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El día que la familia de Shoto se enteró que tenía dos alfas, fue un completo desastre.

Las vacaciones de verano habían llegado y la mayoría de alumnos aprovechaban las dos semanas libres para pasarla con su familia, el omega de doble kosei era una de esas personas.

Y por más que sus alfas le habían insistido en que fuera con ellos a sus casas, o al menos acompañarlo a él a la suya, Todoroki se negó.
Según el omega, ambos tenían que aprovechar cada momento que pudiesen con su familia. Y el rubio ni el niño de pecas pudieron contradecirlo cuando les dio esa cálida mirada.

Aún cuando sabían que la verdad era que Todoroki solo quería paz en sus vacaciones  y buscó deshacerse de ellos de la forma más cínica posible; con unas absurdas palabras que ni se creía él mismo.

Fue así entonces que el omega ya estaba frente a la puerta de su casa.

Su mano agarraba con firmeza la maleta de rueditas, mientras su pose era relajada pero de alguna forma orgullosa al mismo tiempo.
Solo sus amigos más cercanos se habían percatado de ese cambio cuando el omega fue marcado por ambos alfas. Era como si quisiera pavonearse frente a todos, extendiendo su cuello lo más que pudiese de forma natural para dejar a la vista ambas mordidas en la blanquecina piel.

La verdad era que ser reclamado por los dos le había ayudado a ser seguro sobre sí mismo.
Antes cohibido por la horrible marca en su rostro, producto de un irremediable accidente.
Se sentía feo, y no es que le importara tanto su físico de pequeño, pero era un rasgo inevitable de los omegas buscar sentirse bonitos y sobresalir de los demás.
Ahora no se sentía la persona más hermosa de todas, pero al menos se sentía amado. Eso era más que suficiente para sentirse bien, para sentirse digno.

Apenas iba a tocar la puerta cuando fue abierta por su hermana mayor, quien tan solo con verlo dejó ver una brillante sonrisa en sus lindas facciones.

─ ¡Shoto! ─ El menor correspondió el abrazo de Fuyumi cuando está le rodeó con brazos efusivos.

No le llenó de preguntas como otras veces y solo le dejó pasar a la sala, donde estaban sus padres y sus hermanos.

Sin embargo la sonrisa de la chica cayó cuando en lugar de ver expresiones emocionadas, vio caras largas por parte de su familia. Parecía que acababan de ver un fantasma.
¿Acaso no esperaban esta vez la presencia de su hermano?

Extrañada dirigió nuevamente su oscura mirada hacia Shoto.
Y ahí fue cuando entendió todo.

Su cara también palideció cuando, al observar con más atención al bicolor, fue consciente de las dos marcas oscuras en su cuello.

──

Ya había pasado un rato desde que el menor de los Todoroki había llegado a la casa de sus padres.

En aquel momento todos estaban sentados en la mesa, tomando té y comiendo las deliciosas galletas que Touya había ido a comprar por pedido de su madre.

No obstante, ninguno había pronunciado palabra desde que Shoto había puesto un pie en su hogar.

Eso fue hasta que Touya, buscando acabar con el incómodo silencio fingió una tos.

─ Entonces... ¿Tienes dos alfas?

─ ¡Me niego a aceptar esto, Shoto! ─ No hubo tiempo de que el menor pudiese responder cuando saltó Endeavor exaltado.

El mencionado solo rodó los ojos y se metió de mala gana una galleta a la boca.
Pero el jefe de familia siguió.

─ ¿Qué son estas modas de ahora de la chaviza? Es indignante. ─ Touya y Natsuo tuvieron que meterse también una galleta a la boca, pero fue para no reír. ─ Una cosa fue dejar que ese pequeño rubio pandillero y reguetonero entrara a la casa para cortejarte. ¡Pero otra cosa es dejar que tengas dos alfas! Y ni siquiera nos dijiste que había otro alfa. ¿De qué alcantarilla salió ese?

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