•POV ALEX IV•

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Tuve que tomar fuerzas de donde no tenía y negarme a su pedido. Por supuesto que quisiera hacerle el amor y beberla por completo hasta desfallecer de ser posible, pero no así. Quiero que cuando esté dentro de ella y me mire, sus ojos brillen como lo han hecho en cada encuentro, no de odio y dolor como ahora lo están haciendo.

Contrariado, me acerqué a ella y le puse el vestido en completo silencio y bajo su atenta mirada. La hice caminar conmigo hasta el sofá y nos sentamos uno frente al otro. No sabía por dónde empezar, pero tal como me aconsejó Karim cuando me atreví a confesarle por qué Liz era así conmigo, no debo seguir mintiéndome más a mí mismo ni a los demás.

«El amor verdadero no miente, es sincero, Alex», con esas palabras de mi mejor amigo en mente, solté un profundo suspiro y me atreví a enfrentarla.

—Estoy muy seguro que no vas a creer en todo lo que tengo que decirte, pero dame la oportunidad por lo menos de escucharme.

—No quiero escucharte.

—Por favor, Liz —le supliqué—. Sé que soy un hijo de puta y merezco el trato que me estás dando, pero siempre debemos darle el beneficio de la duda a las personas.

—Que te dé "el beneficio de la duda", no quiere decir que vaya a tragarme todos tus cuentos chimbos, mecha corta. Así que, antes de que me arrepienta, di lo que tienes que decir.

—Primero que todo, quiero que sepas que no soy el hombre que estás pensando. ¿De dónde sacaste que me gusta jugar con las mujeres y todo eso que me dijiste hace un momento? Por el amor a Dios, Liz, yo vengo de una mujer y sería incapaz de faltarle el respeto a una, porque eso sería irrespetar a mi santa madre y a mis hermanitas. Segundo, jamás he considerado a una mujer un objeto sexual, como para que vivas recalcando cada vez que tienes oportunidad que me vaya con otras que ellas sí me van a calentar los huevos —suspiré—. Quizás mi forma de ser te ha hecho pensar así, pero te puedo jurar por la memoria de mi madre que jamás me he acercado a una mujer con el fin de solo quitarme las ganas. Todos tenemos necesidades y el sexo es una de ellas, por lo que siempre he tenido sexo consensuado con las mujeres que he compartido cama.

Una incontrolable risa escapó de lo más profundo de sí.

—Eres increíble, ¿no? Vaya, que manera de tergiversar las palabras, ¿eh? —me miró furiosa—. No me creas estúpida porque no lo soy, Alexandre. Tú solo buscas pasar el rato y ya. ¿Qué has venido haciendo conmigo desde hace tres años? Calentarme el oído, usarme y largarte por donde mismo viniste. Y vaya tú a saber con cuántas más has hecho lo mismo.

—Estás equivocada, Liz, pero discutir contigo es como ir en contra de la corriente. Desde hace tres años existe una mujer de la cual dependo mucho. Me hace feliz cuando veo su sonrisa y me hace desearlo todo cuando tengo el privilegio de estar entre sus brazos. No te imaginas lo mucho que la extraño y la pienso cuando estoy lejos de ella. Debo ser muy sincero; sí hubo una sola mujer con la cual intenté salir para olvidarme de ti, pero no pude cumplirle como hombre porque en mi mente solo estabas tú.

Su risa fue todavía más descabellada y sonora que la anterior.

—Aunque no creas en mí, desde hace tres años solo has sido tú, Liz.

—Ay, por favor, no tienes que decirme mentiras. En tres años un mundo de mujeres debieron pasar por tu cama.

—No me creas. Me basta con tener una consciencia tranquila.

—No lo hago —zanjó a la defensiva.

—Estudié gerencia porque mis padres me lo exigieron, más no porque me gustara. Dejé ir la oportunidad de verme como tanto lo soñé y no supe volver a mi camino sino hasta que llegaste a abrirme los ojos. Gracias a ti entendí que nunca es tarde para cumplir aquellos sueños. Hace tres años mis sueños empezaron a tomar un rumbo diferente y desde entonces no he parado de trabajar para hacerlos realidad. —sonreí—. No puedo ser futbolista porque los años pesan, pero llegaron nuevos sueños que hoy al fin están en proceso de construcción y no imaginas lo feliz y emocionado que me siento por ello... Pero el vacío sigue estando presente cada día. A mi vida le hace falta esa chispa para que sea perfecta; es decir, me faltas tú, la mujer con la cual me gustaría ser muy feliz, más de lo que ya lo soy. Sé que soy un idiota y egoísta, Liz. Cada día me he culpado por mi manera de actuar, pero te juro que eres esa mujer por la cual mi corazón late con desenfreno. Fui un imbécil al pedirte que fuéramos amigos con derechos cuando bien pude pedirte que fueras mi novia y evitarnos todos estos malos entendidos, pero en ese tiempo todavía estaba empecinado en cumplir la promesa que le hice a mis padres y sentía temor de hacerte daño y al final perderte. Mi mayor miedo es perderte, que mi obsesión por el trabajo termine siendo más importante y que tú dejes de quererme y decidas alejarte de mí para siempre. Cada vez que tengo la oportunidad de verte, soy el hombre más feliz, pero también el más desdichado, porque no quisiera irme de tu lado. Soy egoísta por retenerte siquiera sin hablarte de todo lo que siento por ti y tuve que esperar tres años para darme cuenta de ello. Me duele verte sufrir por mi culpa. Sé que no te merezco, soy un imbécil para esto del amor, aun así, no quiero perder más tiempo. Entiendo si me rechazas, créeme que si lo haces, no volveré a molestarte nunca más y al fin tendrás la paz que tanto me pides.  Te amo, Liz. Desde el primer instante que te vi me cautivaste. Perdóname si te estoy confesando mi amor muy tarde, pero ya no puedo estar más sin ti. Hoy estoy aquí por ti, porque lo deseo todo contigo. Ya no quiero seguir dejando de lado mis sueños y tú haces parte de ellos —mi corazón latía todavía más fuerte y rápido—. ¿Le darías la oportunidad a esta mecha corta de reivindicar sus errores?

El silencio que nos envolvió fue atronador. Ella no dejaba de llorar y de mirarme fijamente. Deseaba abrazarla y borrar su dolor con mis besos, pero necesitaba su respuesta.

—No puedo... —susurró—. No puedes venir a decirme todas esas cosas como si nada. No tienes idea de lo que sufrí por tu culpa, para que ahora me digas que me amas. Las cosas no son así de sencillas, Alexandre. No quiero seguir más en esta zozobra, recibiendo migajas y un simple revolcón cada cierto tiempo —se puso de pie y bajé la cabeza, evitando que viera las lágrimas que se arremolinaban en mis ojos—. Espero cumplas con tu palabra de no volver a molestar más en la vida.

Entonces, ¿así se siente que te rompan el corazón luego de que lo hayas desnudado? Duele como el mismísimo infierno, pero es lo menos que merezco. Ella sufrió mucho por mí y, aunque yo también lo he hecho por tres años, no ha dolido lo suficiente.

La vi salir del apartamento y la seguí sin pensarlo dos veces. Esta vez no estoy dispuesto a perder mi único y más grande sueño.

—Liz —la detuve en un abrazo antes de que subiera al ascensor—. Sé que te di mi palabra, pero no puedo cumplirla. Tú eres mi más grande sueño a alcanzar.

Desesperado, la giré entre mis brazos y me adueñé de sus labios, perdiéndome una vez más en su dulzura y su calor.

—Dime que no, pero que al menos pensarás en darme una oportunidad —la estreché más contra mi pecho.

—Te odio, Alexandre —sollozó en mis labios.

Enredé mi mano en su pelo y profundicé el beso, ansioso de amarla por completo y para siempre. Sus besos son mi mayor locura.

—Yo también te amo, y mucho, mi amor.

Cautivo[✓]Where stories live. Discover now