IV

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Marlene se veía bien, se veía demasiado bien y a Dorcas le molestaba mucho porque ¿Cómo te ves tan bien estando ebria? Pero Dorcas también se veía genial, y eso a Marlene también le molestaba.

—Te odio. —dijo la rubia.

—Volvimos a la normalidad. —respondió sarcástica Dorcas.

De reojo se miraron, siguieron en silencio hasta que Marlene se soltó el cinturón.

—Ponete el cinturón. —pidió Meadowes.

—Obligame.

Con un suspiro estacionó el auto en un costado antes de estirarse sobre la rubia para colocar el cinturón, pero repentinamente sintió unas manos en su mandíbula y a penas segundos después unos labios sobre los suyos.

Correspondió casi por inercia ¿Por qué no besaría a la chica que le gustaba? Pero el sabor a cerveza y fernet respondieron aquella pregunta, alejandola de su felicidad.

—Estas borracha. —dijo al fin, terminando de poner el cinturón. —No te voy a besar estando borracha, Mckinnon.

—Pero...

—No.

Gracias a que el universo y las estrellas se apiadaron de Dorcas, a penas quedaban cuadras para llegar al edificio, pero Marlene no parecía poder subir sola.

Tuvo que frenar el auto y bajarse, abrió la puerta y alzó a la rubia, que era unos centímetros más baja que ella, para no perder tiempo y la metió al ascensor.

—¿Que piso?

Marlene tocó el botón cuatro, haciendo que empiecen a subir. Ambas miraban al techo, paredes, suelo, a cualquier lado que no sea la otra, no podrían.

—Dale, vení. —Dorcas ayudó a su... no sabía que eran, a entrar a su casa.

Pero Marlene decidió jugar. —Ayudame a cambiarme, no puedo sacarme el top sola.

Dorcas respiró profundo antes de ayudar a la rubia con su ropa, la falta de corpiño la tomó por sorpresa, tuvo que hacer fuerza y mirar para otro lado mientras la ayudaba a ponerse la remera del pijama.

—Me voy a mí casa, Marlene, come algo cuando te levantes y tomate una aspirina.

—¿No te querés quedar?

—¿Y que mañana me eches a las patadas? Prefiero dormir cómoda en mí cama, pero gracias por la oferta.

Salió de la pieza y se cruzó con Sirius.

—¿Dorcas?

—Buenas noches, tu amiga está en su pieza.

Sirius asintió de manera confundida mientras la pelinegra escapaba de allí y subía al auto en dirección a su casa. Esa noche no pudo dormir mucho.

Se dedicó a seguir estudiando, tenía que aprovechar cada segundo, ser doctora no se le daría fácilmente. A si que en la laptop comenzó a matar su vista leyendo PDF's.

Eran las ocho de la mañana cuando su celular sonó, ella seguía sin haber dormido un segundo.

Llamada entrante de Ros(ier)a💗.

—¿Qué?

—¿Cuantas horas llevas sin dormir?

Dorcas realmente no recordaba cuando había sido la última vez que realmente durmió.

—¿Cuentan dos horas de sueño?

RING (Dorlene)Where stories live. Discover now