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Te vi venir.

—Haoooooo —exclamó Gyuvin en la salida de la universidad.

—Quéééééé.

—No podrás creerlo, me toca hacer un trabajo práctico con Jiwoong, ¿sabes quién es él? Yo no lo sabía hasta hace unas horas, ¡es el hombre más deseado por los hombres!

—¿Quién le asignó ese título? —dije luego de haber reído de como dramatizaba la situación.

—¡No te rías, no es una broma! No viste cómo todos me miraron con ojos llenos de furia cuando me vieron junto a él —tomó una pausa para taparse el rostro con sus manos—. Tengo mucho miedo.

Al rato, cambiamos el tema de conversación y nos dirigimos caminando hacia una cafetería cercana a la universidad para pasar la tarde, con el objetivo de tomar un café y comer medialunas. Es agradable visitar estos lugares con él, pues siempre una chica le regala algún postre que yo termino comiendo y, por supuesto, Gyuvin se enoja conmigo.

—Oh, está cerrado —habló mi amigo mirando aquel letrero en la puerta que exponía la palabra "cerrado"—. Deberíamos ir a otro lugar.

—¿Dónde? La cafetería más cercana ahora es... oh no —paré de hablar dándome cuenta de aquello—. La de Bora.

—¿Vamos? —preguntó Gyuvin de forma inocente y yo suspiré, él entonces recordó mi situación con mi "novia"—. Hao, en verdad quiero comer un bizcocho de queso, vamos, Haooo —habló sacudiendo mi brazo mientras hacía un berrinche como un niño pequeño. Obvio, yo no puedo negarle algo tan estúpido a mi hijo.

—Está bien —declaré y Gyuvin aplaudió de felicidad—. Pero... —él paró en seco—. Entramos, compramos el bizcocho y nos vamos, quiero evitar situaciones incómodas por el bien de mi paz mental.

—No hay problema —sonrió.

Empezamos a caminar hacia el local de Bora, el cual sólo quedaba a dos cuadras de allí. Mientras más nos acercábamos al lugar, menos atención podía poner en las incesantes palabras de mi compañero de recorrido. Hipnotizaba mi organismo mi desorbitada imaginación, sólo podía divisar una absurda situación en donde Bora y su pequeño ligue desmesuradamente demostraban su atracción frente mío. Perdería mi dignidad, pero ganaría un bizcocho de queso.

Ya estábamos al frente, contemplando los grandes ventanales que exponían a los clientes disfrutando de una dulce merienda. Gyuvin no lo dudó y movió aquella pesada puerta de vidrio para entrar al local. Yo, aún con pánico, lo seguí por detrás y puse todo en las manos de Jesucristo.

Dulcemente, como una luz de luna en el oscuro cielo nocturno, estaba él. El calor me subía a las sienes; tenía la sensación de que mi rostro se había entosquecido de pena, deformado de pena, una pena hondísima, toda clamorosa.

Estaba él, Sung Hanbin. El brillante, lustroso y espléndido Hanbin.

Reposó sobre la mesa de unos clientes tres spresso macchiato con la delicadeza tal de un príncipe complaciendo a una noble dama. Vestía irreprochable, desde el rígido cuello almidonado hasta los botines de charol con polaina color de crema, así, se reconocía en él al sujeto que toda mujer mayor quiere como yerno.

—¿Hao? —la voz de mi amigo me apartó de mis pensamientos—. Ya compré el bizcocho, ¿nos vamos? —guardé silencio y él se dio cuenta de que algo andaba mal—. Hao... ¿los viste? —susurró.

—No, no veo a Bora en ningún lado, pero, el mesero a tu derecha, el que está a un lado del ficus lyrata, ese es Sung Hanbin —indiqué a través de un susurro luego de acercarme a su oído.

—¿Le vas a hablar?

—Simplemente vámonos, no es el mejor lugar —volví a mirar de reojo a Hanbin, pero aparté la vista de él porque vi que me observaba.

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it boy ✦ haobinWhere stories live. Discover now