4.

62 5 0
                                    

Era viernes, o para todos los escolares, el día más feliz de la semana. No cabía duda de que él también se sentía algo aliviado, el tiempo había transcurrido de forma tan tortuosamente lenta que un sentimiento de desconcierto caminó sobre él cuando leyó viernes en el calendario, a la par que alegre. Viajó desde su casa hacia el establecimiento escolar donde le esperaba media jornada y más horas de descanso.

El día transcurrió con un ambiente inusual, pero le desconcertaba el hecho de que en su mente no había un motivo concreto ante lo que pensaba, para él todos los días eran iguales y sin nada de particular que destacar, hoy sentía que era diferente y el hecho de que no encontrara una respuesta del porqué lo molestaba, durante todo el horario de clases su mente evadía la concentración y se acercaba más a perseverar en una búsqueda del motivo de esa sensación de rareza dentro del tiempo. Algo faltaba en el rompecabezas, pero, ¿qué era exactamente?

Sus ojos se abrieron con aparente sorpresa y finalmente lo pilló: Kuroo estaba ausente el día de hoy.

Ya está, ahí estaba.

Había pasado un periodo medio de tiempo después de conocerse un poco mejor para posteriormente volverse casi amigos, o lo que sea que haya sido esa tregua que vinculaba la biblioteca, su videoconsola y un cuaderno de literatura. Sin embargo no fue muy fácil para el muchacho moreno, la personalidad tan quieta de Kenma más el trato con el que actuaba normalmente fue un ligero obstáculo, pero un vínculo se pudo formar al rato. Kozume estaba en desacuerdo cuando su vecino afirmaba que ambos eran amigos, lo negaba en silencio y se convencía a sí mismo que sólo aguantaba su presencia y ya, que con el pasar de los días se terminaría acostumbrando a la personalidad chocante de Kuroo, curiosamente, así fue.

Volviendo al otro tema, aunque no lo quisiera, inevitablemente se sentía abrumado al respecto, en los años en los que conocía de vista a Tetsuro sabía que éste no solía ausentarse en el colegio, es más, nunca lo hacía, o eso pensaba. Cualquiera que lo conociera se sorprendería o al menos se percataría del hecho. Pero no le sumó más vueltas en el asunto, y cómo un día cualquiera de escuela, se dedicó a pasar el día acompañado de una tierna soledad, aunque sintiéndose amparado por los personajes que protagonizaban en sus diversos juegos de consola. Así hasta que el toque de timbre indicó el desenlace de las clases, y caminó fuera del colegio, con la mochila y la intriga cargando sobre su espalda.

Pero cuando se dispuso a recorrer el sendero que dirigía hacia su hogar, su imaginación pareció dispararse relacionado al asunto. Su mirada se hallaba perdida mientras su mente se hacía situaciones que estuvieran concorde a él.

"Tal vez se quedó dormido, o está enfermo, o quizá se escapó de clases... O quizá..."

Un sonido ensordecedor se oyó desde más atrás. Girándose, se asustó al ver las luces azules y rojas que giraban alrededor.

Una ambulancia.

"Va a la misma dirección que yo voy cuando me dirijo a casa, cómo ahora."

"Espera..."







—Ay, Kenma, que bueno que llegaste. ¿Por qué tardaste tanto?

Confundido y aliviado, en su mente pasó todo tipo de películas que involucraban a su madre tras ver al camión de la ambulancia. Pero allí no había nada, y ella se encontraba en perfecto buen estado, sus ojos se movieron de aquí para allá, buscando algún rastro de algo mal. Pero todo estaba en orden. Entonces, ¿que había sucedido?

—¿Por qué hay una ambulancia afuera?

—No fui a preguntar, no me atreví a hacerlo, pero...

No dijo nada más después de aquello, Kenma levantó las cejas, con ansias de saber la respuesta sobre lo demás, sintió inquietud al ver que su madre reflejaba intranquilidad plasmada en el rostro, ésta miró hacia afuera.

FragilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora