Capítulo #5

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Aparecí en lo que a simple vista era una especie de arena de combate tipo coliseo romano pero a menor escala, y eso lo confirmé a penas mis ojos detallaron el lugar.

El inmenso círculo se encontraba rodeado por paredes de madera oscura de más de dos metros de altura, y justo en sima filas y filas de gradas atestadas de personas en su mayoría vestidas con los mismos atuendos negros, lo que provocó un gran impacto en mí, porque esto significaba que todas mis teorías eran inútiles. Esto no era obra de dos personas y mucho menos de una, sino de cientos de ellas.

Mi cuerpo comenzó a girar de forma involuntaria sumida en el trance que me había producido toda esta escena mórbida. Era como estar rodeada de una secta de psicópatas. Observé a medida que iba moviéndome cada detalle. Las paredes de madera estaban completamente llena de marcas de al parecer combates anteriores. La arena que cubría toda la superficie del suelo se encontraba llena de manchas de lo que supe sin ninguna duda era sangre, otorgándole a este escenario un toque más bizarro y escalofriante de lo que ya era.

En frente de mí apareció un enorme cristal polarizado parecido a los que se ven en las salas de interrogación, por lo que no cabía duda que detrás de este se encontraban más personas.

Mis ojos se quedaron fijos en esa dirección como si pudiera ver a través de el, pero en su lugar percibí el reflejo de una chica de 19 años que a simple vista aparentaba tener menos edad, enjaulada en medio de esta gran estructura que la hacía ver más pequeña de lo que era, sosteniendo dos diminutas dagas que en sus manos se veían inofensivas. Al presenciar mi imagen de esa manera un ardor recorrió mis fosas nasales haciendo que mis ojos se cristalizaran de lágrimas, pero no iba a permitir que me vieran derrumbarme de esa manera, así que me tragué toda esa impotencia y la convertí en una ira que me hizo temblar, reflejando en mi cara todo el odio que acumulaba...

Una algarabía de las cientos de personas que me rodeaban me hizo girar y dar la espalda a ese cristal, encontrándome al otro extremo con un hombre que caminaba de un lado a otro como si estuviera a tope de adrenalina o lo hubieran dopado con algo potente. No lo rodeaba ninguna jaula y estaba vestido como yo, unos pantalones de cuero que se ajustaban al cuerpo de un negro brillante y un chaleco sin mangas que dejaba ver unos brazos musculosos sosteniendo en su mano una especie de espada, pero no tan larga como las que estaba acostumbrada a ver en las pelis de guerreros. A esa distancia pude distinguir que me sobrepasaba en altura solo por unos centímetros, lo que podía ser mi única ventaja.

Al ver a ese hombre empuñando su arma de manera firme y amenazante supe que, como ya había asumido, este era mi fin, no había forma de que saliera de una sola pieza de aquí y eso me causaba terror. Esta era una de las muertes que más pavor me daba. No sabía qué hacer, si salir huyendo por toda la arena a penas se abriera la jaula, o rendirme y esperar quieta hasta que me volara la cabeza de un tajo con la esperanza de que no fuera tan doloroso.

Mi mente era un hervidero de pensamientos y ninguno positivo. Miles de escenas se me dibujaron y ninguna favorable, solo tenía una pregunta que se repetía una y otra vez, «¿qué hago?».

«—Concéntrate y dime que ves reflejado en el espejo —una de las tantas escenas que rondaban mi mente se desarrolló de repente.

—Una niñata que a simple vista no puede ni con una mosca —mi padre estaba empeñado en darme clases de defensa personal, cosa que aunque encontraba interesante no me apetecía en lo más mínimo por los horarios que buscaba para sus clasesillas.

—No te enfoques en lo obvio, exterioriza esa imagen, analízala, conoce tus debilidades, fortalezas y las ventajas que puedes sacar con ellas.

—Pues debilidades muchas, demasiadas para mencionarlas todas, y en cuanto a fortalezas solo destaca mi inteligencia —dije de forma burlona.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2023 ⏰

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