Capítulo 3

60 10 10
                                    

¿Hasta dónde está su casa?

Íbamos bien por la carretera, y de repente  llegamos a un lugar con bastante espacio. Pero veo qué hay varias rejas grandes aquí y por allá, pero no veo ninguna casa.

... No creo. ¿O sí?

Maldita sea, en qué me metí. Dime que son ricos, pero no ricos ‘ricos’.

Llegando frente a una reja plateada y grande, se abre mágicamente.

"Buenas noches, señor Pomar." Le dice el guardia.

Bueno, resulta que no se abrieron con magia, sinó que con el portero.

Siguiendo el camino pavimentado, por fin llegamos a la maldita mansión.

¿Por qué es tan innecesariamente grande? No, he hecho eso es bueno. Eso significa que habrá bastante espacio y así no tendremos que vernos todos los días.

Vaya, ¿será que soy más inteligente de lo que pensé? Genial.

En cuanto se estacionaron, Ismael vuelve a convertirse en el sirviente de Rayan y le abre la puerta en cuanto bajan. Tomándolo de las manos, por un segundo Rayan se sintió como una princesa siendo escoltada al bajar de su carroza.

Mientras él más chico lo ayudaba a bajar, el mayor se encargó de bajar la maleta, ya que parecía obvio que Ismael no iba a dejar ir a su presa.

Brincando en un pie, Rayan levantó la cabeza y casi casi le da la chiripiorca. ¿!Esperan que él suba tantas escaleras brincando!? Ni loco. Luego va a parecer que en día de pierna solo se enfoco en una.

"¡Señores Pomer!" 

A lo lejos se veía una señora bajita corriendo lo más rápido que podía a su edad, con un muchacho detrás de ella con una silla de ruedas doblada entre sus brazos. Ese muchacho debe de estar aliviado de que no pueda ir más rápido, o se le caería de la forma en la que la lleva.

Ya frente a nosotros, la señora casi parece que se queda sin aire.

"Oiga, ¿está bien? Tómese su tiempo y respire tranquilamente." No quiero ver a alguien morir por falta de oxígeno. O de cualquier otra cosa, mejor dicho.

"Haaa, sí hijo, uff, gracias, haa, José María, anda y ponle la silla. ¿Que no ves que el pobre está temblando?" Dicho y hecho, ya no aguantaba estar en un solo pie por mucho más.

"Ay! Sí mamá, ¡rápido la abro!" El joven llamado José María abre la silla y la rueda detrás de mí. En cuanto me siento, suelto un suspiro de alivio y José regresa al lado de su madre.

No sé si trato de decirlo en voz baja, pero pude escuchar que el hijo se quejaba.

"Mamá, te dije que no me dijeras María, me da pena." Le dice entre dientes. En cambio su madre alza la voz, regañando a su cría.

"¿Pena? ¿Por qué te va da pena? Es el nombre que te dí, y el que vas a tener toda tu vida." Le responde ofendida.

"¡Oye no grites! Ay, ¿y sí te digo que soy niña?" Cree que es inteligente, pero sin pensarlo un segundo lo vuelve a regañar.

"Entonces te llamarías Maria José, justo como yo. Ahora mejor cállate y ve a ayudarle al señor con la maleta." Dándole una nalgada a José María, se puso rojo como tomate y corrió hacia el dueño de la casa.

Manos en la cintura, lo ve con una mirada frustrada, y después cambia a una alegre, riendo de las acciones de su hijo.

Asegurándose de que sí ayudará al señor Stefano, voltea hacia Rayan, introduciendose.

Elegir No Es Fácil Where stories live. Discover now