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Intentó llamarla, buscarla en su departamento, luchar por ella, pero la pintora no estaba dispuesta a recibirla uevamente en su muy destrozada vida.
¿Se había enojado con Jeongyeon? Sí, tal vez aun lo estaba, pero sabía que todas las mentes eran distintas, la de Jeongyeon mucho más, y no podía odiarla solo por hacer lo que había creído correcto.
Luego de tres meses, aun con el corazón roto, la tatuadora se dio cuenta de que tendría que aprender a vivir sin ella. Jeongyeon así lo abía deseado.
Tal vez era lo mejor.
Aun así, todos los días se preguntaba si la volvería a ver, si ella aún la amaría, si ella aún la recordaría.
Y, más importante aún, se preguntaba si vivía.
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Nayeon no esperaba ver a Kai en Moonlight Tattoos, pero lo recibió con los brazos abiertos cuando le pidió que le tatuara un fénix en el cuello.
El joven de piel morena tenía un brillo especial decorando sus ojos oscuros, y Nayeon juraba nunca haberlo visto tan feliz.
—Baekhyun parece hacerte muy feliz —Opinó la tatuadora con su típica sonrisa.
Kai intentó devolverle el gesto, pero el sentimiento de la aguja tocando su piel por primera vez le hizo estremecerse.
—Lo soy —Aceptó el chico, y Nayeon se alegraba de que el haberla abandonado en aquella fiesta al menos no hubiera sido una pérdida de tiempo—... La soledad, sin embargo, no parece hacerte demasiado bien.
Su sonrisa se borró. Nayeon intentaba ocultarlo, seguir adelante, pero su pecho aún estaba lleno de tristeza.
—Supongo que te estás preparando para el reencuentro —Comentó su amigo.
—¿Reencuentro?
—Eso he dicho —Contestó Kai mientras rodaba los ojos—. Ya sabes, su nueva exposición será inaugurada dentro de dos meses.
La máquina se había alejado de la piel de su amigo, y Nayeon apenas podía respirar.
