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CAPITULO NUEVE
"UN GUAPO FRANCES"

Mientras un caos más grande sucedía en Ecomoda, en otra parte, en un lugar llamado Cartagena; un lugar feliz, lleno de fiestas y playas, se encontraba un rubio francés revisando una maleta.

Metía lo necesario para quedarse al menos unos días, no podía abandonar su negocio pero tampoco tenía pensado esperar seis meses para ver a su novio. Una mujer de cabello cafés y ojos del mismo color le ayuda a preparar su maleta. La mujer se subió encima de ella y el francés con el peso de su amiga pudo cerrarla.

—¿No crees que llevas muchas cosas? Parece que te quedarás semanas en vez de días —comento la mujer bajando de la maleta.

—Claro que no. Solo llevo lo necesario.

—¿Para vivir con el en un departamento rentado? —el francés rodó los ojos. Su amiga rió y se sentó en la cama arreglando unos rollos de su cámara. —¿Te la llevarás? —la mujer asintió. Tenía muchas ganas de volver a ver al novio del Michel, solamente lo había visto una vez y fue cuando le había tomado la foto del recuerdo con el rubio, poco después se enteró que era su pareja.

—¿Natalia vendrá?

—No. Sigue ocupada con sus estudios. Vendrá en el lanzamiento de la colección a ayudarme con el programa.

—¿Sigue estudiando? Pensé que ya se había graduado.

—Quiere hacer una maestría.

—Mujer preparada, ¿eh?

Cuándo estuvieron listos salieron de la casa del rubio hacia el aeropuerto. La castaña miraba a la gente pasar mientras Míchel le compraba un café, había personas misteriosas y llenas de vida pero decidió mejor guardar los rollos para un pequeño momento que tenían rondado en su cabeza desde descubrir que su mejor amigo era homosexual. Sus mejillas se sonrojaron ante las imágenes pervertidas y calurosas entre ellos dos. Se preguntó si ya habían tenido sexo, y si podría colarse para verlos desde la oscuridad. Golpeó sus mejillas borrando esos pensamientos, cruzó sus piernas una encima de la otra para evitar correrse de nuevo por las imágenes mentales.

Pasaron unos segundos antes de que Michel apareciera con su latte.

—¿En qué pensabas? —la castaña negó nerviosa. —¡N-nada, solo en, en nada, nada!

El francés supo que pasaba por la mente de su amiga. No debía ser adivino, conociendo lo pervertida que podia llegar a ser esa mujer, en el buen sentido de solo pensarlo y no actuar.

Cuándo el avión despegó, no pudo hacer otra cosa que mirar el reloj. Quería llegar ya y estar de nuevo en esos ojos chocolate, sentir su cabello y oír como latía su corazón; también probar esos dulces labios que devoraba como dulce. Viajo dormido pensando en su novio y lo que pasarón en Cartagena; los susurró a media noche, las caricias, los cantos de los dos en la playa, los bailes, y lo gracioso del salón de belleza donde Catalina lo regañaba por reírse de las quejas de su novio cuando le depilaban la cara. También cuándo lo conoció, habiendo visto a la asistente de Catalina antes de que ella volviera a hacer como era antes. Le ayudo en el proceso, le recomendó cosas para vestir, bailar, pero sobretodo, fue su confidente. Roberto le contó todo lo que había sufrido en Ecomoda, lo que había pasado con los dueños y los activistas, pero sobre todo con el causante de todo ese despecho y querer volver a tomar las riendas de su vida como Roberto: Armando Mendoza.

LA VERDAD TRAS BEATRIZ PINZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora