Razón

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La tranquilidad es algo de lo cual su vida carece. Siempre sucede algún conflicto que desemboque en el sobre pensar o la causa de heridas físicas, es por eso que desde hace mucho simplemente comenzó a reírse de la vida que le tocó, en un intento vago para dejar de lamentarse por cada mínimo detalle deprimente de su monotonía.

Empezó a burlarse de sus desgracias y quitarle la importancia a los hechos graves, logrando así, que después de mucho, pudiera avanzar. Y con ello, fue que logró continuar su vida en el aquel pueblo en el que vive desde hace más de dos años. No tiene recuerdos de su infancia o de su adolescencia, simplemente un día despertó y se encontraba en la cama perteneciente a la habitación de huéspedes, que tenía Merlón en su casa, en el centro del pueblo.

Al principio todo fue triste, el no entender el porqué de tu presente le resultaba frustrante y deprimente, por lo que, en un intento de desviar los pensamientos o quizás deshacerse de ellos, comenzó a escribir cartas.

No tenían un nombre al cual llegar o siquiera una dirección a parar, únicamente eran cartas que contenían en palabras sus más profundos sentimientos, representando su soledad en el mundo donde vivía y su esfuerzo por acabar con la tristeza.

En un principio lo hacía para "despecharse", pero luego, con cada sílaba escrita, sentía la necesidad de continuar, como si de un informe se tratase, despertando la necesidad de encontrar a alguien que pueda leer sus cartas.

Y así comenzó una figura a formarse en sus sueños, no tenía rostro, sonrisa u ojos que pudieran trasmitirle alguna emoción de consuelo.

Pero si podía ver la ropa que traía puesta, el tono de su piel o el de su cabello, era capaz de escuchar un poco su voz, soltando algunas carcajadas tranquilizantes.

Podría mantenerse horas en medio del bosque, tratando de imaginar un rostro para aquella persona, que merece el permiso de leer sus palabras agonizantes de sufrimiento interno.

Aquel desconocido, de quién comenzó a sospechar que fuera parte de su pasado, empezó a ser su obsesión y tranquilidad.

Cada día escribía una nueva carta, relatando un momento especial del día o una pequeña recaída de su avance a la superación de la depresión. El único momento del día que se permitía a sí mismo a dejar de sonreír, para poder llorar.

Y estaba agradecido.

Agradecido con aquella persona.

Con aquella persona a la cual no tenía nombre ni rostro.

Hasta ahora.

Cartas Con Un Destino OlvidadoWhere stories live. Discover now