Besos de miel (Alex Karev x George O'malley)

8. Arma

No lo vio venir.

Sólo sabe que fue con O'malley a la cafetería para comprar una maldita bandeja de almuerzo y un par de ensaladas Cesar para Izzie. Cristina fue muy insistente que quería una ración de tarta de pollo y Meredith quería una hamburguesa, como él. La presencia de O'malley lo ponía un tanto incómodo, realmente no eran amigos del todo, pero cuando habían un par de cervezas de por medio y no hacían su concurso de meadas, pues, era un buen tipo.

Sólo sabe que se giró para responderle una mierda al otro hombre sobre su nueva cita con aquella enfermera, pero sus ojos van de los celestes de George al hombre que está a su lado, sosteniendo un arma en su cabeza.

La gente empieza a gritar porque el sujeto no tiene ni idea que lo único que hace es alterar a todos, una jodida arma en medio de todo, George lo mira sin saber qué hacer y él está cubierto en pánico.

George tiene una jodida arma en la cabeza.

- Wow, amigo, ¿qué pasa?

George es el único que habla, con su voz casi estrangulada, trata de mirar al otro sujeto aún con el cañón del arma en la comisura de su ojo izquierdo y levanta sus manos levemente. Está demente.

Está congelado en su lugar, no puede hablar y la bandeja en sus manos se siente de plomo.

¿Por qué carajos le apunta a George?

Entonces el hombre grita, tiene un aspecto a ex policía que pasó por una vida llena de mierda, está desarreglado, cubierto de aceite para auto, pero tiene la mirada fija en O'malley y su arma no tiembla ni un centímetro. Cosa que lo asusta demasiado.

- ¡Tú tuviste la culpa! ¡Siempre la tienes, eres un maldito cerdo, perro asqueroso!

- No, yo creo-

- ¡NO HABLES!

Entonces el seguro del arma baja y el arma golpea nuevamente la cabeza de George para que se quede en su lugar, de forma amenazante, George sabe que Alex está asustado, es una reacción involuntaria ante situaciones así, él vivió con armas toda su vida, sus hermanos tuvieron un arma en sus manos a los diez para aprender a armarlas y desarmarlas. Él tuvo una a los quince, donde gatilló sobre un árbol y recuerda que cayó hacia atrás y sus dedos se cubrieron con aceite, el olor a metal lo trajo a la realidad.

Su familia era cazadora por deporte, ahora retirada, pero las enseñanzas quedan grabadas en él como una cicatriz. Sabe armar y desarmar, sabe limpias y apuntar. Entonces sabe que este hombre disparó toda su vida por la forma en que el metal pega en su cabeza de forma equilibrada y latente, sabe que está dispuesto a explotar su cabeza con un sólo disparo.

Pero no por eso el miedo lo deja.

- Mi hija, mi pequeña... niña, tú la mataste, eres un desgraciado, maldito gusano...

El hombre solloza aún apuntándole, no saca el dedo del gatillo, pero puede absorber sus palabras, ¿una paciente? entonces de esto se trata. Él no recuerda a alguna niña, a menos que sea la niña de la abrasión de la rodilla, no hizo mucho esa semana tras estar bajo el mando de Bailey y su pasión por el hospital público de Izzie. A menos que haya sido el área de pediatría o alguna cirugía. Sus pensamientos van a velocidad, tiene el arma aún fría en su piel. Una gota se desliza en su espalda, es fría e incómoda como el diablo, muerde por dentro de su boca su labio inferior. Respira, inhala y exhala.

Sé un buen chico, George. Repite en su mente, la voz de su consciencia susurrando, parpadea tratando de no moverse, alza su mirada a Alex, el hombre está en su lugar, su boca balbucea algo que no logra escuchar. Alex está asustado, disminuye el riesgo, no seas la presa.