Epílogo

42 7 3
                                    

A Kenma, esté donde esté.

Bokuto y los demás están a mi lado, él está haciendo las últimas tareas que le quedan, no ha pasado mucho desde que entró a la universidad, pero claro, sigue necesitando ayuda para concentrarse, tuvimos que llamar a Akaashi para que viniera a animarlo. Cómo hoy desperté de buenas, me uní y lo ayudé un rato, es excelente en matemáticas, en general, le va bien en todo, pero química es su debilidad. Unas semanas más y terminara éste semestre. Es muy generoso de su parte por compartir su departamento conmigo. 

Si te hubieras quedado un poco más, descubrirías con orgullo que ahora Hinata es un fenómeno dentro de la cancha de Volley, está triunfando cómo nunca y ha crecido cómo nunca, ahora te superaría en altura, pero qué va, para mí siempre seguirá siendo el enano.

Tu cuarto está cerrado con llave, puedes estar tranquilo, hasta donde yo sé, no han tocado nada, la señora Kozume insiste en que no tiene ganas de tirar tus cosas a la basura, así que cada cosa está como la dejaste, ésto incluye tus últimos apuntes y el avión de madera que dejaste a medio terminar. Me regaló tu pequeña consola, ¿puedes creerlo? Pero no sé cómo usarla, ni tampoco tengo el tiempo para aprender, no te preocupes.

Todavía no me atrevo a ir a nuestro sendero, pero algo dentro de mí me dan ganas de hacerlo, cada vez que salgo, la tentación está allí, créeme. De las veces que fui allí de niño, no me acuerdo de haberlo hecho en invierno, pues hacía un frío horrible y me resfriaba muy rápido, así que me gusta imaginar en lo mucho que cambia con la nieve encima de la hierba, todo debe verse mucho más bonito.
Pero escuché que han comprado el terreno, así que en un tiempo cortarán todos los árboles para empezar a construir casas por encima, es algo triste, pero la verdad tampoco es que me importe mucho, era algo que pasaría tarde o temprano.

Te habrás dado cuenta, Kenma, de que he crecido.
Aprendí de la peor forma posible que el tiempo nunca, nunca se detiene.
Fue doloroso, no te imaginas cuánto, lo sigue siendo.

El año que viene iré a la universidad, es posible que al fin me vaya de éste lugar de una vez por todas. He hecho amigos y he ido a incontables lugares, he continuado con ésto justo cómo lo pediste.

Dejaste tu promesa bastante a medias, porque no apareces tanto en mis sueños cómo me gustaría. Agradece que te tengo paciencia, porque es cansino esperar a que aparezcas en mis sueños.

En los cuales, por cierto, en todos ellos estás riendo.

No quiero exagerar, pero es que estoy siendo sincero cuando digo que siempre luces más radiante que nunca, te sientas conmigo en la acera y me hablas, tus palabras se escuchan lejanas, cómo si estuviera oyendote debajo del agua. Y puedo jurarte que verte de nuevo después de todo es estar en la línea al medio de lo real e irreal.

Tu piel es pura y radiante, luces sano, verte completamente libre de cualquier mal y con energía a comparación de ese día en que te fuiste me da una sensación tan agridulce.

Es cómo si nada hubiera cambiado para tí.

Se siente tan real, Kenma. Se siente tan real que duele. Duele tanto.

Sí que da gracia, porque cuando te conocí tu cara no variaba más de enojado, serio y neutral.
Pero no me quejo ni nada, me gusta verte reír, por lo menos, cuando duermo.
Y me gusta verte, mucho.
Y no me gusta despertar, porque entonces no puedo volver a dormir en toda la noche al pensar en lo feliz que te veías.

No puedo darte una buena despedida. La verdad, creo que nadie es bueno en las despedidas, pero supongo que lo que sí puedo hacer es contarte que el día de ayer, tu madre me contó que había ido a nuestro sendero, me dijo que había encontrado algo.

Le pregunté que era, y me mostró.

Eran unos familiares anteojos de marco rojo.

Las margaritas de allí ya no existen, en su lugar, sólo hay tulipanes.

Arriba de tu tumba, dejé tulipanes amarillos, sólo para que veas que cumplo mis promesas.

FragilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora