•Capítulo 22•

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La primera semana no tuvimos tiempo de absolutamente nada. Nos la pasamos viajando de un lado a otro, solicitando los permisos pertinentes y dejando todo en orden para que la construcción de los tres hoteles se dé antes de irnos en dos semanas.

Alexandre resultó ser el amigo más cercano y socio de Karim, y gerente de las sucursales de los Leroy de este lado del mundo. Es bien sabido que Karim es de billete, pero no creí que tanto. Tiene sucursales en varias partes del mundo, por lo que tiene que estar viajando por lo menos una vez al mes para saber cómo van las cosas en sus empresas. Dicho por él mismo, debo acostumbrarme a ir de un lado a otro, aunque algunas veces el que viaja es su padre cuando él no puede hacerlo.

Hoy es mi primer día libre luego de tanto trabajo y no tengo ni la menor idea de lo que voy a hacer. Ir a caminar por la orilla de la playa me tienta a más no poder, pero no cuento con un traje de baño y todas las mujeres que andan por la playa llevan uno. Sería vergonzoso ponerme uno, pero es que ellas tienen cuerpo de infarto y yo, aparte de ser tan blanca como la nieve, no tengo curvas.

Dudé por unos momentos, más me atreví a comprar un traje de baño de dos piezas y me lo puse en la misma tienda por debajo de la ropa antes de ir a la playa. No es como que vaya a entrar al agua porque no sé nadar, pero un poco de sol no me sentará mal.

Me quité las sandalias y caminé por la arena caliente hasta llegar a la orilla y sentir entre mis dedos la humedad del agua. Este lugar es realmente precioso. El ambiente, el clima, las personas, incluso la calma que me brinda el choque de las olas me parece sensacional. Es como un lugar paradisíaco, donde no existe mayores preocupaciones ni miedos. Me encantaría despertar con el impresionante amanecer en el mar, disfrutar del viento en mi rostro y de lo suave que siente la arena húmeda bajo mis pies. Sin duda alguna, viviría aquí hasta desfallecer.

Me perdí en la inmensidad del mar y en sus hermosas aguas turquesas, maravillada por lo que mis ojos ven y todavía no dan crédito. Jamás imaginé que saldría de las calles abarrotadas y estrechas de mi barrio. Pero aquí me encuentro, viendo en vivo y en directo un paisaje sacado de esos programas que tanto me gustan ver por televisión y siempre soñé conocer. Aunque me haya traído el trabajo, me da emoción saber que estoy viviendo uno de mis tantos sueños.

Me quedé mirando las olas y de repente vi a dos personas salir entre ellas. Me emocioné tanto de ver por primera vez a dos surfistas, que no pude apartar la mirada de ellos hasta que decidieron parar. No sé si sean profesionales o no, pero lo hicieron más que bien y muy pocas veces cayeron de sus tablas. Si tan solo supiera nadar, me animaría a meterme al agua.

—¡Garota!

Reconocí la voz de Alexandre y me giré hacia él, quedando sorprendida al darme cuenta de que los surfistas que estaba viendo hace un momento se trataban de él y de Karim. No tenía ni la menor idea de que a mi jefe le gustara ese tipo de cosas.

—¿Por qué tan solita, belleza? 

—Bueno, no es como que aquí tenga amigos para salir a caminar.

—¿Y nosotros qué somos? —inquirió , señalándose a sí mismo y a Karim.

—Él es mi jefe y usted es su socio, lo que también sería como un tipo de jefe para mí. No cuentan.

Karim desvió la mirada mientras Alexandre soltaba una risita divertida, apoyándose de una manera muy sensual de su tabla.

—Este de aquí es tu jefe, yo no —sonrió coqueto—. Yo sí puedo ser tu amigo y algo más si es lo que quieres.

—Alexandre —la mirada que Karim le dio lo hizo reír—. ¿No tenías que irte?

—¿A dónde?

—A São Paulo. ¿Lo olvidaste?

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora