Visitante nocturno

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El beso que comenzó entre ellos poco a poco fue haciéndose más desenfrenado.

La noche era oscura, ni siquiera la luz de la luna lograba colarse entre las nubes espesas. Aún así, la piel de Kei refulgía casi tanto como el astro. Era hermoso, casi angelical.

Pero el hombre ante él era todo menos un ángel.

Un demonio de la noche.

Un vampiro que se alimentaba de la sangre de jóvenes inocentes.

Era grotesco. Asqueroso. Un asesino. Un monstruo.

El pueblo temía a las criaturas como Kei. Los aborrecían por matar a las almas inocentes y promulgar la palabra del diablo.

El sacerdote les había advertido de los encantos de estas criaturas, y cómo podían hechizar hasta los más devotos. Su madre había quedado completamente agobiada, asustada de lo que podría sucederle a su pequeño muchacho, por lo que se aseguró de abarrotar la casa con un montón de protecciones; coronas de ajo en cada una de las puertas, sal en cada alféizar de las ventanas y una cruz de plata colgada enfrente de la cama.

Nada de eso había detenido a Tadashi de acostarse con el diablo... Kei... el vampiro que acechaba en sus sueños y se colaba en su habitación por las noches.

Era adictivo, y lo peor de todo es que lo habían advertido.

Pero el alma de Tadashi era débil, y el vampiro sacó provecho de eso.

No culpes a Tadashi, un pobre blasfemo que cayó en las garras de un monstruo.

Un monstruo hermoso de cabello rubio angelical y unos colmillos filosos.

Kei susurró las palabras en su oído, con la voz hipnótica.

Tadashi asintió vehementemente e inclinó su cuello, como una ofrenda.

Esta noche... esta noche Kei estaba hambriento. Y su apetito voraz podía ser saciado por solo una persona.

Tadashi.

Aquel chico de corazón ingenuo y sangre deliciosa.

Kei hundió sus caninos en la carne suave de su cuello. El veneno no tardó en hacer efecto en Tadashi; lo dejó en un estado de placer pleno y doloroso, su cuerpo se sumió en un éxtasis febril y el anhelo le recorrió hasta el último recoveco de su mente difusa.

«Por favor... », gimió Tadashi en un hilo de voz.

El vampiro dejó de beber, aunque su hambre no se había saciado, la sangre dulce del humano era exquisita, espesa en su lengua. Nunca podría obtener suficiente de ella... de él.

«¿mhm? ».

«Tócame ».

«¿Dónde? ».

«A-ahí abajo... ».

«Está bien, haz sido muy bueno para mí, ¿no es así, amor? Yo me encargaré.».

El rubio le dio una socarrona sonrisa sanguinolenta. Luego lo besó. El sabor metálico de su sangre lo inundó cuando Kei introdujo su lengua. Al mismo tiempo, las manos largas y frías deslizaban su camisón hacia arriba, dejándolo expuesto al frío de la noche.

Sabía lo que venía, y lo esperaba con ansias.

El vampiro lo tocó, tal y como Tadashi lo había pedido. Fue un toque suave y lento, a Kei le gustaba tomarse su tiempo preparándolo, jugando con él.

Le era divertido escuchar las súplicas del muchacho humano.

Tadashi jadeó su nombre, y se frotó contra el vampiro, sin vergüenza alguna, implorando que lo tomara.

Esa noche, Kei se sintió indulgente, así que obedeció.

Se meció contra el cuerpo que yacía debajo de él, despacio, casi tortuoso. El placer venía como las olas del mar, impetuoso, con más fuerza que las demás olas anteriores.

Las lágrimas se acumularon en los ojos de Tadashi, mientras balbuceaba el nombre del visitante nocturno que lo mancillaba.

Lo apegó más cerca de él, agarrándose de los hombros de Kei, entrelazando las piernas alrededor de sus caderas.

Como si eso fuera a evitar que el vampiro se marchara al amanecer.

Como todas las noches.

Hasta que se agotara su juventud.

Qué patético.

Una marioneta enamorada de su dueño.












(๑•́ ₃ •̀๑)

moonlight | tsukkiyamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora