La gran cena

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Desde hacía un tiempo había roto sus barreras, había fantaseado descaradamente con cierto chico de pecas, y la broma desvergonzada solo dió riendo suelta a su imaginación. Aquella noche, después de su largo baño, se acomodó en su cama y se dejó llevar por el mundo de los sueños, con una sonrisa brillante y ni una pizca de vergüenza…

Aquella era una ocasión especial, llevaba tiempo reuniendo los ingredientes más exquisitos para su cena. Los mejores vinos, los mejores quesos, los mejores cortes de carne que el dinero pudiera comprar, todos dispuestos sobre la mesa bañada en oro que se extendía a través de la amplia estancia.

Disfrutó de ver a sus sirvientes moverse por la sala, saliendo y entrando con cacerolas, cubiertos y copas.

—¿Él está listo? —preguntó a una de sus sirvientas.

—Solo están arreglando los últimos detalles, mi señor —respondió la mujer.

Él sonrió complacido, no le gustaba esperar, pero esa espera valdría la pena, no solo por la cena exquisita, sino por la persona a la que tanto tiempo le llevó convencer de acompañarlo.

Solo unos minutos después la campana de su mayordomo rompió el ambiente con su tintineo. La orquesta, que se hallaba dispuesta en una esquina detrás de unas cortinas de color carmesí, comenzó a tocar las melodías de Vivaldi; esa fue la señal de la servidumbre para salir de la estancia, pues esa cena solo tenía lugar para dos invitados.

Las puertas se abrieron y el mayordomo anunció el nombre de ese héroe perfecto.

Sí, lo sobornó a acceder a cambio de una estatua hiperrealista de All Might en una de sus mejores batallas, pero tenía que admitir que cada centavo había valido la pena.

Deku apareció en el umbral, escondiendo el sonrojo de su rostro desviando la mirada. Fue delicioso verlo actuar tan tímido con la forma atrevida en que iba vestido. Para la ocasión, pidió un diseño exclusivo para él, un ceñido vestido de color nude con diamantes bordados al pecho, el ajustado corsé moldeaba de forma exquisita su figura. Altos tacones y una tiara de oro completaban su obra maestra.

—Ven querido, por favor, siéntate —invitó Aoyama.

Izuku sonrió tímido, pero avanzó por la estancia. Su anfitrión encabezaba la mesa de forma oval, Izuku se sentó a su izquierda, cruzando las piernas como una de las damas de la nobleza, al parecer Momo le había enseñado bien.

—Gracias por asistir a mi modesta reunión, querido —siguió su anfitrión, levantándose de su sitio para servir la cena de ambos.

—Gracias a ti por la invitación… yo… no sabía que tuvieras gustos tan exóticos… —murmuró tímido.

—Oh querido, esto es solo la fachada, hay tantas cosas que no ves ahora, pero si quieres podría enseñarte —invitó con una sonrisa oscura, cuando puso el plato rebosante frente a su invitado.

Al principio pareció que sería solo una cena normal, un poco de vino y luego Izuku podría ir a casa. Pero había intenciones ocultas tras los inocentes ojos azules, un propósito oscuro, y un hambre voraz por algo más que insípidos cortes de carne preparados por sus chefs.

Cuando Izuku terminó el vino que había en su copa, su anfitrión decidió retomar su conversación.

—Ya me enteré de esos pequeños problemillas que tiene el orfanato que tanto te esmeras en mantener —dijo restándole importancia al asunto—. Y sé de tus intenciones con el regalo que te ofrecí a cambio de venir, ese coleccionista a quien planeabas venderlo ya me lo contó todo.

Levantó la vista solo para complacerse con el terror que se instaló en esos hermosos ojos verdes, pero guardó silencio, esperando pacientemente la excusa que su postre pudiera ofrecerle.

Deseos nocturnos [Dekubowl]Where stories live. Discover now