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CAPITULO DOCE
"NEGACIÓN"

El timbre comenzó a sonar como loco. Escuchó a Hermes gritarle que abriera la puerta antes de que quemara el aparato. Julia bajo resignada, al llegar abrió la puerta esperando ver a Nicolás. Su sorpresa fue cuando Armando Mendoza apareció en escena con una bolsa de basura en su costado.

La mujer no permitió dejarlo entrar. Le cerró la puerta en la cara mientras Armando gritaba que le dejara entrar. Solo por Hermes el ex presidente pudo poner los pies en la casa de Betty. Pidió hablar a solas con doña Julia, Hermes se negó al principio pero la señora lo permitió. Cuando ellos dos estuvieron juntos Armando se desahogó. Le contó todo; sin mentira alguna, sus sentimientos por ella, su soledad, las peleas en los bares, los golpes y sus intentos de suicidio. Julia abrió los ojos como plato, la historia le recordaba a una de sus tantas novelas que veía en la televisión.

—Por eso necesito que me escuche, doña Julia.  Que... Que me dejen hablar con ella, que me digan donde está —suplico a la señora. Abrió la bolsa de basura y saco cada carta y regalo que el mismo le escribió y le dió de corazón. —Todo esto. Todo esto, doña Julia. Es de verdad. Todo lo que le escribí, fue de verdad. Nada de lo que dice la carta es cierto. Si. Lo hice al principio pero cambié, no soy él Armando Mendoza que Betty conoció, soy otro. Alguien que se está muriendo, doña Julia. Un cadáver vivo. Por favor —se arrodilló frente a ella—, déjenme verla. Díganme dónde está. Por favor.

Verlo así; rogando por piedad, para que su alma fuera sanada, le removió el corazón a la madre. Sin embargo, esa sonrisa apagada, el sufrimiento de su hijo y sus cambios drásticos no pudieron con esa piedad que el oraba. Ella no podía decir nada.

El silencio de Julia rompía a Armando, su soledad estaba al punto de quiebre. Unas pisadas se oyeron bajando de las escaleras a toda prisa, el ex presidente volteó esperanzado de que fuera Beatriz, pero solo vio una figura masculina bajar.

—¿A dónde vas mijo? —pregunto Julia apresurandose para cubrir al Mendoza. —Voy a un restaurante con alguien. Llegó tarde y no me esperen despiertos, por favor —salio apresurado de la casa.

Armando vio como el coche se iba echando humo. La señora Pinzón estaba incómoda y un poco preocupada de la partida de su hijo. Regresó a la realidad cuando Armando casparreó la garganta.

...

—¡Beto! ¿Estás bien?

Había recibido la llamada de su novio alterado. Pensando en ir a su casa cuando el mismo le gritó que no fuera por nada del mundo, que el iría a el restaurante de un bar cercano. Ambos se encontraban bebiendo alcohol. Preocupante para Michel porque Beto no era muy fan de tomar.

—¿Seguro que estás bien? —pregunto por tercera vez. La mirada de Beto viaja de arriba a abajo hacia el y la bebida, se veia mal. Demacrado y cansado.

—Si. Estoy bien.

Michel calló. Tratar de sacarle algo a Roberto en ese modo era imposible. Siguieron ahí en silencio, un incómodo pero algo reconfortante para Beto que en realidad en este momento no queria nada más que la presencia del francés. Con paciencia Beto comenzó a hablar:

—Vino a mi casa.

—¿Quién?

—El. El verdugo de Beatriz.

LA VERDAD TRAS BEATRIZ PINZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora