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Desde la conquista de Aegon, Visenya y Rhaenys Targaryen, todos en poniente y los siete reinos pensaron que las casas Targaryen y Velaryon fueron las únicas en sobrevivir a la maldición de la antigua valyria y traer dragones al...
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El duelo puede vivirse de distintas maneras, algunos se cierran y guardan su dolor, otros buscan descargarlo y algunos solo deben afrontarlo. Levana debía afrontarlo. Es normal que en la alta sociedad los sentimientos pasen a segundo plano, es decir, no podían ir por los pasillos llorando su perdida y mucho menos si eres una heredera con nueve dragones adultos a tu disposición.
—Ya va a empezar la ceremonia, mi señora.
Levana estaba sentada frente a su tocador y Anya estaba detrás de ella, tal y como había empezado esta historia, solo que ahora el nudo que sentía en su estómago era más doloroso que el que había sentido en el pasado.
—¿Mi abuela?
—Está abajo junto a su padre.
Llenó sus pulmones de aire y luego lo expulsó, el momento ya había llegado. En compañía de su criada caminó hacia la entrada principal de la fortaleza, las puertas estaba abiertas y en el momento que puso un pie en el último escalón, todos los ojos se posaron sobre ella.
Lastima. Curiosidad. Empatía. Dolor.
Pudo reconocer lo que cada una de ellas transmitían, dos piras tenían el cuerpo de su madre y hermana, su padre estaba junto a su abuela a un lado y el resto de los habitantes bajo su mando a su alrededor.
—Abuela—Saludó cuando llego a su lado.
—Querida—Besó su mejilla con suavidad —Fuerza.
El maestro comenzó a recitar su discurso, pedía a los siete que le dieran el descanso eterno y luz a las fallecidas. Mientras escuchaba al hombre de túnica blanca hablar, paseó sus ojos por cada uno de los presentes, unos ojos violetas la observaban fijamente.
Daemon.
No había entablado una conversación con el hombre desde que la había trasladado a sus aposentos hace dos días, ni siquiera sabía con exactitud que hacía en Fire Storm pero tenía una ligera sospecha. Aparto la mirada cuando la voz de su padre se alzó entre la multitud.
—No solo despido a mi esposa, despido a mi hija. Mi luz—La firmeza en su voz era notable —Los dioses son buenos y veo esto no como una perdida, sino como una oportunidad de ser más fuertes...
No siguió prestando atención, su padre estaba mintiendo y lo entendía, no podía ser débil frente a sus lacayos.
El dragón de su padre se irguió y ante su pedido expulsó una llamarada de fuego que incendio las dos piras. Eso era lo que necesitaba para saber que todo era real, no estaba en una pesadilla, esta era su realidad. Debía aprender a vivir sin ellas.
