Nacer en el lugar equivocado.

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Bai WuXiang de seis años se despierta soñoliento, apenas y ha descansado, ni siquiera tuvo tiempo de bañarse o pellizcar alguna golosina.

—¡Levántate, es hora de trabajar! ¡Y ponte esa cosa!

Este es su abuelo, el cocinero del restaurante, su abuela lleva las cuentas y él hace de mesero. Son las cinco de la tarde y el turno no terminará hasta las cinco de la mañana del día siguiente. Más que un restaurante es una taberna, todos sus clientes son hombres, llegan a beber grandes cantidades de licor y a fumar. El pequeño Bai WuXiang ni siquiera sabe cómo se llama o cuándo nació, tampoco sabe cuántos años tiene. Se tapa la cara con una máscara la mitad riendo la otra mitad llorando, no sería muy bien visto que un niño atienda en un bar, pero él no va a la escuela porque queda muy lejos, por lo tanto, debe trabajar, eso dicen sus abuelos. El pequeño Bai WuXiang es apodado así por los clientes del bar, sus abuelos tampoco lo llaman por su nombre, ni siquiera lo ven como un nieto, sino como un empleado, o un criado. No quieren que nadie sepa la identidad de este chico, así se libran de cualquier problema con la autoridad; aunque éstas son blandengues, no bajarán la guardia.

—¡Ey, Bai WuXiang, ven a limpiar aquí! — le llama un cliente.

Bai WuXiang llega a limpiar el vómito de un cliente en una mesa, parece que ni siquiera hacen el esfuerzo de vomitar en las pequeñas cubetas para vómito al lado de cada mesa. Creció en este ambiente, envuelto en el aroma del alcohol, del cigarro y del vómito. Detesta estos aromas, se pegan a su ropa y cuando se va a dormir todavía los olfatea. Limpiado el desastre, arrastra al hombre desmayado por un pie, lo deja tirado a la salida del restaurante. Cuando su turno termina, va a dormir. Su sueño tampoco es placentero, su abuela lo despierta de vez en cuando para que trabaje en alguna tarea doméstica.

—No sé por qué tu padre tuvo que venir a dejarte aquí, hasta un perro hubiese sido más bienvenido— se queja la abuela al más mínimo retraso de su nieto—. A tu edad yo trabajaba sin parar.

Bai WuXiang está cansado, con sueño, tiene hambre y encima tiene que escuchar las tonterías que dice su abuela, quiere pedirle que se calle; si ella es tan magnífica, ¿por qué no lo hace todo ella sola? Pero después la mira, quejándose del dolor en sus rodillas, del dolor de espalda, y la ve tal como es, un cadáver orgulloso que se cree maravilloso y que no se da cuenta de que es todo lo contrario. Ha estado en el hospital varias veces por un cáncer. Él no sabe lo que es cáncer y francamente no le importa, sólo sabe que su abuela se morirá algún día.

...

Esa noche, mientras toma los pedidos y va de regreso a entregárselos a su abuelo, un cliente lo hace tropezar con su zapato. Bai WuXiang se cae y las risas de burla resuenan fuerte en esa cárcel de humo y alcohol.

—¡Deja de perder el tiempo y levántate! — le grita la abuela desde la caja registradora.

Bai WuXiang se traga su enojo y se pone en pie.

—Sí, enano, date prisa y trae nuestro pedido que tenemos hambre.

—Si tanto tienen hambre, déjenme trabajar rápido— protesta.

Los hombres murmuran cosas a sus espaldas al mismo tiempo que Bai WuXiang se aleja. Entrega el pedido en la cocina y al poco tiempo su abuelo le tiene preparado los platos. Los acomoda en sus brazos, hasta cuatro a la vez. De regreso a la mesa, el mismo sujeto le vuelve a poner el pie en el camino y Bai WuXiang cae junto con toda la comida. Toda la taberna se ríe de él.

—¡Eso te ganas por meterte con tus mayores, jajaja!

Una mano fuerte se enreda en la cabellera de Bai WuXiang y lo arrastra frente a toda la gente, es su abuela. Lo lleva a la parte trasera del restaurante y lo golpea con el palo de una escoba.

Memorias de dos vidas tristes. | BaiLian | - 20Where stories live. Discover now