Mi vida debería ser tranquila, tengo a mis padres conmigo, cumplo con mi labor de sacerdotisa. Mis días en la Era Senguko eran pacíficas sin dejar de ser desesperantes.
Sin embargo, todo cambió a penas lo conocí a él...
- Soy el daiyoukai que se con...
— Mamoru, espero que estés entreteniendo al enemigo, pronto estaré ahí.
Por otra parte, el kitsune batallaba con aquella peculiar mujer, había mucha sangre de por medio, una situación que al parecer se prolongaría.
— Llama de ilusión.
Una ráfaga de aire invoco grandes montañas de fuego alrededor de Sakura. En esta aparecieron clones del albino, cada ataque eran quemaduras.
— Agh que cobarde, preséntate... o es que ¿acaso tienes miedo?
— Ja ese termino no lo considero.
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Ya en la entrada del palacio, se encontraba la pequeña azabache.
— Bien, solo debo seguir el aroma de Mamoru y... aaahg
La pequeña miko fue lanzada contra el suelo, era un niño quien la empujo, era de aspecto albino de orbes morados...
No
No, no, no
No podía ser quien pensaba.
El kitsune era tonto pero no se dejaría tocar por algún hechizo que no fue de él.
— ¿Te enviaron por mi no es así?
— Muy lista, señorita. —sonrió, entre neblina, el niño creció teniendo apariencia ya de un adulto, no era justo.
— Lo esta manipulando...
— Te llevaré con mi señora, así podrás ser comida al fin, que honor comer la carne de una yashahime.
Su categoría...
Tantos problemas y peligros le causo su posición, ser nieta de Inu No Taisho era algo con lo que debería tener agallas para soportar.
— Inténtalo si puedes.
Moroha esquivaba los ataques, al mismo tiempo que utilizaba sus técnicas de pelea.
Manejar a Kurikaramaru era difícil con su estatura. Pero no podía quejarse, su situación era de vida o muerte.
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