⇜Capítulo 31⇝

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"¿A dónde más puedo ir? ¿A dónde más puedo ir?
Persiguiéndote, persiguiéndote.
Los recuerdos se convierten en polvo,
por favor no nos entierres.
Te tengo, te tengo".

La música de Beyoncé, Runnin' estaba llegando a su final, igual que el último número del espectáculo, quien Damiano, como bailarín principal llevaba a cabo. Desde que había comenzado esta canción en particular, había intentado no prestar atención a la letra, puesto que la adrenalina escénica y sus emociones a flor de piel estaban jugándole una mala pasada.

La obra se llamaba Survivor y él, sin duda, se consideraba un sobreviviente. Sin embargo, la melodía que estaba a punto de acabar, reflejaba la decisión que había tomado: No huiría más de quién era, tampoco enterraría sus adoradas memorias. La vida lo había traicionado, pero él no traicionaría a su corazón.

«Amor, voy a morderte. ¿Estás de acuerdo?».

Cuando la canción terminó, detuvo sus movimientos en medio del escenario con los brazos alzados y terminaciones de manos perfectas, mientras sus compañeros imitaban sus movimientos detrás de él. Las luces iluminaban su rostro en tanto los efusivos aplausos se alzaban en el teatro; la gente se mostraba fascinada con la obra musical y algunos espectadores hasta los aplaudían de pie.

«¡Alex! Alex, no. No puedo hacerlo. ¡Lo siento!».

Sonrió con alegría y poco a poco fue bajando los brazos hasta que un hombre entre el público llamó su atención. Su sonrisa desapareció y los latidos de su corazón se aceleraron, ya que la misma sensación que lo había embargado días atrás causaba un efecto similar en ese momento. En las primeras filas, un hombre de cabello azabache recogido con una coleta tenía la cabeza gacha observando la pantalla de su celular.

—Alfa —balbuceó asombrado, puesto que las facciones del joven coincidían perfectamente con las de Zayn, solo bastaba a que este levantara la mirada para confirmar que se trataba de él, que Zayn había regresado por ellos.

Podía percibir que alguien se acercaba por su costado derecho y lo tomaba cariñosamente del brazo.

—¿Estás bien? —preguntó Alexander en su oído al verlo atónito mirando hacia el público.

El joven levantó la cabeza haciendo contacto visual con el italiano, quien mordió los dientes con frustración al darse cuenta que sus deseos fantasiosos estaban nublando su buen juicio otra vez, y que si no lograba controlarlos, terminaría enloqueciendo.

Dos noches atrás había escapado del encantamiento de Alexander, en el que se había sumergido equívocamente. Al abrir la puerta del cuarto, en el que atravesaba las noches difíciles, corrió hacia el espejo y miró con rabia sus ojos, buscando a su lobo en ellos.

«Eres un maldito traidor, pero no te saldrás con la tuya. No permitiré que ese alfa me marque ni ahora, ni nunca», había jurado con rabia y seguridad. Damiano consideraba que, probablemente, estuviera enloqueciendo, pero prefería morir demente, pero fiel a su alfa de cabello negro como un cielo sin estrellas. El único hombre al que había amado en su vida.

Llevó su mirada hacia Alex y este intentaba disimular su preocupación detrás de una sonrisa escénica que Damiano correspondió enseguida al darse cuenta de cómo estaba comportándose y asintió para hacerle saber que todo estaba bien. El alfa relajó su postura y señaló con el brazo extendido a los bailarines detrás del omega para que recibieran toda la honra que merecían mientras que el italiano llevaba su mirada nuevamente hacia el hombre de cabello negro y cerraba los ojos con pesar lamentándose una vez más por lo que las cenizas en su corazón provocaban.

El Camino a casa [II]Where stories live. Discover now