23. El verdadero rostro de la bondad

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Ella movía en círculos la pequeña cuchara en la taza floreada que le sirvieron en la cafetería. Aquel movimiento hacía desprender el aroma del café que había pedido mientras esperaba a la persona que ella había citado. No se preocupaba por la hora, tenía tiempo disponible para esperar. Dejó de mover la cuchara, la cual dejó en el plato que hacía juego con la taza, y bebió.

—¿En serio crees que puedo dejar mi puesto de trabajo cada vez que quieras, Lawrence? Tuviste suerte que mi jefe me dejó salir temprano de la oficina.

Una pelirroja tinturada se sentó frente a ella que la miraba como si esperara una disculpa. Lawrence sonrió.

—Me parece adorable que estés preocupada por cuidar tu puesto en Armstrong, agente Wells. ¿Esperas recibir mención por ser la empleada del mes?

La agente Wells rodó los ojos. —Pudrete. Sabes que si pierdo mi posición en Armstrong, no habrá quien aguante a Rogers. Aún me necesitan de infiltrada en la firma.

—Como dije, adorable —Lawrence le extendió la carta de la cafetería y le dijo—: Ordena lo que quieras, yo invito.

Wells la ignoro y dejó junto a la taza de Lawrence un sobre grande amarillo. Su grosor era mayor del que la pelinegra esperaba, más no emitió comentario al respecto.

—Ahí está toda la información que pude conseguir. La vida completa de la agente Elizabeth Grace Miller, su historial delictivo, su familia, su relación con los Linford, incluso sus amoríos esporádicos antes del agente Rogers.

Mientras Lawrence la escuchaba, ojeaba los papeles del interior del sobre. La primera página se trataba de un resumen de la trayectoria de la agente Miller con una foto tamaño credencial en la esquina superior derecha de la hoja. Las demás contenían toda la mina de oro que Lawrence había pedido.

—¿Alguien te descubrió? —Preguntó Lawrence a la vez que guardaba los documentos en el sobre. Ya tendría tiempo para revisarlos.

Wells negó y se cruzó de brazos mientras recargaba la espalda en la pared acartonada que separaba el espacio donde ambas mujeres se encontraban de la mesa de junto. Aunque eso no les daba la privacidad que necesitaban, la cafetería estaba lo suficientemente vacía para que pudieran hablar con plena confianza.

—Nadie sospecha nada —respondió Wells—, pero necesitas saber algo. La agente Miller está siendo protegida; así que, cualquiera que sea tu plan, piénsalo bien porque podría acabar mal. Miller es intocable para ellos.

Aquellas palabras fueron una dulce melodía para Lawrence.

—Entonces, la relación de Miller con los Linford es más que conveniente. Eso me encanta.

—Lo que sea —bufó Wells—, no importa lo que diga, harás lo que quieras.

Lawrence se encogió de hombros y miró a su acompañante por encima de la taza que llevó a los labios.

—Debo agradecerte que me advirtieras lo que Frank iba a hacer, de otro modo, no habría sucedido como debía. ¿Fox recibió la llave?

Wells ignoró el cambio abrupto de conversación, estaba acostumbrada a eso cuando se trataba de Lawrence.

—¿La tuya? La tiene, pero la de Rogers...

Lawrence asintió y miró fijamente a Wells, como si leyera cada uno de sus pensamientos. Para algunos, eso era intimidante. Lawrence era una de las mejores psicólogas que el FBI ha tenido jamás, conocía todo sobre todos en el Buró, y muchas veces lo usaba para cualquier beneficio de la agencia. Tal como lo hacía con Wells.

—La agente Miller tiene la llave de Rogers. —Wells no se sorprendió y Lawrence se dio cuenta—, pero eso ya lo sabías.

Wells asintió.

Operación Bloqueo [Operaciones Especiales #2]Where stories live. Discover now