puedo acercarte a casa.—Me dice amablemente el camarero que me había preparado todas las copas de la noche.

—P..pe...pero si.. voy pelfectamente—Le digo sentándome en la barra.

—¿Quieres que te acerque?

—No,m..e quedale un rato m..aas graxias.

Ya eran las 4 y media de la mañana, así que decidí volver a casa o por lo menos intentarlo.

Estaba todo oscuro,solo alumbraba la calle un par de farolas que había y funcionaban. No había coches y mucho menos gente.

Cuando llegué a la puerta del piso, saqué la llave e intenté por mucho tiempo meterla en la ranura, pero era imposible.

Hasta que alguien abrió la puerta.

—¿Qué mierda haces Marta?—Me pregunta Izan medio dormido, con solo un pantalón corto de nike.

—Iiintentaaar entral in the housee—Respondí súper obvia y me hice paso, apartándolo para entrar por la puerta.

—Marta no puedes llegar a las 5 de la mañana. Y menos borracha.—Me dice con tono fuerte y enfadado. Lo que hizo que se me quitará la borrachera de golpe.

—Tú no eres quién para decirme que debo o no debo de hacer. No eres mi padre Izan.—Le digo mientras intentaba esquivar su cuerpo para atravesar el pasillo y llegar a mi habitación.

—Lo sé. Pero ¿te estás viendo? Has estado seguramente solo en un bar lleno de tíos borrachos y por las pintas que tienen tus zapatillas habrás vuelto andando. Solo me preocupó por ti.

—No, no hace falta que nadie se preocupe por mi.—Le digo y me hecho en la cama para así dormir.

—Todos necesitamos que alguien se preocupe por nosotros rubia.—Me dice y se va por la puerta dejándola abierta.

Me levanté a las 1 de la tarde, y me dirigí con la mano en la frente por la resaca hacía la cocina.

—Buenos días—Escucho unas voces a mis espaldas. Me giro y ahí estaba media familia.

—¿Qué hacen ustedes aquí?

—¿No podemos visitar a nuestro pequeño moco?

—Nunca me visitan.—Les digo girándome hacia Izan para que me diera así respuestas.

—Solo veníamos a ver que no habías muerto M—Dice mi padre.

—Por las pintas que veo, ¿ayer la noche estuvo buena no hermanita?—Me dice mi hermano mayor.

—Nada, solo salí a tomarme una copa sola. ¿Llegue a casa a las 10?

—Es mentira, vino borracha y diciendo estupideces a las 5 de la mañana. Y encima no podía ni meter la llave en la ranura.—Dice en bajito Izan detrás de mí.

—Cállate Izan.  No te metas en conversaciones ajenas.

—Solo digo la verdad.

—Pero por favor Marta Dolores Ruíz López un poquito más de madurez.—Dice mi madre con un tono muy enfadado.

—Bueno María vamos a dejar que la niña se divierta. Pero la próxima vas con Izan, o no vas a ningún lugar. Capichi?—Dice mi padre intentando calmar la tensión.

—Capito.

—Bueno a lo que veníamos, tenemos que volver a irnos Marta. Pero ahora todos. Estarás tú sola llevando todo esto.—Dice mi padre.

—¿Y por qué os vais todos y me dejáis a mi SOLA?—Digo mientras mi madre se levanta y se acerca a mí tomándome la mano.

—La abuela está muy enferma cariño, dicen que no va a salir de esta amor.—Cuando mi madre termina la frase mis oídos empiezan a pitar, no puedo respirar, no puedo moverme.

—Debemos irnos, M. El avión sale en 10 minutos. Cualquier cosa llámanos vale peque?

Llevo desde que se fueron de casa en la cama sin parar de llorar. No puedo creer como una persona tan importante para mí vaya a desaparecer en cuestión de días u horas. Y encima que mi familia me dejé aquí a cargo de todo, sabiendo lo que la yaya significa para mí.

Tocan la puerta y se asoma la cabeza de Izan—Perdón, ¿Puedo pasar?—Pregunta mientras entra por la puerta.

—Ya estás dentro.—Le digo mirándolo.

—Perdón

—Nada Izan, nada.

—¿Puedo?—Dice señalando la cama.

—¿Por qué tantas preguntas Izan?—Respondo, y en cuestión de segundos siento el calor detrás de mí de Izan abrazándome.

—Perdón.

—¿Puedes parar de disculparte?

—Perdón.

—Izan.

—Perdón, es que me sale solo.—Dice y yo rio por lo bajo.

—Sabes, te echo de menos.—Le digo sin pensar.

—Rubia, vivimos en la misma casa.¿Cómo me vas a echar de menos?

—Estoy muy agusto contigo. Con tu hermano siempre eran tensiones constantes. Y no paraba de querer hacer cosas.

—¿Entonces fuisteis algo?

—Yo quería, pero el no bueno, no quiso. Dijo que solo le quería para ganar fama. Que sabía que también iba detrás de otros mientras hablaba con él. Pero no era así.

—¿Sabes? Nunca he tenido una buena relación con mi hermano. El siempre ha sido el favorito de mis padres. Él siempre ha tenido toda su atención, por eso me mandaban y me mandan a campamentos. Para librarse de su hijo no deseado.

—¿Entonces?¿No quieres estar aquí?¿No quieres estar en la academia?

—Es el mejor sitio en el que puedo estar ahora mismo Marta. Aquí me dan oportunidades de ser alguien, aquí me quieren, aquí te conocí a tí.

Piloto a la vistaWhere stories live. Discover now