Nacimiento

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Lejos, muy lejos ha quedado el nacimiento de Brittany, su niñez, padecimientos múltiples en una vida previa a la fama, cuando el anonimato no otorgaba ningún beneficio y sí variadas dificultades.

Nació un día soleado de primavera en un hospital del Texas Medical Center de Houston.

—Dos kilos, ochocientos gramos. Goza de muy buena salud —dijo el partero.

Este entregó una bebita rosada en brazos de su madre, María, de cuarenta y siete años. Brittany estalló en llanto. Su madre primeriza lloró junto a ella.

—¿Dónde está Norman, por amor del Todopoderoso? —preguntó María a quienes la acompañaban en la sala de internación. Nadie le respondió.

Norman, padre de la niña de cincuenta y seis años de edad, era un agente de policía que solía patrullar entre los distritos Midtown y Downtown. Estaba de guardia ese día, no le fue posible estar presente en el preciso instante del alumbramiento. Cuando llegó al hospital un par de horas después, a poco de la caída del atardecer, encontró a María descansando. María lo miró, se alegró, lucía agotada.

—Norman, ya ha nacido Brittany, ¿dónde estabas? —le dijo María entre susurros.

—De guardia. Había un tráfico endemoniado. Digo la verdad con Dios como testigo —le respondió Norman con frialdad.

—Te lo has perdido. Allí está, —la madre señaló la cuna donde Brittany dormía— mírala, que Dios nos la bendiga.

Norman se acercó a la cuna, observó a su hija recién nacida, sonrió con fugaz felicidad gélida.

—Hola, hija —saludó Norman a la bebé.

—No la despiertes, por amor del Señor —le pidió María.

—Nada ni nadie será capaz de romper nuestro sagrado vínculo, amén.

—Amén.

La familia estuvo completa por fin, feliz.

Un año después, la familia festejó el primer año de la niña. Dicha conmemoración, se llevó a cabo en el fondo de una humilde vivienda ubicada en Lawrence Island, donde se ha formado un nuevo distrito marginal superpoblado. Se conmemoró así el cumpleaños para familiares, amigos de la iglesia y vecinos. En simultáneo, se celebró también su ortodoxo bautismo. La reunión fue austera en el pequeño patio de la finca hecha con paredes de arena y botellas de plástico sin pintar. Esta choza estaba hecha a dos metros por encima de un fangoso suelo constantemente inundado, dispuesta sobre gruesos pilares de madera.

Se acomodaron mesas y sillas hechas a mano por María y Norman, se ofrecieron sándwiches, ponche, refrescos, cerveza y algún tipo de carne chamuscada de barbacoa. Entre los familiares invitados había abuelos, tíos y primos. De los amigos de la iglesia, se destacaban dos señoras con edades similares a la de María. También estaba presente algún vecino y dos o tres colegas de Norman.

Ausente a todo esto, Brittany durmió casi todo el tiempo, no lloró ni se quejó, apenas abrió los ojos color esmeralda por un breve instante. Cuando hizo esto sus pestañeos, que tan solo duraron un par de segundos, dejaron atónitos a varios comensales.

—Que el señor la guíe en su camino y la llene de gracia —anheló una de las amigas de María.

—Sí, que Dios la bendiga, chiquita mía —dijo otra.

—Amén —agregó María con clara expresión de orgullo.

¿Quién es Brittany Condon?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora