𝖤𝗉𝗂́𝗅𝗈𝗀𝗈

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—¡Clau, Andrew, cuidado con la piscina! — Gritó t/n, su madre, al observarlos desde el gran ventanal de la sala.

Los dos pequeños asintieron mientras seguían jugando con los cuatro cachorros Golden Retriever que habían adoptado hace poco.

Al fin de cuentas, habían terminado comprando una lujosa y amplia casa a las afueras de la ciudad, con lujos al por mayor.

—Si tú me sigues poniendo esas tentaciones, no tendré otra opción que atender a tu llamado y hacerte otro hijo. — La castaña estremeció al sentir las manos de su marido acariciarle los muslos por debajo de su vestido suelto. Ella recargó su cabeza sobre el hombro del castaño, callando un gemido y cerrando de los ojos. Disfrutando de sus caricias. — Y con bragas de encaje, ¿eh mami? — Le susurró con la voz ronca, ligeramente excitado al sentir sus bragas. Ella se limitó a pasar una mano por su nuca, acariciándolo, sintiendo su calor mezclarse con el de ella. — Tendremos que arreglar esto más tarde. — Le advirtió aún en susurro, mordiendo el lóbulo de su oído para comenzar a descender sus besos por su cuello, de manera lenta, con amor.

Aidan quedó fascinado con el delicioso, fresco y delicado aroma de su mujer, ese aroma que tanto le encantaba.

Con una sonrisa en el rostro, ambos se separaron de tal abrazo para quedar de frente y poder besarse.

—¿Qué tal el trabajo? — Le preguntó la castaña, con normalidad al separarse del beso, y con dificultad...de sus brazos.

—Cansado. — Admitió. — Pero todo vale la pena cuando llego a casa, siempre. — Le depositó un beso en la frente. Ella sonrió. — ¿ Qué tal nuestros hijos? — Preguntó mirándolos también por el gran ventanal, mientras ellos reían y jugaban.

—Fascinados con los Golden, ¡son preciosos! — Aidan rió al ver la expresión de emoción en su mujer.

—¿Entonces se quedarán esta vez? —

—En realidad, he sido yo quien ha decidido que se queden... — Se acercó a él, segura de sus palabras. — Creo que necesitamos unos días a solas...y creo que París es perfecto. — Habló pasando su dedo anular, donde portaba sus preciosos, lujosos y caros anillos de bodas por el pecho de su marido, sobre su camisa gris, acariciándolo.

Crearon contacto visual y él sonrió con deseo.

—Creo que de verdad quieres que te haga otro hijo. — La amenazó.

—Creía que llegaría nuestro décimo aniversario antes que nuestro cuarto hijo. — Dijo ella con diversión. Y como por arte de magia, la pequeña Gianna lloró, pidiendo la total atención de sus padres.

—Bueno, ya son casi seis años de aniversario si contamos desde que decidimos tener una relación, casi lo logramos. —

Ambos fueron hasta la sala, donde estaba la pequeña en la cuna, abriendo sus pequeños ojitos ligeramente hinchados por el llanto.

Su papá la tomó entre brazos mientras su madre se sentaba, descubriendo su seno y tomándola entre brazos, para que ella se pudiera alimentar.

El ojiverde se sentó a un lado de ella, permitiéndole recargarse sobre su pecho. Acarició su cabello y descubrió un poco la mantita beige que cubría su pecho, mirando como su pequeña hija se alimentaba de su mujer.

La pareja murió de amor cuando la pequeña, abriendo sus ojitos lentamente, los volteó a ver aún alimentándose de su madre, dejando ver sus preciosos ojos dorados, como los de su madre con ligeros destellos verdes, como su padre.

—Te dije que hacer el amor conmigo dominante era la clave para que se pareciera a mí. — Susurró la castaña, admirando cada detalle de su pequeño rostro.

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𝐈𝐧 𝐚 𝐌𝐢𝐥𝐥𝐢𝐨𝐧𝐚𝐢𝐫𝐞'𝐬 𝐁𝐞𝐝 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora