Parte 2: 5

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Dejando de lado a los locos del conducto, en la caravana, Koko y Rindou se habían quedado callados los dos desde hacía un rato. El forastero tenía los ojos cerrados, pero más por dolor que por otra cosa mientras que el otro solo estaba a su lado sin mirarle, sino que estaba mirando a la esquina. Suspiró, en ese momento preciso.
Koko: ¿Te encuentras mejor?
Pero, al devolver su mirada, comprobó que había elegido las palabras equivocadas para hablar en ese momento. Rindou estaba blanco de la palidez que tenía, aparte unas marcas en los mofletes, como si los estuviese metiendo aposta hacia adentro. Al momento, le tocó la cara rápidamente, cogiéndole de ambos mofletes.
Koko: ¡Rindou! ¡¿Estás bien?!
A su pregunta, una respuesta nada esperada provino del forastero. Le arrancó las manos de su cara a Koko mientras abría los ojos lentamente. Luego, subió la mirada como con asco.
Rindou: Estoy vivo. Bien ya sabes que no.
Koko: Me has asustado, ¿vale? Tienes una pinta peor que antes.
Rindou: Ya, yo tampoco es que me encuentre para tirar cohetes, pero no me quejo.
Por él, se levantaría para sentarse, pero no tenía fuerzas suficientes para hacerlo. Koko, en cambio, sí lo hizo y empezó a caminar por el cuarto de lado a lado.
Koko: ¿Qué hago ahora...? ¿Qué debería hacer...?
Rindou: ¿Qué estás diciendo? Te puedo oír.
Koko: ¡Yo no sé cuidar a una persona, ¿vale?! Estoy seguro que estás enfermo, pero no sé hacer nada.
Rindou: Agh. ¿Me cuentas una historia?
No reaccionó al momento ya que estaba pensando. Luego, recibió esa información realmente y se giró a él con duda.
Koko: ¿Historia?
Rindou: Te admito la que quieras, pero nada de amor... Así, tal vez, me puedo dormir un rato.
Siguió con la mirada clavada en el forastero, que miraba al techo, como esperando. Luego, bajó los hombros y respiró hondo. Tal vez, tal vez así podría encontrarse mejor. Decidió finalmente acercarse a él y sentarse en la silla plegable de al lado. Rindou le miró con los ojos medio caídos y una sonrisa, por lo que suspiró.
Koko: ¿Qué clase de historia?
Rindou: La que tú quieras. Elige.
Koko: Está bien. ¿Has dicho que nada de amor?
Rindou: Lo odio con todas mis ganas, así que, prefiero sin amor, si no te importa.
Koko: No, no... Está bien, pero va a ser muy larga, la verdad. ¿Quieres algo antes de que empiece?
Rindou: Quiero que empieces y ya de ahí veo.
Koko: Vale... Puede que no te interese en absoluto, puede que te quedes incluso dormido del aburrimiento, pero quiero contarte por qué soy un bandido.
Al parecer, por la reacción que tuvo, no parecía del todo interesado, pero luego hizo una diminuta sonrisa. Miró a Koko, el cual parecía nervioso, y empezó a insistir.
Rindou: Cuando quieras... Yo te estoy escuchando...
Suspiró una vez más mientras se cogía de las piernas. Luego, cerró los ojos para empezar a narrar.
- Flashback - Primera persona, Koko -
Cuando cumplí los diez, me fugué de mi casa con todo lo necesario. Al menos eso pensé cuando me vi en un parque abandonado, escondido bajo un tobogán, tiritando del frío, del hambre y del miedo. Esos momentos en los que piensas que es tu fin y recuerdas toda tu vida y demás... Algo así me pudo pasar, pero no duró demasiado. Tan rápido como lo estaba pensando, alguien tocó dos veces al tobogán, como llamando. Levanté la vista asustado para ver a un chico de pelo medianamente largo y con unos ojos preciosos, color verde esmeralda. Me eché hacia atrás con algo de miedo, pero él se agachó a mi lado.
《¿Estás solo?》
Eso fue lo único que me dijo, pero no pude procesarlo bien desde el principio. Cogí aire tiritando y, viendo que no iba a contestar, siguió insistiendo.
《Eres muy pequeño todavía para estar por aquí solo. ¿Todo bien?》
Koko: No.
Las palabras se salieron así como así de mi boca, incluso me la tapé, pero el chico se rió de mi. Decidió meterse también bajo el tobogán con una sonrisa amable. Él sí traía abrigo y bufanda, típico en aquella época.
《¿Te han echado de casa? Es eso, ¿no?》
Koko: Me he ido... La situación no estaba muy bien entre mis padre y yo, y lo mejor era... Era...
No seguí, se me quedaron las palabras en mi garganta congeladas. Incluso echaba algo de vaho. Cuando pareció notarlo, el chico se quitó el abrigo y decidió ponérmelo a mi sobre los hombros. Le miré sin entender.
《Tienes frío. ¿Cuánto llevas aquí fuera?》
Koko: Tres días... ¿Por qué preguntas tanto sobre mi?
《Pareces interesante.》
Koko: Interesante, interesante...
Bajé la cabeza, echando vaho ahora por la nariz. Entonces, decidí lo que era mejor, darle las gracias y pedirle que se fuera. Primero de nada, el abrigo. Me lo quité y se lo tendí. Me miró con pena.
Koko: Gracias, pero prefiero estar ahora mismo solo...
Luego, me levanté... Me levanté sin recordar que seguía bajo el tobogán, por lo que me llevé tal golpe en la cabeza que, al momento, se me quedaron los ojos en blanco y no recuerdo más. Pudo ser por el golpe, o por el frío, o por la confusión... ¡O por lo que fuese! La cosa es que no recuerdo a partir de ahí nada. Solo empecé a recordar unas horas más tarde, cuando me di cuenta de que no estaba en el parque, sino en una casa, o algo así me pareció. Estaba en un cuarto grande, compuesto de dos camas y poco más, pero me llamó la atención estar subido a una de ellas con mantas sobre mi. De repente, me di cuenta que, a parte de mantas, había una cosa más; un abrigo rojo. Eso quería decir que había sido cosa de ese chico, ¿de quién sino? Aún así, no me hizo demasiada gracia. Me levanté dispuesto a irme cuando una voz me detuvo.
《¡Estás despierto...!》
No hizo falta ni darme la vuelta para saber que se trataba de él. Suspiré antes de girarme. Iba a mantener los modales, de todos modos.
Koko: Mira, agradezco tu ayuda y preocupación, pero yo...
Entonces, me hizo callar, tapándome la boca al momento. Abrí los ojos hasta ver cómo me miraba con seriedad.
《Yo he elegido traerte y punto. Si me vas a decir ahora que quieres irte de aquí, ánimo, huye, pero quién sabe si alguien más te va a venir a ayudar. Si prefieres, por el contrario, quedarte, serás bien recibido.》
Entonces, tras sus palabras, bajé la cabeza. ¿Qué debía de hacer en esos momentos? Era cierto que allí estaba bien, caliente, nada que ver con fuera que estaba frío y echando vaho. Cerré los ojos.
Koko: ¿Qué gano si me quedo?
《Mi ayuda, y la de todos. Comida, agua, refugio... Creo que lo vas entendiendo.》
Koko: Sí, creo que sí... ¿Y qué debo hacer para quedarme?
《¿Hacer? No es necesario que hagas nada... Con excepción a una cosa.》
Suspiré, sabía que tenía truco. Antes incluso de poder preguntar por lo que debía de hacer, me pasó un mechero. Lo miré con duda antes de levantar la mirada hacia él. Por primera vez, me di cuenta de que tenía una cicatriz en la parte derecha de la cara, y justo era una quemadura.
《Debes hacerte una quemadura, como yo, en un lugar visible. Así se sabrá que perteneces a la organización. 》
Koko: ¿Cuál organización?
Suspiró, entonces se dio la vuelta. Buscó algo en su bolsillo antes de mostrar frente a mi una diminuta bandera blanca con algo dibujado. ¿Una bandera de un país?
《No, de una organización. Digo yo que sabrás lo que es la Mafia, ¿no?》
Koko: ¿Dices que perteneces a la Mafia?
《A una de ellas, pero se vive muy bien. Ahí ya lo dejo a tú elección.》
Estaba sentado conmigo sobre la cama cuando se levantó dispuesto a marcharse para dejarme a solas con mis pensamientos. Pero, antes de cruzar el marco de la puerta, se detuvo un momento y se giró a mi.
《¿Puedo saber tú nombre?》
Koko: Sí, claro... Me llamo Koko.
《Koko, ¿eh? Inui.》
Luego, ya se marchó y cerró la puerta. Miré abajo, al mechero y suspiré. ¿Qué debía de hacer? ¿Cuál era la mejor opción? Claro estaba que vivir en aquel lugar era mil veces mejor que donde vivía antes, en la calle y en mi casa. Aún así, ¿debía arriesgar mi cuerpo a sufrir una quemadura a tan poca edad?
Cuando Inui volvió, llamó antes a la puerta. Asomó su cabeza para verme tapado con las mantas, incluso por la cabeza, y mirando abajo, al mechero. Pasó y cerró con cuidado. Luego, se fue acercando poco a poco a mi con una cara más seria de lo normal.
Inui: Veo que has decidido no unirte, Koko.
Seguí mudo, lo que hizo que Inui girase su cabeza. Volvió a sentarse a mi lado y me quitó la manta de la cabeza.
Inui: No pasa nada, respeto opiniones y no es necesario que...
Koko: ¿Quién?
Inui: ¿Eh? ¿Quién qué?
Subí la cabeza al momento para juntar nuestros ojos. Inui, con una mirada de duda, esperó el resto de la pregunta.
Koko: ¿Quién lo dice?
Inui: ¿Quién dice qué...?
Koko: ¿Quién dice que no me he unido?
En ese momento, abrió los ojos y la boca rápidamente, como con sorpresa. Fue poco, pero lo noté. Saqué el tobillo de la manta para enseñarle lo que decía. Totalmente cierto, allí estaba la quemadura que me había hecho, todavía ardiendo en mi tobillo izquierdo de forma que la piel estaba roja y anaranjada. Sin hielo, ni agua, ni nada de nada, dolía. Devolvió su mirada a la mía mientras hacía una sonrisilla de pillo.
Koko: ¿Así vale? Puedo no llevar nunca más calcetines si es lo que quieres o...
Inui: Perfecto.
Koko: ¿Perfecto? ¿Así, sin más? ¿Lo ves bien?
Inui: Sí. Está perfecto. Espera a que deje de dolerte y ya puedes venir conmigo.
Volvió a levantarse y a irse de allí, pero con una sonrisa. Después de haber estado tres días expuesto al frío de la calle, ahora me estaba quemando con un mechero mi tobillo. Muy fantasioso todo, ¿verdad? Al menos eso pensé cuando volvió y me puso una venda sobre ella. Me miró a los ojos una vez terminado el trabajo.
Inui: Koko. Gracias por unirte a la organización.
Koko: Sí, claro... ¿Y ahora qué? ¿Voy a tener que usar arma y matar gente?
Inui: Podría ser, pero me gusta ser más pacífico. Si puedes aprenderte las técnicas de defensa si alguien te atacase de repente, me valdría mucho. ¿Sabes por qué?
Decidió sentarse a mi lado, con una sonrisa. No sabía la respuesta, por lo que esperé.
Inui: Porque eres la primera persona a la que yo mismo entreno. Va a ser un entrenamiento muy largo, pero valdrá la pena.
Koko: ¿Tú ya sabes esas técnicas?
Inui: A medias... Todavía tengo que aprender, aún soy pequeño y por eso me han encomendado esta misión. Si soy capaz de enseñarte aunque sea una simple cosa, me serviría para fortalecer mis conocimientos y, así, volverme mejor. ¿Te parece?
Koko: No he entendido ni la mitad, pero me vale. ¿Cuál es el primer paso?
- Fin del flashback - Realidad, tercera persona -
Había cerrado los ojos, tratando de acordarse de algo más, pero suspiró. No porque no se acordase, sino porque el resto de la historia sería fácil. El tema lo había contado, ya debía saber por qué era un bandido y demás. No se iba a complicar más la vida. Detuvo su memoria para mirar abajo, a Rindou que, para su sorpresa, le miraba con los ojos bien abiertos y brillantes. Sonrió un poco.
Koko: ¿No habías dicho que te ibas a dormir...?
Rindou: Ya lo entiendo.
Koko: ¿Entender qué?
Rindou: Pero hay algo que no me queda claro de tu historia. Si quieres tanto a Inui como para, supuestamente, arriesgar la vida tan solo por eso, ¿por qué te has quedado conmigo?
Al momento, Koko abrió los ojos hacia otro lado y subió los hombros. Negó con la cabeza.
Koko: No es nada, es que... Me preocupas y no quería dejar al resto aquí, teniendo que cuidar de ti, mientras que yo entorpecería la misión porque estoy herido. Inui sigue siendo mi amigo y compañero, pero prefiero que tú...
Entonces, le tocó un pie en ese momento. Bajó su mirada para ver como pasaba lentamente sus débiles dedos por su zapatilla mientras mantenía la expresión neutra en su cara. Luego, subió su mirada para juntarse con la de Koko.
Rindou: Estoy bien, Koko... A mi también me gustaría contarte alguna cosa, pero ahora mismo no puedo...
Koko: Tómate tu tiempo, forastero. Podemos quedarnos aquí hasta el amanecer y más allá.
Lo dijo mientras se ponía de pie y caminaba a la ventana más cercana a la puerta para mirar a través de ella la oscura noche que todavía estaba presente de madrugada. Restregó su mano por su nariz mientras suspiraba.
Koko: ¿Tienes pensado copiarme para la historia?
Rindou: ¿No puedo? Pues, aún así, lo voy a...
Cuando se detuvo, empezó a toser. Koko no se movió de su lugar ya que sabía que sus ataques de toses se terminaban pasando al final. Decidió hablar desde su posición.
Koko: Aún así, puede que no me creas, pero creo que Inui ya tiene cualquier cosa pensada antes de que ellos lleguen.
No le respondió, lo que a Koko no le llamó tampoco la atención. Suspiró.
Habiendo hecho este pequeño parón, volvemos con los aventureros a través del conducto. Entre Kakucho y solo Kakucho, ya que ni Izana ni Ran habían ayudado, subió a todos haciendo fuerza hasta lo alto del conducto. Solo faltaba que Takemichi hubiese dicho en ese preciso momento que no era allí.
Takemichi: Sí que es, sí que es. Si ahora subimos esta rendija de aquí...
Lo dijo levantándose un poco para empujar la rendija que tenía justo encima con ambas manos. Cedió, increíblemente. Pero lo hizo con cuidado por si había alguien cerca y les estaban mirando. La levantó dos centímetros como mucho del suelo para comprobar que no había nadie. Por muchísima suerte, acertó de nuevo. Luego, bajó a mirar a los otros antes de subirla del todo. Los tres que eran más líderes que ninguno allí, Kakucho, Izana y Ran, subieron los primeros tras Takemichi, luego subieron el resto. Ahora estaban en medio de un pasillo como el de antes, pero este era algo más estrecho. El forastero decidió encaminar a los otros con una sonrisa.
Ran: Si me ven, al menos me conocen.
Izana: Sí, ya, te conocen porque supuestamente has capturado al famoso Kurokawa...
Lo dijo con un tono de asco en su voz. Ran sonrió, justo antes de que alguien, o algo, salido de la nada le estrellase con todo su cuerpo sobre la pared más cercana. Los otros abrieron los ojos rápidamente ya que les había sorprendido de que no lo esquivase si quiera. Izana miró a Kakucho por detrás para susurrarle algo.
Izana: Si os ven, os matan. Yo me quedo, soy su presa.
Kakucho asintió y encaminó rápidamente a todos fuera de allí. Pero, de repente, se dieron cuenta de algo; se habían equivocado. Ran había saltado a esa cosa que casi le arrasaba. Claro, hay que recordar que es un bandido, y encima Haitani. Pero el arrastre volvió y le dio por detrás, no antes de que saltase dando una voltereta en el aire hacia atrás. En cambio, al caer, apoyó un pie mal y todos pudieron ver el preciso momento en el que le crujió. Pero se quedó de pie aún así. Entonces, la mano de ese alguien le cogió del cuello de la camiseta y le levantó a pocos centímetros del suelo ya que ese hombre que le acababa de atacar era de nuevo mucho más grande que él. Primero, abrió los ojos, pero después los relajó.
Ran: Jefe...
Pero, a su llamada, el hombre le golpeó en la cara con su puño. Ran se tocó indignado la parte dañada, incluida la nariz. Los otros, liderados por Kakucho, se pusieron detrás de una puerta para, aparte de esconderse, mirar, ya que tenían curiosidad. Describieron al hombre como un tipo enorme, fuerte y con músculos sobresalientes en brazos y piernas, aparte de llevar el pelo rapado por una parte y por la otra, al parecer, largo hasta su oreja o así. Tenía ojos azules y un tipo de cicatriz que le iba de la parte del ojo izquierdo hasta la nariz, se detenía y luego continuaba hasta la mandíbula. Dejando la conversación con Ran un poco aparte, ellos hablaron en sususrros.
Takemichi: ¡Qué pedazo de tipo...!
Angry: Sin duda, es enorme.
Smiley: Tsk, yo a ese me lo cargo con los ojos cerrados y una venda puesta.
Kakucho: No estoy yo muy seguro de que puedas, Smiley...
Sonrió, aunque se veía capaz y todo. Aún así, siguieron mirando para ver como le golpeaba ahora por la parte de abajo de la cabeza, en la mandíbula. Pusieron cara de dolor, como empatizando con él.
Hakkai: No me gustaría nada estar en su posición...
Mitsuya: ¿Y ese es su jefe ha dicho?
Kakucho: Eso supongo, sí.
Mitsuya: Pues, vaya. Si yo fuese mi propio jefe, no pegaría a los demás de esa forma...
Mikey: Como bien has dicho, si fueses tu propio jefe. El jefe no te perdonaría algo como lo que ha hecho Ran de huir y volver así, como si nada hubiese pasado.
Mitsuya: Cierto...
Entonces, silencio para presenciar los golpes que le estaba metiendo al pobre Ran en la cara. De repente, Izana dudó y miró a Mitsuya con cara rara.
Izana: ¿Jefe? ¿Qué jefe?
Mitsuya: Mira que tienes mala memoria, eh.
Izana: Ah, ya sé de quién habláis... Seguid, seguid, que yo voy a burlarme de la cara que se le está quedando al Haitani.
Sonrió malvadamente. Entonces, tras unos golpes más, el jefe de los Haitanis le soltó. Se puso de rodillas en el suelo con la cabeza baja mientras sangraba.
《¿Se puede saber qué te trae por este territorio prohibido para ti, Haitani?》
Ran: Yo venía a... A... No me acuerdo.
Y, así, consiguió que le diesen otra patada en la boca. Cayó hacia atrás con los ojos entrecerrados, las trenzas a ambos lados con sangre y sonriendo. Se pasó la lengua por la sangre de su boca, como si esperase algo.
《¿Y tú hermano?》
Ran: No ha venido. No está muy bien.
《Uno de mis trucos os han atrapado al final, ¿eh? Es interesante. ¿Los hermanos Haitani, los hermanos que nunca son capturados y que no les puedes pillar por sorpresa han caído tan bajo? Despídete de Rindou de mi parte, si es que sigue vivo.》
Ran: No, si vivo está, y bien vivo. Es solo que... No sé.
El jefe pareció reírse ya que creía que Ran mentía de una forma u otra. Con una patada le obligó a levantarse para mirarle de frente. Al hacerlo, se encorvó un poco hacia su líder, como si le temiese.
Ran: Siento haber escapado... ¡Aunque te odio con todas mis ganas, maldito!
《Ya sé lo que piensas de mí. Ahora, date media vuelta y vuelve a irte. No puedes volver.》
Ran: Mejor así. ¿Y por qué...?
《Puesto que mis trucos os han cogido a uno de los dos, el otro está fuera, lo que quiere decir que no sois buenos bandidos. Márchate y no vuelvas.》
        
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Los forasteros (Tokyo Rev.)Where stories live. Discover now