Prólogo

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La noche se había vuelto fría y despiadada absorbiendo todo con su espesa negrura. La torrencial lluvia me golpeaba sin clemencia haciendo que el frío me calara hasta los huesos. Los relámpagos iluminaban todo a mí alrededor, seguido de truenos que retumbaban en mis oídos dolorosamente. La rama del árbol en la cual me encontraba se estremecía con fuerza a causa del incesante viento.

A lo lejos, a través del ventanal acristalado, tendida sobre su cama y bañada por la brillante luz de su habitación, se veía una silueta semidesnuda la cual podía detallar a la perfección a pesar de la distancia.

Sinceramente vigilar no me gustaba para nada y menos bajo estas condiciones, pero con vistas así me podría acostumbrar fácilmente. Quizás debería apartar la vista y darle un poco de privacidad puesto que no representa ninguna amenaza, pero a quien quiero engañar, nunca he sido un caballero. Así que me quedo contemplando cada movimiento que hace al gesticular a causa de la conversación que mantiene a través del teléfono, o al articular cada palabra que sale de sus carnosos labios, y así sigo por largos minutos, detallando cada lugar de su anatomía...

—Ya está hecho —dice la figura que me mira desde abajo, la cual me hace apartar la vista y volver a la realidad.

—¿Quedó algún rastro? —pregunto centrándome en el asunto por el cual nos encontramos aquí.

—No, pero todo quedó hecho un desastre.

Asiento con la cabeza sabiendo de antemano que esta noche nada iba a resultar fácil...

Un movimiento casi imperceptible proveniente de la habitación me hace dirigir mi atención hacia allí, pero lo que detallo hace que mi corazón se detenga por fracciones de segundos para luego echarse a andar a toda marcha, y es que al enfocar mi vista me encuentro directamente con unos ojos angelicales que me absorben completamente causándome un mar de sensaciones, y aunque sé que no pueden notar mi presencia me siento completamente vulnerable ante ese gris tan claro como la luz de dos estrellas que se asoman en un cielo nublado.

«—El día que mires a esa persona a los ojos lo sabrás —el recuerdo de esa voz cansada me invade de golpe.

—¿Cómo lo sabré? —pregunto en busca de más información.

—Lo sentirás aquí y aquí —responde señalándose con dos dedos su cabeza, para luego dirigirse directamente a su corazón».

Salgo de ese recuerdo solo para darme cuenta, de que a pesar de que todo el tema relacionado con ello me intrigaba, nunca lo busqué, es más, nunca lo quise para mí, porque sencillamente te vuelve vulnerable, dependiente del bienestar de otra persona. Y mirándola fijamente quedo convencido de que ella no es lo que esperaba, tan débil, tan frágil, tan incapaz de defenderse sola.

Mi estado de ánimo se oscurece rápidamente causándome una rabia profunda, la cual me convence de que voy a hacer lo imposible porque prefiera estar muerta que a mi lado...

Un fuerte estruendo me pone en guardia y me hace buscar de donde proviene, observando como la enorme rama de un árbol impacta contra la parte trasera de la casa ocasionando que el fluido eléctrico se corte.

Eso hace que todos mis sentidos se despejen por completo. Y sin pensarlo más, doy un salto hasta caer ágilmente sobre tierra firme y me giro hacia mi acompañante.

—Voy a entrar.

—¿Para qué? —dice con cara de confusión sabiendo que dentro solo queda una persona.

No respondo, solo contemplo el lugar de donde me miraban hace unos instantes esos dos luceros, lo que me hace dibujar una sonrisa ladeada, porque sí, quizás podría alejarme y fingir que esto nunca sucedió, pero yo no soy de esos. Cuando las oportunidades se presentan las aprovecho. Así que mi lado poco racional me hace mantener la decisión, porque quiero ver hasta donde llega sin quebrarse por completo.

—¿Es ella? —pregunta con una nota de compasión en su voz, lo que me hace comprender que algo en mi expresión le había dado la respuesta que necesitaba —La vas a destruir.

—Lo sé —digo emprendiendo la marcha convencido de que voy a ser la ruina de esos ojos angelicales.

—Lo sé —digo emprendiendo la marcha convencido de que voy a ser la ruina de esos ojos angelicales

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