Prólogo

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Cada vez que Jimin pensaba en sus sueños adolescentes un escalofrío le recorría el cuerpo, todavía recordaba el sentimiento del aire atorándose en sus pulmones o la manera en que sus brazos quemaban con la intensidad de su fuerza. Amaba la sensación de cansancio que obtenía después de cada competición ganada y su pecho se llenaba de orgullo, se sentía útil e importante. Estaba, y siempre lo estará, hecho para los aplausos y la victoria. Si tan sólo se hubiese cuidado un poco más... Sus sueños se hundieron con rapidez tras aquel accidente, como el plomo lo hacía en el agua. Ahora intentaba ayudarle a otros a conseguir lo que él jamás pudo.

Los primeros años fueron los más duros, su corazón lo obligaba a seguir dedicándose a la natación por lo que volvió a intentarlo en infinidad de ocasiones antes de comprender que ya no podría volver a competir al nivel de los campeones. Su espalda dolía cada vez que se esforzaba en exceso y los médicos no parecían felices de saber que a cada segundo él se esforzaba más cuando las indicaciones claramente pedían reposo para su cuerpo. Por eso y tras un periodo de negación, decidió intentar mantenerse en el mundo del deporte que amaba desde otra perspectiva, aquello no llenaba su alma de la misma manera que los aplausos, pero el ver cómo los chicos que entrenaba comenzaban a escalar hasta acercarse a los sueños que él no logró cumplir lo compensaba un poco. Realmente le gustaba su trabajo, estaba agradecido por quienes lo apoyaron y aconsejaron convirtiéndolo en el chico maduro que era en la actualidad.

—Entrenador — la voz de uno de los niños llamándolo causó en Jimin una sonrisa completamente sincera. Le gustaba imaginar que entre esos pequeños se encontraban las futuras generaciones de grandes nadadores— ¿Hasta cuándo se quedará?

Jimin revolvió el cabello del chiquillo, solo había aceptado el puesto en la academia de natación para hacerle un favor a su hermano, sin embargo, en cuanto el entrenador oficial volviese de su baja de paternidad él regresaría a las piscinas más grandes e importantes, para entrenar a las nuevas promesas que empezaban a destacar en aquel mundillo. Si tan sólo lograse hacerse con el puesto de entrenador del equipo nacional...

—Su entrenador volverá en dos semanas, así que me queda poco tiempo con ustedes — dejó escapar una sonrisa de ternura al ver el gesto entristecido del niño — Después de eso tengo que volver a mi trabajo, solo estoy aquí de sustituto, pero prometo volver para ver sus primeras competiciones.

Pretendía seguir hablando, pero su teléfono sonó y con el ceño fruncido decidió tomar la llamada sin apartar la vista de los niños, no era lo mismo entrenar a chicos que estaban iniciándose en la natación que tratar con los mejores nadadores. Jimin realmente deseaba lograr entrenar a Jung Hoseok de nuevo, la joven promesa que el equipo nacional había fichado, pero aquello era pedir demasiado. Juntos habían creado al nadador que Jung era actualmente y estaba orgulloso de eso más que de cualquier otra cosa, era su apuesta, estaba completamente seguro de que su antiguo alumno se haría con el pódium en las competiciones individuales del campeonato de Asia, representando a Corea.

Jimin era bueno en lo suyo, por supuesto que muchos querían obtener sus consejos y sabiduría, pero la selección nacional se escapaba continuamente de sus manos. Él entrenaba a muchachos que más tarde acababan accediendo al equipo de Corea, los ayudaba a llegar hasta lo más alto y después se veía obligado a dejarlos ir, como le había sucedido con Jung. Siempre funcionaba del mismo modo y sin hacer excepción ponía su cariño en las lecciones o entrenamientos de cada uno de ellos recordándolos a todos y animándolos a su modo siempre que le hablaban en busca de un poco de apoyo.

Por eso cuando recibió la llamada telefónica en la que se le ofrecía ser el entrenador personal de uno de los chicos que a joven edad estaba comenzando a tomar los titulares de periódicos y programas deportivos, no pudo evitar aceptar. No sabía nada de Jeon Jungkook aparte de que este era una verdadera maravilla en lo suyo y muchos entrenadores estaban interesados en atravesar su muro perfeccionista para llevarlo hasta lo más alto, tampoco entendía porque sus managers cambiaban casi continuamente a los mismos... pero pretendía disfrutar de su trabajo hasta lograr que este llegase al equipo coreano para los mundiales o incluso las olimpiadas, como hacía con cada una de las personas que desde hace seis años entrenaba.

𝐈 𝐇𝐚𝐭𝐞 𝐔 𝐌𝐫. 𝐇𝐚𝐧𝐝𝐬𝐨𝐦𝐞 | 𝐉𝐢𝐤𝐨𝐨𝐤𝐦𝐢𝐧 (𝐀𝐝𝐚𝐩𝐭𝐚𝐜𝐢ó𝐧)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora