CAPÍTULO 10

344 18 0
                                    

—Una vez Bruce me regalo una flor de papel.

—Puedo comprarte veinte más si quieres.

—Si, pero teníamos cinco años, Chase.

—¿Y eso que? —enarque una ceja por undécima vez que lo mencionaba —. A lo mejor y te compro la tienda y ya tienes florecitas por el resto de tu vida.

—Vale, pero...

—Y también puedo regalarte más cosas.

—Pero Bruce era mi mejor amigo, o lo es o no se...

—Puedo ser tu mejor amigo —sonreí de lado.

—¿Chase? —enarco una ceja haciendo que la mirara —. ¿Estás celoso?

—No.

—¡Lo estas! —me apunto dando un brinco.

—¡No!

—Has estado tooooda la mañana diciendo que podrías ser mejor que Bruce.

—Puedo ser mejor que él, lo soy en realidad —abrí los brazos caminando con las cosas hacia el auto —. Bruce no te da besos como yo, Bruce no abraza como yo, Bruce no te quiere como yo y Bruce no juega tenis ni tampoco es tu novio más guapo.

—Por Dios, Chase.

—Es cierto.

—Se que eres un buen novio, eres el mío y si tuviera quejas le diría a tu madre.

—¿A ella por qué?

—Porque te puede regañar.

—Entonces le diré a tus padres.

—¡Hey! —exclamó alcanzándome la otra maleta.

—¿La nena tiene miedo?

—¿Sabes que eres un pesado?

—Tu eres la pesada.

Me saco la lengua, como siempre Roselyn Fossey tenía mucha madurez para salirse con las suyas.

Terminamos de acomodar las cosas en los autos para marcharnos hacia la ciudad. cada quien tomo su camino y la pesada de Rose me llevo a andar en bicicleta por la manzana entera de mi zona.

¿Era una pesada?

Si.

¿Odiaba seguirla?

No.

¿Estaba sufriendo al conducir una bicicleta?

¡SI!

Y quería quitármela, lanzarla, estropearla para caminar, pero ella era feliz y me gustaba que estuviese tan tranquila burlándose de mí. Manejaba por delante, a veces se estiraba para tocar las ramas de los árboles o se giraba sobre su hombro a chequear si aún tenía vida.

Jadeaba esforzándome por alcanzarla, me quedaba un simple metro para llegar a la velocidad de Rose. Ella continuaba burlándose de mí. Claro, que maten a su pobre novio que no sirve para conducir bicis.

Al fin se detuvo a un lado de la calle en un semáforo que era nuevo. Detuve la bicicleta anclándome con las dos piernas, cosa que Rose no podía hacer, ella solo lo hacía con una pierna. Ya me tocaría reír después, pero ahora tenía que pagármelas.

—¿Por qué me haces esto?

—No he sido yo, ha sido la bici. Es que un tenista tiene poco entrenamiento.

—¡Hey! —empuje su mano ladeando la cabeza —. No juegues con fuego o empezare a hacer fiestas mientras juegas por ocho horas en una cancha de tenis.

El chico de la raqueta azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora