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Sebastián

Ya íbamos en camino al edificio. La verdad el entrenamiento de hoy fue muy agotador, desde que llegamos hasta que nos fuimos. Los muchachos estaban feliz con un espacio amplio para entrenar incluso el entrenador —aunque no lo demuestre— estaba maravillado con la nueva cancha.

No tuve tiempo de acercarme a Ale en mis descanso, porque caí rendido en el suelo, solo la observé de lejos. Estaba con el abogado, primero me sorprendió verla interactuando con ese señor. La primera vez que lo conoció pude ver qué no le hacía gracia estar a su lado. Ahora la veo ser simpática, como si compartieran algo en común.

La volteo a ver, está concentrada conduciendo, mientras escuchamos música. Esos son nuestros mejores momentos en el coche, la música. Está tan concentrada que no se da cuenta que la estoy mirando.

Aveces me preguntó ¿Que pensará? Ella es una mujer muy buena para ser real. Además de ser buena madre conmigo.

No la merezco. Ella es demasiado para mí. Siento que soy un usurpador que está ocupando un sitio que no le corresponde.

Desde que Ale llego a mi vida como un rayo de luz, me siento bien. Pase doce años de mi vida en un orfanato. Bueno llego a los cuatro años pero se siente como una vida.

Nunca he hablado de como llegué aquel lugar, puede que quiera no recordar aquel día pero parece que fue ayer. Todos tenemos momentos de la vida que se nos hacen difícil de olvidar. Sin importar la edad.

Era de noche, iba de la mano de la señora que me dió la vida. Hacia mucho frio, —estaba a punto de llover—. Tenía demasiado frío. Solo llevaba puesto una pantaloneta que traspasaba el aire con una camisa color roja y sandalias.  Con sueño y hambre.

Ella lloraba y murmuraba cosas que no entendía demasiado, era muy joven. Su cabello rojo se movía con el viento, sus ojos verdes estaba hinchados de tanto llorar. Ella también sentía dolor..

Llegamos a un puente y ella se quedó quieta en el camino. Nos dirigió a la orilla.

— Mira —señaló con una sonrisa triste— el agua corre. Se llevaría todo este dolor....si solo.....—ahora se que trataba hacer.

—¿Mamá?

—¿Si?

— Vamos con abu. Tengo frío y sueño. —ella se agachó y me cogió en su brazos.

— No podemos regresar. —señalo de nuevo el agua— ¿Sabes? Dicen que después de el más allá...hay paz.

—¿Y comida?

— Mucha. —aseguro— podrías comer de todo.

—¿Y que hay que hacer?

Ella no respondió. Miraba el agua y después me miraba a mi.

—¿Confías en tu mami? —asentí. Dudo, ella dudo.

Y luego me dejó en el suelo y se arrodillo con las manos sujetas al barandal. Ella quiso terminar con nuestras vidas.

Pero no fue capaz.

Pasaron una que otra semana en la deriva, no teníamos dirección. Solo estábamos anclados en que llegaría un día que toda acabaría. Mamá decía que cuando encontrara el valor de hacer lo de la noche del puente, yo estaría en el lugar correcto.

La Adopción CorrectaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum