CAPITULO XVIII

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La clase de hoy de Marchetti me dejo con muchas dudas, la verdad no entiendo nada de este tema y eso me frustra, no quiero quedarme atrás por no comprender bien y menos sentirme tan idiota a lado de gente que estoy segura que muchos de ellos si pudieron entender.

Sabía que necesitaría asistir a las clases extra y por más tiempo que lleve en ellas creo que esta será la que más deseo, no por verlo a él, tal vez si, pero la razón principal es que me quede claro lo visto en clase.

Llegue a su casa y para mi sorpresa no estaba.

Se queja de mi impuntualidad y él ni se presenta en su propia casa.

Entre sin tocar la puerta y estaba Vero sacudiendo unos adornos circulares que había en una mesa de madera.

—Buenas tardes Vero.— Ella se da la vuelta al verme y me sonríe.

—Disculpa, no escuche cuando llamaste a la puerta.—

No lo hice.

—No te preocupes, ¿sabes dónde está Andrew?— Indago.

—¿Vienes por lo de las clases, cierto?—

Asentí.

—El salió, me aseguró que no tardaría, si gustas tomar asiento para prepararte algo de comer en lo que llega.— Pone una de sus manos en mi espalda.

—¿Un vaso de jugo?—

—Claro que si, ahora te lo doy.— Camina hasta el refrigerador sacando la jarra con jugo de naranja.

Parece que tiene un gusto muy grande por la naranja.

El tiempo se me pasaba lento, los minutos pasaban y Andrew no llegaba, cuando estaba decidida a irme escuchó como la puerta principal se abre. Tenía su cabello revuelto, cargaba en su mano derecha su celular, dejó las llaves en la mesa y sin saludarme lo veo entrar por una puerta que las escaleras cubrían.

—Creo que tuvo un día apurado.— Dice Vero.

Dejo el vaso en la barra y voy detrás de él, no creo que sea la mejor idea pero me molestó que aparte de que llegara tarde no me saludé, como si no existiera. Me adentre y era una oficina, un escritorio grande, varios reconocimientos colgados a nombre de él, estantes de libros en las paredes y un olor muy agradable a café.

Se encontraba sentado tallando con su pulgar y el índice sus ojos.

—Buenas tardes Andrew.— Me acerqué.

—Siéntate y empecemos.— No se molesta en mirarme.

¿Ahora que le pasa? Es un malhumorado de la nada.

Le pedí que me explicara el tema que hoy se vio en clase, acomodo el libro en la página y habló, señalaba algunas cosas que eran importantes y yo iba subrayando a petición de él.

De repente me sentía aburrida, deje de prestar atención y ahora todo se me hacía en cámara lenta, subí mi mirada a sus labios que no dejaban de moverse, se veían muy apetecibles, quería devorarlos, sentirlos en los míos, morderlos y poseer de ellos.

—Quiero ver si con explicación es suficiente.— Me saca de mis pensamientos perversos.

No comprendí nada, estaba embobada viendo sus labios.

Andrew saca una hoja con varios reactivos, toma una pluma y veo escribir algunos datos en esta.

Fije mis ojos en sus manos grandes, sus venas marcadas por cada que apoya la pluma en esa hoja, mi imaginación volaba y ahora deseaba que me tocara, necesitaba sentir el tacto y la fricción que este hace con mi piel.

Tú eres mi secreto (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora