La Religiosa y La Porrista.

35.5K 267 14
                                    

¿Hasta donde eres capaz de llegar para guardar un secreto?
Esa pregunta te la hago a tí que lees esto, te la hago porque yo nunca me la hice, nunca me la hicieron o nunca la pensé.

Después de ese miércoles calurosamente infernal y perverso, me di a la tarea de explotar ese lado sexual que la religiosa me había despertado y pues ¿como hacerlo?, fácil, la tenía a ella, a esa cachetona de senos redondos y pezon moreno que me hizo el primer sexo oral de mi vida.

Al día siguiente, era un adolescente nuevo, solo pensaba en buscarla a ella, no por amor, sino para que nutriera más esa parte de mi.
La encontré en el salón de clases, pero esta vez no estaba detrás de mi, sino al otro extremo del salón, viéndole la espalda a otra persona.
No sentí celos, para nada, sentí morbo, sentí la necesidad de observarla para detallar que era lo que le llamaba la atención de las espaldas de las personas y este caso no era común, pues miraba la espalda de... La Porrista, una chica hermosa, atletica, fuerte, ágil, pero sobretodo flexible.

Tuve un pequeño instante de imaginación, uno donde las imaginaba en el mismo escritorio, en la misma situación que ella me hizo vivir, pero esta vez haciéndolo con ella.
La imaginé poniendo el pie sobre su feminidad, ejerciendo presión sobre sus vigotes vaginales y bajar un poco, hasta masajear con el dedo gordo del pie el clitoris indefenso de esta pobre mujercita.
La imaginé con la habilidad única de echar a un lado una pantaleta húmeda y meter su dedo cabezón en ese túnel de placer, que la porrista gemia tan agudo como chillidos de ratón y que soltaba uno un poco más fuerte que incomodaria a la abuela cegatona haciendo que reclamará por tal ruido, pero es inútil, ella no causa ni el más mínimo asombro, espantó o alteración, ellas siguen en lo suyo, disfrutando cada una de una mamera diferente.

El profesor me distrae de mis pensamientos, él no sabe lo que pasa, nadie se percata, solo yo.
Ella, la religiosa se le acerca al oído de la porrista y algo le dice, algo que hace volver la mirada hacia mi, mirada que clava fijamente mientras se muerde el labio.
¿Qué le habrá dicho? ¿Por qué me miró así? ¿Por qué se mordió el labio? fueron tres preguntas que me hice en ese instante, a las cuales tenia que encontrarles respuesta.
Se acaba la clase y vamos al descanso, voy a su persecución pero alguien me interrumpe, no recuerdo bien, no le vi el rostro, solo se que me invitó a una fiesta de despedida a la que asistirá todo el grupo... Interesante.
Cuando despaché a esa persona ellas no estaban ahí, las dos se habían ido y no me di cuenta si se fueron juntas, salgo del salón y pregunto por una de ellas, me responden que caminaba para el área de industrial, un conjunto de salones a final del colegio... El lugar indicado.
Me dirijo para allá con sigilo, no quiero levantar sospecha y tampoco quiero que me vean ellas.

Veo a la porrista comprando fresas en el kiosko de frutas, no era nada fuera de lo común, ella siempre comía fresas con leche condensada o con Nutella.
Veo solo a una, veo a la que será víctima, pero no veo a mi objetivo, a la religiosa, no la distingo entre las decenas de personas que caminan por todo el colegio en el descanso.
Me di cuenta que la porrista no comió ninguna fresa, es más las envolvió y las guardó en el bolsillo de su falda, algo tramaba, así que ahora persigo a ella. Noto en su caminar algo distinto, algo que nunca había notado en ninguna mujer.

Ella se dirige al área de industrial, a la misma área donde se dirigía la religiosa, mi mente imaginaba un sin fin de posibilidades, la paga de una apuesta, la paga de un chantaje o lo mejor del caso, que sería víctima en la misma institución.

Antes de llegar al final del colegio, ella saca la bolsa de fresas, la abre y de su otro bolsillo saca leche condensada y la riega sobre las fresas. Cruza el área y lo que hay detrás es un camino arenoso adornado con selva a los costados, literalmente podrías encontrar algún tipo de nueva especie animal.
Ella dobla por el camino arenoso, avanza unos seis metros hasta que es tomada del brazo y es llevada a la fuerza al interior de la pequeña selva, yo acelero el paso, me asusté un poco al ver la fuerza con la que la tomaron.
Al llegar a ese punto no hay selva, hay un pequeño salón sin paredes, era enrejado, me asomo y escucho murmullos, eran ellas discutiendo.

«Ya está hecho, ya lo hice, ¿Qué más quieres de mi?» decía una de las dos, la identifique de inmediato, era la voz de la religiosa, no me lo explicaba.

«¿Como se yo que está hecho? ¿Cómo se yo que no lo inventas?» preguntaba la porrista, no era ella la futura víctima, era ella la victimaria, la manipulaba como marioneta, inmediatamente me di cuenta que la religiosa lo hacía por amor, independientemente de sus creencias religiosas y que están prohíban la homosexualidad, ella estaba enamorada de la porrista.

«Digamos que te creo, solo un poco, pero tienes que traerme una muestra de que si lo hiciste, traeme su jugo.» mientras ella decía eso tomó una fresa cubierta y la pasó por los labios de la religiosa, solo la untó un poco, una pinselada que cambiaría el sabor de sus labios, labios que besó apasionadamente.

No era leche condensada, era leche de persona, era semen lo que le untaba a sus fresas, esperema de otros que caen en su juego perverso.

«No tiene que traerte nada, aquí estoy yo» dije sorprendiendolas.

«¿Tú que haces aquí?» preguntaron ambas.

«¿Querías una prueba no? Pues aquí estoy, si lo hizo, si cumplió con tus deseos, me la chupó de una manera putamente magnífica, fue zorra, religiosa, puta y dama a la vez, succionó y tragó hasta la última gota de mi eyaculación.»

Me les acercaba paso a paso mientras hablaba, las cubría con mi sombra, como la noche cubre las almas terrenales de puros y pecadores.
Ellas se hacían cada vez más pequeñas frente a mi, frente al poder que tenia de la situación.
Les seguía hablando y mientras desabrochaba sus blusas, la religiosa tenia otro brasier de broche frontal pero la porrista no, ella misma se lo quitó.

«¿Y ahora que harán?» pregunté.

Las dos entendieron el mensaje, se despojaron totalmente de sus prendas superiores dejando sus pechos al aire, redondos ambos, pezones morenos los de la religiosa y pezones rosados por parte de la porrista.
Se arrodillaron ambas y se posaron frente a mi, me palparon el bulto, ya estaba bien duro, dispuesto a todo.
Ellas me zafaron la correa, desabotonaron y bajaron la bragueta, bajaron el pantalón hasta mis tobillos y empezaron a frotarme sus pechos y sus manos, como si adoraran a un Dios... Mi verga hecha Dios.

Dejaron al descubierto mi paquete, la porrista se sorprendió por el tamaño.

«Te dije que era grande.»

Ella de inmediato, se lo llevó a la boca, lo introdujo todo hasta que le salieron lágrimas y tosía por el ahogo.

«De veras que si es grande» dijo para después lamerlo, desde el pegue hasta el glande, volvió a lamer pero esta vez mis testículos, esas esferas arrugadas y colgantes.
Fue genial esa sensación, llegó el turno de la religiosa, la cual hizo lo mismo, exactamente igual, esta chica está enamorada.

Las dos empezaron a lamer al tiempo, como si se cepillaran los dientes, babeandome todo el falo.
Ambas lo agarraban y mientras no me lo lamian o no lo chupaban, ellas se besaban sin control, prácticamente se lamian el rostro, luego volvían, una lamia la cabeza y la otra el cuerpo, una lo llevaba todo adentro y la otra succionaba mis pelotas.
Fue magnífico, el primer trío oral de mi vida, en un salón abandonado, rodeado de monte, con dos mujeres de pechos perfectos, las cuales se deseaban entre sí y adoraban mi miembro, igual que adoraban a Dios.

Finalmente llegó, una explosión seminal en la garganta bendita de la religiosa, la cual le da vueltas en su boca, lo saborea, traga un poco y el resto se lo pasa a la porrista que hace lo mismo, pero sin tragarlo, ella lo saborea y lo esparce sobre las fresas, las riega todas, se saca hasta la última gota y la escupe en sus fruticas del deseo.

Quedé seco, extrajeron hasta la última gota de leche de mis testiculos y antes de irnos, de salir de ese salón a continuar con nuestras máscaras de jóvenes puros y castos, la porrista soltó una última frase.

«Espero que esto solo quede entre nosotros, si quieres que cosas mejores que estas sucedan, a nadie le vas a contar, ¿de acuerdo?»

Fue entonces cuando mi lado salvaje apareció, esa sombra que se ocultó en mi interior durante dieciséis años, cinco meses, cuatro días, dies horas y nueve minutos, la que fue liberada por una mamada, ese mismo ser demoníaco hablo.

«No querida, yo no soy de esos que puedes manipular.»

Mis Secretos SexualesWhere stories live. Discover now