Aquilino

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Aquilino despierta una mañana con insoportables pitidos agudos, irritantes, provenientes del despertador implacable. Son las seis de la mañana. Algo remolón, a sus sesenta y seis años, Aquilino se aleja de las sedas del sueño poco a poco, con pereza, sin pausa. Estridentes pitidos inundan la habitación cuadrada donde descansa, suenan muy agudos cerca de sus oídos. Una de las cuatro paredes ostenta un bonito cuadro de arte en óleo, cuya imagen muestra copos de nieve, estelas luminosas, montañas y valles al abrigo del viento. Una pareja de alces se admira mutuamente en el centro de la pintura. La pared opuesta, cuenta con ventanales luminosos que dan hacia la calle.

Gruesas cortinas color cielo cubren los mencionados miradores, evitan que la potente luz solar ilumine hacia dentro. En un tercer muro se encuentra la puerta de entrada y salida a la habitación. Es de madera robusta, antigua, con marcos de mismo material, goznes y picaportes de bronce. Por último, recostado sobre un cuarto muro ubicado frente a la puerta, se encuentra ubicado el lecho de Aquilino. Es una cómoda cama doble plaza que, de hecho, es demasiado ancha para su pequeño cuerpo delgaducho, arrugado y en posición fetal. A menudo le resulta un lecho casi tan vacío como frío, sobre todo en las largas noches invernales.

Aquilino despierta inminentemente. El dormitorio está lejos del incesante tránsito del distrito East End donde se encuentra ubicado. Su hogar es amplio, simple, acogedor y solitario. La cama está revestida con sábanas descoloridas por el uso y paso del tiempo, alguna vez debieron haber sido rosadas como las viejas frazadas de lana. Aquilino despierta con lentitud. La alarma lo despabila por completo. Poco a poco gira hacia un lado y otro. A los lados de la cabecera de la cama, hay dos mesas de noche donde reposan libros de la antigua Roma, la Segunda Guerra Mundial y la conquista del espacio. Hay otros textos más, esparcidos por la habitación.

Cuando el despertador deja de sonar Aquilino, perezoso aún, tantea a ciegas la mesa de noche y toma un mando a distancia. Enciende una pantalla holográfica donde no hay mesas, ni nada, solo es un rincón más allá de los pies de la cama. Una imagen ovalar se materializa allí como por arte de magia con definición muy nítida y brillante. Esa imagen ilumina la penumbra reinante; tiene incorporada, el dueño de casa, esta rutina cual reflejo mecánico. En pantalla, aparece un joven con rostro de falsa preocupación rodeado de luces coloridas de neón, enmarcado por delgadas bailarinas que visten pocas prendas. Éstas forman además un coro de voces.

Comienza un ruidoso programa matinal. El ruido es tan agudo que despierta a Kika, una simpática perrita pequeña que duerme sobre la cama, justo a los pies de su querido amo. Es blanca casi en su totalidad con excepción de las patitas delanteras. Éstas, parecen enfundadas en guantes de color marrón claro.

—¡Buenos días madrugadores! ¡Bienvenidos a la nueva emisión de...! —saluda el joven con desfachatez propia de frivolidades forzosamente en boga.

—¡Fa-ran-du-lean-dooo, es super genial! —corean con ganas las bailarinas.

Ricky, el conductor del programa, parece poseído por alguna estúpida deidad desconocida. Las chicas del coro, con sonrisas petrificadas en rostros enmascarados por ilusoria felicidad, comienzan a desentonar un desordenado jingle. Simulan cantarlo, pero en realidad no lo hacen. Intentan ser seductoras, modular voces melódicas que serían incapaces de entonar a capela y sin apoyo técnico.

—¡Sííí madrugadores! ¡Wow! Me hago viejo para bailar tanto —dice Ricky y suelta una carcajada—. Madrugadores lo saben, aquí las celebridades del mundo del espectáculo... —sigue el conductor.

Aquilino se siente obligado a moverse de lado. Le agrada el programa, pero le fastidia un poco la voz aguda a menudo a gritos de quien conduce. Se siente molesto con ese mismo discurso que soporta cada mañana, lo conoce de memoria.

—...nos cuentan tooodos sus secretos —concluye Ricky.

Ensaya unos cuantos bailoteos en solitario, hacia un lado y otro, bajo coloridas luces de neón que reviven profundas nostalgias de televidentes más veteranos como Aquilino. El recién espabilado se reacomoda en la cama. Sabe que cuando acabe el insoportable jingle de presentación comenzará lo realmente importante. Eleva el mando a distancia, baja un poco el volumen del televisor, no soporta la agudeza chillona de la voz del chico, tampoco la moderna música escandalosa.

—¡Bienvenidos una vez más a Faranduleando, queridos madrugadores! No dejen nunca de sintonizarnos. Los quiero mucho —habla sin antes demostrar la humana necesidad de inhalar aire—. En la emisión de esta mañana, les contaré el escándalo que sacude la vida de la joven actriz y cantante: Brittany Condon. ¿La tienes? ¡Claro que sí! Si no te pierdes nuestras emisiones, seguro que la conoces muy bien. Su vida se graba veinticuatro horas al día, pero —eleva dedo índice y ceja derecha, al tiempo que mira directo hacia la cámara— por si acaso has estado en una cueva o en el fondo marino y no has sintonizado nuestra señal, te hago un breve resumen de esta artista. Es una celebridad juvenil que alcanzó la fama por taquilleras películas para adolescentes como: Una perra en mi cuerpo, Manchas en tus sábanas, o la más exitosa: Cuarentena orgásmica. La joven artista nacida en Lawrence Island, brindó esta madrugada explosivas declaraciones. —Aquilino está muy atento frente a la pantalla holográfica.

Se acurruca de nuevo en posición fetal, siente frío a pesar del calor reinante. Apoya la cabeza en la almohada. Kika se incorpora adormecida, se posiciona contra el pecho de su dueño; éste la abraza, sonríe, vuelve a atender el programa. Lucha contra la pereza, al tiempo que el conductor prolonga su rápida catarata de palabras prescindente del vital oxígeno.

—Ay, ay, esa Brittany. ¿Cómo no amarla? Con sólida fama bien ganada es seguida por miles, millones de fans. Las descargas de sus canciones ascienden a billones. Recitales en vivo y películas con su presencia, saturan nuestras redes.

En la cama, Aquilino siente que se adormece, el sueño matinal lo vence, pero resiste, sabe que si queda dormido no despertará de nuevo hasta mediodía como mínimo. Ese es un lujo que no se puede dar. Mira la pantalla, trata de prestar más atención a lo que ocurre en el programa televisivo.

—Ahora nos ponemos serios. En la pasada madrugada, como ya dije, se desató una verdadera tragedia en nuestro bonito distrito Baytown. Noticias sobre lo ocurrido saturan los medios de comunicación. Tal vez ha sido un incidente premeditado, no aislado, quizás fue un acto terrorista, aún no lo sabemos; no está esclarecido por las autoridades. Brittany estaba en Baytown en un megashow que con anterioridad hemos promocionado. El recital se exhibía en la calle para miles de turistas y residentes. En medio de esto dio comienzo el incidente. La cantante y actriz ovacionada por pelis como Placeres infinitos, fue rescatada casi al amanecer, justo antes de que se estableciera una hermética cuarentena en Baytown. La trasladaron muy rápido hacia Texas Medical Center en ambulancia. Fuentes confiables me aseguran que su representante pagó más de... ¿me escuchan bien? Más de tres millones de eCoins, para que hicieran una excepción con ella. Así la dejaron salir de la zona. ¡Tres millones, amigos! La vida de Brittany se graba todo el tiempo, gracias a eso tenemos material inédito, como es nuestra costumbre aquí. Estuvimos ahí cuando el médico la asistió en la ambulancia. Presten mucha atención a sus escandalosas declaraciones camino al hospital y a lo que ocurre después. ¡Vamos a verlo!

La imagen se traslada hacia el interior de una ambulancia en movimiento, la cual, por las ventanillas puede verse que se aleja de la zona en cuarentena. Fuerzas militarizadas, vigorosamente armadas, intentan contener masas humanas fuera de control. 

¿Quién es Brittany Condon?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora